Meta Deportiva

CORRIENDO SIN PRISA

Por: Jesús Muschacho Peralta muschachoperalta@hotmail.com
lunes, 1 de abril de 2019 · 00:23


Son las 6:50 de la mañana, el clima es agradable, la mayoría sonríe, se saluda, otros se toman la selfie, algunos ya están listos en la línea de salida mientras que el locutor anuncia la tercera llamada.

7:00 am, unos miran al cielo, algunos se persignan, otros encienden sus cronómetros a la vez que suena el disparo de salida a la multitud de los corredores.

Como compañero y como espectador, uno puede pensar que la mayoría de las personas corren por salud, por diversión, por competir, por convivencia y otros sólo porque ya lo tienen en su agenda.

Son las 8:35 am, algunos corredores comienzan a llegar a la meta, mientras que los espectadores aplauden y echan porras observando ese rostro cansado, con sudor y a veces con llanto, intentando cruzar la meta con las piernas tambaleantes y una mirada perdida hacia el cielo; caminan por el embudo, apagando su cronometro y persignándose agradecidos con Dios y agradeciendo a quien le entrega la fruta, su medalla y playera.

Al salir de la línea del embudo, ven que estás ahí, te reconocen, corren y te abrazan emocionados. A veces en la incredulidad y por como lo vez preguntas: ¿Por qué corriste hoy, si no te preparaste?, y a veces las respuestas que te dan, te pueden sorprender.

Amigo, mi sobrino anda en malos pasos, quiero motivarlo, aconsejarlo, espero que con esta playera y medalla, vea que las cosas se pueden lograr si te lo propones.

Sabes algo, estoy solo desde hace tiempo. Así, corriendo, cuando me echan porras, siento que hay alguien que está al pendiente de mí. Siento emoción al escuchar los gritos al llegar a la meta; esta playera y la medalla me recordaran este momento.

Sabes, me estoy rehabilitando y me recomendaron buenas compañías, hoy cumplo un mes limpio. Esta (medalla o camiseta) es el premio de que lo estoy logrando.

Me diagnosticaron una grave enfermedad, y quiero seguir disfrutando lo que me gusta, disfrutar de mis amigos. Y si Dios me llama, que sea así, corriendo con mis amigos.

Es mi última carrera, ya me prohibieron correr. Si quiero seguir caminando cinco años más, debo de dejar esto que me gusta, debo dejar lo que disfruto, y me duele mucho hacerlo.

Mi familiar falleció hace unos días, el me acompañaba, venía a verme y me echaba porras, hoy le prometí correr y dedicarle esta carrera. Lo extraño mucho.

Mi estimado, mi hijo aún sigue en terapia, y le prometí correr y ganarle a muchos, llevarle esta medalla para que se recupere pronto, para que se motive, para demostrarle que lo amo.

Mi Segunda oportunidad, vencí una enfermedad y aquí estoy disfrutando de la vida, con amigos igual a mí.

Por la ocasión, así es, aprovecho la ocasión, ahorita que hay eventos, porque mañana no sabemos si existirán.

Correr por el valor de la vida, es un motivo silencioso que a muchos compañeros los hace estar presentes domingo a domingo en cada carrera. Un motivo que solo ellos saben su sentir en su interior, compañeros que quizás no suban al pódium, pero merecen nuestro reconocimiento y respeto.

Compañeros que sin tú saberlo, ellos cuentan con tu apoyo, con tu sonrisa, con tus aplausos, con un abrazo tuyo. Cuando corres sin prisa, te das cuenta de estos detalles entre tu gente, y que no nos percatamos por estar compitiendo.

Sea veloz o lento, principiante o elite, joven o mayor, con vestimenta pobre o bien vestido, desarreglado o muy perfumado, todos tienen un motivo para correr. Y tú, ¿por qué corres hoy?

 

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