El Valle

YO SOY SAN QUINTÍN

lunes, 5 de febrero de 2018 · 00:00

La familia adquirida

En nuestros tiempos, la dinámica económica y social requiere que dediquemos la mayor parte del día a actividades vinculadas con el trabaj. Como se dice coloquialmente: “hay que corretear la liebre”, cuando nos referimos a obtener mediante el trabajo el sustento de la familia.

De esta forma, el día inicia para muchos a temprana hora, desde preparar a los hijos para llevarlos a la escuela, adelantar la elaboración de los alimentos, trasladarse al trabajo y desarrollar la jornada según las tareas que tengamos asignadas cada quien.

Es en esta parte del día, en la que coincidimos con la familia adquirida, y es que igual que pasa con la familia consanguínea, los lazos que nacen no siempre se eligen, igual que se nace y los parientes no dependen de nuestros gustos, los compañeros de trabajo no son siempre los que quisiéramos.

Si bien es cierto que no estamos del todo obligados a permanecer en un trabajo que nos desagrade, también lo es que no se puede ni se debe ir por la vida esperando que nuestro núcleo laboral sea siempre el que mejor se nos acomode al gusto y al ánimo personal.

En necesario buscar mantener y generar la mejor convivencia en los centros laborales, pero no podemos dejar de lado que las responsabilidades que se tienen vendrán siempre aparejadas con aspectos negativos. Subordinados, jefes y colaboradores; cada uno trae consigo cargas emocionales consecuencias de sus individualidades.

Aprender a sobrellevar las situaciones que resultan al conjugarlas y sacar la mejor raja posible de esos aspectos. Combinar lo mejor posible las horas de trabajo y las de convivencia obligada con las personas que compartimos espacios y tareas, hacerlo mientras se cumple con las tareas y respetar las reglas, la armonía y la productividad no cosa sencilla.

Se requiere más que esperar la mejor actitud de todos los miembros del equipo de trabajo, es de mayor importancia, procurar y mantener la buena actitud de sí mismo y ofrecer en primer término la parte que nos corresponde, sin pensar que le toca a los demás aguantarnos. La introspección debe ser una parte de nuestra rutina diaria.

Cumplir con responsabilidad con las actividades por las que nos pagan, cuidar y utilizar adecuadamente los recursos que nos ponen a disposición para llevarlas a cabo son obligaciones que no se deben perder de vista.

Sin embargo, con mucha frecuencia permitimos que nuestro ánimo vicie el ambiente laboral, convirtiendo lo que debiera ser un trabajo ordinario en una serie de actividades aisladas en razón de los individualismos en los que recurrentemente se sumergen los miembros de un equipo de trabajo complicándolo todo.

La tarea es, mantener hasta donde sea posible, los asuntos de casa al margen de los laborales; tarea casi imposible, si tomamos en cuenta que la mayor parte del día la compartimos con nuestros compañeros de trabajo, en muchas ocasiones en mayor proporción al tiempo que estamos con nuestras familias.

Lo que sólo nos deja en la ruta de aprender a combinar y sobrellevar de la mejor manera posible las relaciones familiares, las de parentesco y las laborales aunque sean adquiridas.

Al final de las cuentas, ambas son inevitables.



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