Amador… del deporte

La noche que Ensenada se paralizó

Por MAO
sábado, 22 de diciembre de 2018 · 00:00


En la época en que crecí, nuestro país tuvo tres referentes en el deporte profesional. Un trío de consagrados atletas, encumbrados a la posición de ídolos, ya que sus carreras trascendieron más allá de nuestras fronteras. Tuvimos a un Toro en los ruedos de la Gran Carpa, a un Niño de Oro vestido de merengue y a un César del boxeo… ¿qué más pedir? De los deportes más practicados, que mejores exponentes hemos tenido a nivel mundial y que de las pocas alegrías que hayamos celebrado como pueblo, proceden de estas disciplinas, impactando la década de los 80’s. Ahí conocí el circuito cerrado… bueno, era un adolescente y para ver lanzar al de Etchohuaquila o ver boxear al de la antigua Cajeme tenías que ir a un salón de baile (acondicionado para el evento) o a un bar, donde la entrada a dichos lugares, por la edad, estaba supeditada a “portarme bien e ingerir sólo refresco”. Con Hugol no había tanto problema… sólo era cuestión de madrugar… casi siempre los domingos, para ver al Real Madrid. Lo que resalto con esto, era la conmoción… la algarabía… la expectación que despertaban entre la afición ensenadense cuando estos monstruos entraban en acción. Una efervescencia tal, en mi ciudad, no la llegué a vivir en esos años por algún acontecimiento deportivo… hasta que llegó a mis oídos una noticia que me estremeció de pies a cabeza: El anuncio de la pelea más esperada… más anhelada… más soñada por todos los porteños. Recuerdo la sede… el lugar escogido. Las instalaciones del que hoy es el Hotel Las Palmas, en aquel entonces en vías de construcción. En los días previos a la pelea, se desayunaba, comía y se cenaba boxeo. En cada avenida… en cada puesto… en cada esquina, los nombres de ambos púgiles casi igualaban en menciones por día, con la palabra Dios. Ensenada por fin sabría quién iba a ser el mejor boxeador de ese entonces. Uno, como más del pueblo… con más carisma; el otro, con el box en los genes… de familia… con una carrera bien trazada. Me parecía algo así como la carrera de El Alazán y El Rocío. Y llegó el día… ¿mi butaca? No llegaba a tanto. Como buen polizón me metí entre varillas, tarimas, bloques… claro, lejos de ring side, pero fui testigo de cómo la gente aclamaba a uno y a otro… gran pelea… grandes emociones, de esas veces que no quieres que pierda alguno. Al final, la decisión. Como pude, después de la pelea baje de mi asiento improvisado y emprendí mi camino a casa, escuchando las opiniones de “los que saben”: “injusto”… “se la robaron”… Yo baje feliz… y el trayecto a mi hogar fue más. Sin necesidad de ir a Chavez Ravine… sin pisar el Santiago Bernabeu… sin estar dentro del Caesars Palace… pude experimentar en vivo… la noche que Ensenada se estremeció…aunque mi lugar no fuera VIP.

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