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COLUMNA CORRIENDO SIN PRISA

POR: Jesús Muschacho Peralta
lunes, 3 de enero de 2022 · 00:00

Una noche con Santa
Como cada año desde hace varios siglos, el 24 de diciembre Santa salió contento y decidido a realizar su labor. Durante su paso por los hogares, logró ver a familias reunidas en comedores y salas, pero había una gran diferencia al año anterior; en el hogar se sentía tristeza en vez de alegría, los modernos teléfonos estaban guardados en los bolsos de sus dueños, había sillas sin ocupar y en la pared, se veía la imagen de una persona con la leyenda “Te amaremos por siempre”.

Dejó los regalos sin entender lo que sucedía y menos lo de algunas cartas que estaban a medio escribir. En la madrugada llegó a otra casa, donde un chiquillo que estaba despierto le dijo… “Santa, te dejare galletas y leche cada noche hasta que yo crezca, y te devuelvo mis juguetes a cambio de que me traigas a mi padre esta noche, y a mi amiguito tráele a su hermana”. Santa lo abrazó y lloró con él, inconsolable.

Afligido, sorprendido y callado, continuamos el recorrido mientras yo observaba a las demás familias dentro de sus hogares. Al pasar los minutos, la escena se repetía en cada hogar del mundo una y otra vez. Las imágenes en las paredes se repetía con la misma leyenda, variando entre hombres o mujeres, jóvenes, ancianos y hasta infantes.

Cómo Santa iba muy callado y no soltaba el típico “Jo, Jo, Jo”, le sugerí pasar a la zonas de festejo, a esas donde la música y la fiesta no paran. Nos detuvimos unos segundos para ver que sucedía. Nos sorprendió mucho ver su panorámica, música con volumen bajo, pocas risas y también se sentía una pena grande, ya que dichos negocios también mantenían en sus paredes imágenes de personas que ya habían partido, comentaban que fue una pandemia que atacó al mundo entero y aún no sabían cómo controlarla.

REGALOS IMPOSIBLES
Casi al salir el sol el cielo comenzó a llorar, era una lluvia tenue y callada ante un gran silencio en los alrededores, ya que ni las mascotas hacían ruido. Esa noche, donde para nosotros sería de gran felicidad y dicha, fue de tristeza y nostalgia, porque entre las imágenes que logré ver en las paredes, logré identificar a amigos, conocidos y compañeros, con quienes logré convivir, compartir momentos de alegrías y penas.

Ya en casa de Santa, por la mañana sentados en el sofá, con lágrimas en los ojos Santa me preguntó una y otra vez, ¿Que sucedió con la ley de la vida? ¿Por qué se están yendo los seres que amo y yo sigo aquí? Sigo inmortal viendo pasar el tiempo que para mí es interminable. Ahora entiendo por qué en algunas cartas me escribían: “Santa, lo que hoy te quiero pedir, no me lo puedes cumplir”. Me siento impotente al saber que tengo la magia de regalar, la magia de la ilusión y que lamentablemente no puedo obsequiar a las familias un momento con ese ser que ya no está en sus vidas. Con voz quebrada me decía: “me duele mucho en el alma porque a la mayoría los traté desde infantes, a otros ya de adultos; supe sus historias, sus anhelos, sus logros y sus fracasos y no puedo hacer nada para remediarlo ni se cómo dar consuelo a las familias”.

Yo solo lo escuchaba callado, sollozando, mientras Santa exclamaba: Que ironía de la vida, esta noche donde es celebración, se convirtió en noche de recuerdos y de soledad. Donde el regalo más valioso, es la vida. Donde solo basta cuidar la salud, disfrutar lo que se tiene y lo que te rodea, agradeciendo estar compartiendo un momento de nuestra existencia. Si fue difícil para muchos esta noche decir Feliz Navidad, ¿como será la noche de año nuevo?, donde se tenga que decir “Feliz año nuevo 2022” levantando la copa al cielo acompañada de un silencio eterno.



 

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