El Valle

YO SOY SAN QUINTÍN

lunes, 27 de noviembre de 2017 · 00:00

 ¿Y LA DEMOCRACIA?

Es casi un hecho, por cierto repetido, que en los últimos años los procesos internos para decidir a quiénes representarán a cada partido político, en ninguno de los casos, los candidatos han resultado de alguna elección abierta, en la que los simpatizantes o miembros activos elijan de entre sus filas a quienes consideren más aptos, capaces o viables, en donde se hagan valer las virtudes, fortalezas y capacidades de los aspirantes.

Por el contrario, a ojos vistos, los dirigentes de partidos han ignorado descaradamente principios y doctrinas en los que basan sus respectivas plataformas políticas, de ahí la revoltura de colores y partidos que podemos encontrar los ciudadanos en la boletas cada proceso electoral. De los emergentes y de moda independientes ni hablar.

Para el caso, es que resulta y resalta que pareciera que globalmente la democracia fuera una especie en peligro de extinción, y se les permite a los menos aptos tomar las riendas de los destinos de los pueblos. Así autentificar o respaldar a quienes nos representan, es más un proceso de habilidades y simulaciones en las que el juego consiste en hacer parecer que las cosas se hacen con el respaldo popular y se busca la manera de forzar y meterlas dentro el marco de la legalidad o, por lo menos, llevarlo al rincón de la indiferencia para desde ahí mantener las posiciones que les permitan mantenerse en ese lugar.

Los partidos grandes, peleando por la tajada de león, y los partidos pequeños, como carroñeros, peleando los restos que le arrojen a fin de que no les molesten; en cascada ese efecto se repite interminablemente hasta llegar a nosotros.

El próximo año, tendremos la oportunidad de “elegir” a los integrantes de la siguiente legislatura y presidente de la república. Es casi un hecho, que de nueva cuenta no tendrán el respaldo de la mayoría de los electores, resultará quien tenga el mayor número de votos de los pocos sufragios que se emitan, matemáticamente y según las reglas, eso les da la mayoría que los hace legalmente vencedores.

Parece que no fuera obvio que ese desinterés, por no hacer más que propiciar que se participe cada vez menos, les sigue dando la ventaja a aquellos que obtienen más votos que sus contrincantes, pero no el respaldo de la mayoría.

Haciendo acuerdos a hurtadillas, justificando en los puntos ciegos de las reglas, simulando y aparentando que se actúa en pro de lo justo, descalificando al contrario distrayendo la atención sobre sí mismo, para resaltar como el menos peor, ¿pero y la democracia?



 

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