El Valle

YO SOY SAN QUINTÍN

lunes, 9 de septiembre de 2019 · 00:00

Décadas

Uno de los efectos que tiene el tiempo sobre las personas, además de las que corresponden a la madre naturaleza, es la forma que toman las ideas, algunas se olvidan, otras se reafirman. Así nacen expectativas, se establecen rutas y se van acumulando los hechos que resultan de cada uno de nuestros días.

Podríamos decir que una forma de medir el éxito o la realización personal es cuando encontramos consistencia entre lo que imaginamos, lo que se planea, lo que se hace y el resultado final al calce de la página de la historia de cada individuo.

En días recientes, formé parte de dos reuniones en la que estuvimos presentes personas a las que la vida nos hace coincidir en retos, anhelos y, si usted quiere, hasta esperanzas de vida. Una de ellas fue el reencuentro con el “Salón de la prepa” como decimos los contemporáneos, allá por el final de la década de los ochentas. Y sí, ya sé, ya llovió.

La otra reunión que refiero también fue un reencuentro, pero en este caso fue entre vecinos del puerto de San Felipe y el Valle de San Quintín, regiones hermanas que guardan muchas similitudes a pesar de las diferencias que pudieran hacerse notar si el propósito es buscar esquinas en lo redondo.

Ambas comunidades pueden describirse fácilmente como el traspatio de los municipios de Mexicali y Ensenada en donde es evidente la desatención y el mal o indebido aprovechamientos de sus recursos.

La mención y coincidencia de las reuniones es porque, en los dos casos, al menos tres décadas han transcurrido y el objetivo ha sido el mismo, alcanzar la mayoría de edad y tomar rienda por cuenta propia de nuestro crecimiento y desarrollo de la mejor manera posible.

En el caso del interés por la municipalización de éstas zonas, en el que a pesar de que la solicitud formal que fue presentada por los sanquintinenses se acerca a los veinte años.

El hecho es que esta idea ha sido recurrente desde mucho antes, exactamente igual que ha ocurrido en aquella región del Golfo de California, a la que los funcionarios mexicalenses sólo mantienen en sus mentes si se trata de comer mariscos y pasar un fin de semana con playa y menos calor que en la cabecera municipal y también capital del Estado. Cualquier parecido con nuestra realidad, no es coincidencia. El título de la historia también se llama falta de sentido de pertenencia y poca, muy consideración. (Versión publicable del título)

La reunión entre comités sirvió para reafirmar los lazos que empatan y alientan las pretensiones municipalistas, en donde la charla fue breve, no fue necesario mucho para remarcar la realidad política, social y financiera que, en su momento, deberán enfrentar los ayuntamientos de San Felipe y San Quintín.

Si me lo permite, el resumen es el mismo. En ambos casos, los argumentos son ciertos, están a la vista y son determinantes: No se genera el dinero que a través de impuestos, derechos y contribuciones sean suficientes para atender las necesidades de los pobladores de esas demarcaciones.

Pero, acaso, no es ley de vida que las personas nos hagamos cargo por cuenta propia de las responsabilidad que nos son inherentes, y está mal pretender y esperar a que otros lo hagan por uno.

Además sobra decir que las condiciones y el desarrollo, resultado del trabajo de todos estos años de quienes han estado a cargo, no hacen más que darnos otra vez la razón.



 

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