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Amador…del deporte

sábado, 30 de noviembre de 2019 · 00:00

Por MAO

Todo un es...telar
Cuando jugaba beisbol a principios de los 90’s con aquel equipo que tuviera sus años de gloria por la plantilla de grandes peloteros que poseía, de los cuales yo era el ultimo (y aun así me alineaban sin estar presente, imagínense los demás), me llegó la invitación a participar en el softbol en su máxima categoría, en donde tendríamos a los mismos patrocinadores que en el beis, los vende carros de la familia del buen amigo “Pipi” Palafox.

Si en el equipo de beisbol estaba rodeado de grandes referentes del beisbol estatal, la cedula del equipo softbolero no se quedaba atrás; como era el más “pollo” no sentía tanta presión, había quienes debían hacer el trabajo duro pensaba, aunque para jugar al lado de tantas estrellas, había que demostrar que el llamado no había sido en vano.

Y dentro de esa larga lista de extraordinarios jugadores de la pelota blanda, sobresalía nuestro personaje en cuestión. En seguida me di cuenta que la gente que entraba por las puertas del campo, eran atraídas por el simple hecho que él iba a lanzar esa noche; que ese día saltaban al campo él y otros ocho.

Como dijera un ciego sanado por el maestro de Galilea: “De oídas te había oído, mas ahora mis ojos te ven” y de eso precisamente daba gracias al cielo, de que vistiéramos el mismo uniforme y no tener que pararme, por lo pronto, en la caja de bateo para “tratar” de batearle.

Siempre me quedé con la duda de saber si a su catcher en ese tiempo, le habían quedado los dedos así por estar recibiendo esos “balazos”. Era tanto su dominio y calidad desde la placa que una columna no basta para precisar sus logros en su brillante trayectoria. Todo un competidor, difícilmente se conformaba con quedar atrás del primero; con el mismo respeto e ímpetu le lanzaba al novato como a su más difícil bateador.

Parte de su grandeza la dejo plasmada aquel día en donde se puso el traje de monarca y acompañado solamente por un “Manzano”, un “Toro” y un tal “Puma”, que formaron su Corte, se enfrentarían a un equipo completo, haciendo estragos en el line up enemigo, lanzando una joya más de pitcheo, que fue a incrustarse directamente a su corona, adornada ya por tantas gemas similares.

Cada personaje que ha jugado con y contra él, podrá dar su versión y muy válida, quizás hasta mejor que la de un servidor, acerca de la enorme calidad como jugador de este hombre que simplemente nació para ser eso: el mejor en su momento, el lanzador más temible y respetado por décadas.

Recuerdo que cuando llegábamos a los estatales, los demás equipos simplemente preguntaban: ¿Lo traen? ¿Quiénes vienen lanzando por ustedes? En la respuesta cifraban sus esperanzas para poder ganar el torneo. Salían sobrando para ellos los demás 15 o 16 jugadores restantes y por demás estaba decir: “venimos yo, y éste y aquel…” ya que había un nombre que no era grato para sus oídos.

De su famoso apodo desconozco el origen y por ahí existen otros, podrán decir que quizás tenga más trofeos que amigos, por lo menos yo me enorgullezco de ser un conocido de él, y que de las pocas veces que puedo saludarlo, me habla de cómo uno puede hacer mejor las cosas en la vida, de ahí que no tenemos reparo de decirnos “hermano” cada vez que nos vemos.

Reitero que soy un bendecido de Dios de conocer a tan grandes seres humanos, porque en el fondo y al margen de ese carácter con que enfrenta la vida deportiva y personal, en nuestra relación de conocidos, tenemos todavía mucha tela de donde cortar.

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