El Valle

YO SOY SAN QUINTÍN

lunes, 1 de abril de 2019 · 00:00

El prestigio y la reputación

Elogio en boca propia es vituperio. En boca cerrada no entran moscas. El que calla otorga.

Hablar bien de sí mismo, nunca es lo más recomendable ni bien visto; hablar de más y abundar en lo que no se cuestiona, te puede llevar a perder la asertividad; pero optar por guardar silencio siempre y preferir no esgrimir ninguna defensa, sobre todo cuando se reciben señalamientos graves, nos hace ver del todo responsables. En estos casos ser prudentes no ayuda, sobre todo cuando se es objeto de alusiones de parte de los que menos tienen calidad moral ni legal para hacer tales o cuales señalamientos.

San Quintín, muchas veces ha sido mala noticia y para algunos con fama de ser una región que debe su desarrollo a las malas condiciones laborales, que mantiene a los trabajadores en desventajas sociales. Esta vez no intentaré exponer mi punto de vista sobre las causas de origen de esas condiciones y del rezago sociocultural que se mantiene en la zona.

Sólo me limitaré a decir que en esto, todos llevamos parte, los tres órdenes de Gobierno en primer término, como responsables de las políticas públicas; el sector productivo, obligado al cumplimiento de la ley, de mantener y mejorar las condiciones laborales de sus colaboradores; y los residentes, representando el indispensable capital humano que con su fuerza de trabajo permiten la actividad y propician el desarrollo de sí mismos a costa de su propio esfuerzo.

La reputación corresponde a hechos eventuales que hacen notorios a personas, organismos o entidades, en nuestro caso una región. Es la fama ganada por eventualidades presentadas con cierta frecuencia.

Quienes de alguna forma hemos dado cuenta de la manera en la que se entrelaza la dinámica de las empresas, la acciones de gobierno y la clase trabajadora, podemos asegurar que las condiciones de la población de San Quintín desde el enfoque laboral siempre ha sido presentado fuera de su contexto real, obedeciendo a intereses económicos o propósitos políticos casi siempre tomados de la manos los unos con los otros.

El prestigio es la continuidad y permanencia en las buenas formas, sustentadas en los hechos positivos, en gran parte gracias al reconocimiento social o moral el que a pesar de ser igual de subjetivo y relativo que la mala reputación, el primero pende de hilos mucho más delgados.

Nos corresponde a todos, no guardar silencio ante los señalamientos hechos sobre las condiciones de nuestra casa, sobre todo cuando las críticas vienen del que menos hace por ella, de quien no vive aquí y no aporta como es su responsabilidad a nuestro desarrollo social.

A no permitirle a funcionarios o políticos nos vuelvan a tomar como bandera política que se esgrime a conveniencia que buscan justificar omisiones y repartir culpas.

En los personal, busco ser objetivo y agradezco este espacio en el que se me permite compartir ideas; no obstante, nunca he aseverado que las condiciones laborales o sociales de mi pueblo, sean óptimas, o algo de lo que se pueda presumir del todo, nos queda mucho por hacer.

Pero me siento con la obligación, espero que usted coincida conmigo en esto y de paso lo invito a exaltar esas cosas que nos dan prestigio y que han sido ganadas a pulso, con el esfuerzo de las personas que hacemos a las empresas, a todas las personas que vivimos en las colonias y comunidades de esta tierra, y por qué no decirlo, hasta de alguno que otro funcionario y político que en ocasiones hacen lo que pueden y que por desgracia son excepción.



 

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