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La Serie Mundial en 1960

En esa serie los Yanquis ganaron juegos por scores de 16-3, 10-0 y 12-0, dieron 91 hits, 21 fueron de extra base, conectaron 10 jonrones, batearon para .338 de porcentaje como equipo y anotaron 55 carreras, imponiendo un nuevo récord
lunes, 15 de noviembre de 2021 · 02:02

Héctor Barrios Fernández/COLABORACIÓN
Ensenada, B. C.


Whitey Ford había estado con los Venados de Mazatlán hacía algunos años, en la vieja Liga de la Costa en México, antecesora de la hoy Liga Mexicana del Pacífico.

Ahora estaba participando en la Serie Mundial de 1960 y había ganado dos juegos, por cierto que fueron sin permitir carrera, o sea por blanqueada.

En esa serie los Yanquis ganaron juegos por scores de 16-3, 10-0 y 12-0, dieron 91 hits, 21 fueron de extra base, conectaron 10 jonrones, batearon para .338 de porcentaje como equipo y anotaron 55 carreras, imponiendo récord para Series Mundiales.

Su segunda base Bobby Richardson, impuso récord de más carreras impulsadas en un juego con seis, esto fue en el tercero de la serie y en la misma serie con 12 para otro récord. Por su parte los Piratas batearon para .256 como equipo, conectaron cuatro jonrones y anotaron 27 carreras, menos de la mitad que sus adversarios Yanquis.

Con esos números por equipo, ¿Quién cree que ganó?

Con todo el poderío Yanqui, la serie terminaría con un sólo swing.

También sería esta la última vez que el viejo Casey Stengel manejaría a los Yanquis.

“MANAGERS” SABIOS
Casey fue duramente criticado por guardar a Whitey Ford hasta el tercer juego de la serie, en el estadio de los Bombarderos del Bronx.

En estos casos es común que surjan “managers” sabios y adivinos por todas partes.

Si el veterano Ford hubiera lanzado en el primero de la serie y el cuarto, hubiera estado disponible para tirar el séptimo y último y posiblemente evitar un desastre.

Pero en la intimidad de los equipos muchas veces suceden cosas que los aficionados desconocemos o no tomamos en cuenta.

Ford había ganado solamente 12 juegos, que no estaría mal para otros, pero para la categoría de Whitey, parecen pocos, además tenía problemas con el hombro de su brazo de lanzar y posiblemente no hubiera estado disponible para tres juegos.

Es de cuestionar también, qué tanto hubiera podido hacer Ford en un juego tan loco como el séptimo de esa serie.

Los lanzadores Vernon Law por los Piratas y Bob Turley por New York, fueron los abridores.

Los Piratas anotaron dos veces en el primer inning, producto de cuadrangular de Rocky Nelson y dos veces más en el segundo con sencillo de Bill Virdon.

Los Yanquis se fueron arriba 5-4 en el sexto por cuadrangular de tres carreras de Yogi Berra.

Un cansado Elroy Face, que relevaba su cuarto juego en la serie, permitió dos carreras más de los Yanquis en el octavo para ponerse arriba 7-4.

Fue entonces que en la segunda parte del octavo inning, Gino Cimoli vino a batear de emergente por Bobby Shantz de los Piratas y conectó hit sencillo, enseguida Bill Virdon roleteó al short, todo pintadito para un doble play, en lugar de eso y por cosas de no sé qué o quién, la pelota golpeó con algo en el visiblemente deteriorado terreno del Forbes Field, muy probablemente la clásica piedrita en el camino y la pelota dio un súbito rebote y fue a dar directo a la garganta de Tony Kubek el short stop Yanqui, quien estuvo algunos minutos sin poder hablar y se vio forzado a abandonar el juego.

Siguieron sencillos de Dick Groat y Roberto Clemente que pusieron la pizarra 7-6, con los Piratas aún abajo por una carrera.

Fue entonces cuando el cátcher de reserva Pirata Hal Smith, envió la pelota atrás de la barda para un cuadrangular de tres carreras y poner a su equipo adelante 9-7.

Pero la acción no terminó ahí.
Los Yanquis empataron en su último turno al bat, conectando cuatro sencillos.

PELOTA VIAJERA
Ralph Terry estaba en el montículo por los de New York, cuando en la segunda parte del noveno inning, turno de los Piratas, se presenta Bill Mazeroski a abrir la tanda por los de casa.

El primer lanzamiento de Terry fue marcado bola alta, el siguiente lanzamiento, a decir de los expertos, fue un slider que se quedó un poquito alto, pero le llamó la atención a Mazeroski, le gustó, le tiró y la prendió.

La pelota viajó lo suficiente para vencer la barda cubierta de enredadera, estilo Wrigley Field, y Yogi Berra que curiosamente cubría el jardín izquierdo en ese momento, sólo la vio pasar.

Jubiloso Maz saltaba de gusto recorriendo cada una de las bases y aleteando con sus brazos como queriendo volar.

Después de librarse de algunos fanáticos que le salían al paso en su recorrido, sus compañeros los esperaban en el Home Plate para levantarlo en hombros.

Fue otro momento de Serie Mundial.
Para entonces Whitey Ford sentado en el dugout visitante, cerraba los ojos y resoplaba con una serie de pensamientos que congestionaban su cabeza más que los automóviles a las autopistas de Los Angeles.

Cinco días más tarde, los dueños de los Yanquis, Del Webb y Dan Topping, despedían al gran Casey Stengel, a sus 70 años de edad, quien sólo diría, “Mucha gente está muerta a mi edad, por lo menos hasta hoy, no volveré a cometer el error de cumplir 70 años”.

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