El Valle

YO SOY SAN QUINTÍN

lunes, 1 de junio de 2020 · 00:00

Esferas

Semanas atrás, comentamos sobre el complicado esquema de las medidas que recomienda la “nueva normalidad” y la interpretación de las reglas para las personas y los sectores que paulatinamente retomarán las actividades, según lo vaya permitiendo el semáforo Covid-19.

La conclusión del periodo de cuarentena, que concluyó el 31 de mayo, no debe ser entendido como la terminación de la cuarentena y sus medidas de contención; por el contrario, deben ser tomadas como el aviso para reafirmar los cuidados que se deben tener.

Mucho se nos ha informado sobre lo que no debemos hacer y de cómo sí llevar a cabo las tareas y las medidas a seguir si nos aventuramos ya sea por necesidad o por necedad.

Sin complicarnos mucho la existencia, deslindando responsabilidades, diremos que, en lo subsecuente, otra vez la pelota está en nuestra cancha. Las recomendaciones ya las sabemos, al grado de que las culpas a repartir son cada vez menos las que podemos cargar a la cuenta del señor Gobierno.

Ahora seremos usted y yo los que elegiremos el nivel de riesgo a tomar, al irnos incorporando a las actividades cotidianas. Ojalá que así sea; dependerá de cada uno de nosotros a dónde queremos ir a parar.

A manera de ejemplo anoto el siguiente planteamiento: ¿cuál será la opción por la que usted optará? si le dan a elegir entre establecimientos en los que se siguen las recomendaciones de sana distancia, del uso de cubrebocas, el lavado de manos y gel sanitizante, o preferirá estar en algún lugar en el que ni los propietarios, empleados o dependientes, clientes, proveedores y, si usted quiere, hasta los vendedores ambulantes que nunca faltan donde todos ellos vayan y vengan en el espacio que se comparte, sin el menor cuidado y respeto por usted y por sí mismos.

Si aplicáramos el sentido común, podríamos decir que, en ese caso, serían entonces mucho menos necesaria la fuerza coercitiva de autoridades, sanciones, reglamentos y normas, si en lugar de eso, por cuenta propia cada uno de nosotros hacemos lo que ya sabemos tenemos que hacer.

Depende, entonces, a partir de ya, y algunos casos hasta siempre, de seguir cotidianamente las medidas recomendadas y darle forma a esa nueva realidad, esa de la historia que nos habían platicado pero que creímos ajena y dela que nunca imaginamos ser protagonistas.

Sin lugar a dudas, como en muchos aspectos de la vida, el Covid-19 también tiene un lado del que pueden resultar cosas positivas y algunas de estas son precisamente la posibilidad de reaprender a considerar nuestro entorno, el valor relativo de los bienes materiales, el orden de nuestras prioridades, la importancia de las relaciones personales y lo subjetivo de la relación entre precio, importancia y necesidad, de cada una de las cosas que integran nuestro día a día, teniéndolos en cuenta en función de la ocupación, la familia y la sociedad, esferas de las que no podemos excluirnos.



 

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