Miradas

Laten Camila y Sin Bandera en El Valle

Los duetos de música romántica por excelencia brindaron una noche de corazones abiertos en la que compartieron su inspiración y melodías con más de 3 mil personas en el Anfiteatro de Bodegas del Valle
lunes, 27 de septiembre de 2021 · 00:00

JAZMÍN FÉLIX/EL VIGÍA
jfelix@elvigia.net | Valle de Guadalupe, B. C.

Son las nueve y cuarto. El auditorio del Anfiteatro luce lleno: las mesas saturan la zona, están forradas de manteles blancos que sostienen copas un tercio de llenas con vino tinto y blanco. Botellas de Don Julio permanecen todavía como centros de mesa. Reina la sobriedad, asomada en las caras expectantes y apacibles de la gente que conversa, recuerda, se carcajea. Vivir la música es regresar al pasado y ellos resucitarán memorias esta noche, cuando aparezcan en el escenario Camila y Sin Bandera.

Los asistentes aguardan sentados a las mesas a Noel Schajris y Leonel García, el par de voces infinitas que hacen de Sin Bandera, el dúo mexicoargentino de balada romántica más escuchado por enamorados y de corazón roto, de corazón que no piensa porque a éste nunca le ha servido la razón, como dice “Suelta mi mano” en su primera estrofa, una canción que habla sobre despedida, libertad, decir adiós aunque cale hasta los huesos; melodía lanzada en el 2005 a través del álbum “Mañana”, que un año después recibió una nominación al Premio Grammy Latino a Mejor Álbum Vocal Pop Dúo.

Aparecen. Las luces del escenario golpean las caras del público, se ven las siluetas de los cantantes a través de las copas destelladas que la gente lleva a sus labios. Algunos se paran, otros, permanecen calmos, inspirados quizá por lo romántico del ambiente.

“¿Cómo estamos Baja California?”, cuestiona Noel Schajris, su sonrisa gigante encariña las pantallas. La gente responde con gritos afirmativos, se desgarganta.

“Para alcanzarte yo voy a cruzar el mar entero
Y si hay montañas me voy a volar cruzando el cielo…”

Canta Leonel, Noel le hace segunda; los micrófonos bailan en sus manos igual que sus pies en la pista. Ojos cerrados, ritmo avivado. Una canción sobre amar y conquistar para estrenar el concierto.

“¿Cómo estamos?, están tomando vinito, hay buen vino en la zona”, dice Noel, otra sonrisa para mimar al público con el que interactúa de forma dinámica. Escucha atento porque los gritos y coreos del auditorio son música que lo impulsa para cantar más, con el alma.

El piano parece hacer levitar el escenario, las voces del dúo se turnan estrofas, corean juntos.

“Continuemos el viaje los dos

Mismo cielo, misma habitación

Ya no voy a buscar, eres tú el lugar

Que soñé, de viaje te amaré”
Un rato después, como si un viejo momento se destapara, la gente se pone en pie con el inicio de la música porque la canción que está a punto de empezar les remueve algo en el interior. “Te vi venir”, es la siguiente en la lista que Leonel y Noel modifican a su sentir.

“Aún ni siquiera te tengo

Y ya tengo miedo de perderte, amor

Qué rápido se me ha clavado

Que dentro todo este dolor”
Una mujer de entre las primeras mesas se levanta, está vestida de negro, el calor acumulado corre en su piel, alza una copa vacía, mira en torno al cielo. Hacia arriba también miran los rostros que permanecen en el escenario, como si el techo estelar derramara inspiración, ellos estiran el cuello para absorberla toda con su garganta, los hilos de voz abiertos como alto camino expuesto hasta las nubes nocturnas.

“Esta canción, siempre que la cantamos, es muy emotiva”, anuncia Noel, y comienzan a entonar uno de sus más grandes éxitos con su voz kilométrica.

“A varios cientos de kilómetros

Puede tu voz darme calor igual que un sol…”
La gente se levanta, botellas Don Julio abiertas a la noche, a la sobriedad ya nublada de los presentes. Brazos en dirección a la noche, manos abiertas sostienen celulares con la cámara encendida para capturar el momento.

“¡Te amo Noel!”, grita una mujer entre el lío de gente que aplaude con el fin de la canción.

“¡Yo también te amo!”, responde el argentino.
El resto de la noche se dejan llevar, entonan “En esta no”, “Te vi venir”.

“El mar está cerca y supongo que hay muchas sirenas aquí”, chulea Noel a las mujeres.

Todas se paran, nadan entre olas de personas, sus cuerpos entonan con la canción mientras bailan. Los hombres detrás de ellas rodean sus cinturas onduladas.

Veinte años de baladas románticas celebra Sin Bandera, quienes en el 2000 iniciaron sus carreras para convertirse en las letras predilectas de aquellas víctimas del amor.

“Sin sutilezas y Sin Bandera”, recuerda Noel, y empiezan a cantar “Suelta mi mano”. Para cerrar, “Que me alcance la vida”.

CUATRO CORAZONES
El clima es idóneo, pese a que en los días anteriores amenazó el cielo con dejar caer gotas de agua. Hoy sólo llueven las sienes de Leonel, las lágrimas del público, la centena de treintañeros y cuarentones que seguramente reviven viejos amores.

El escenario se apaga a las 10:25, se marcha Sin Bandera. Regresarán un rato después, porque es el turno de Camila para entrar en escena y bajar las estrellas a las miradas del auditorio.

Mario Domínguez Zarzar y Pablo Hurtado asaltan el ritmo, la música se transforma en ráfagas de rencor cuando inauguran su entrada con “Mientes”. Las luces parpadean con la letra.

Siguen con “Decidiste dejarme”, mientras dan vuelta por el escenario, se reúne y ven hacia abajo, en donde están sus fans, quienes los siguen desde el 2003, tras debutar con el sencillo “Abrázame” y después con su primer álbum “Todo cambió”, que transformó el amor de sus primeros oyentes “de blanco y negro a color”.

“Bésame, a destiempo

Sin quedar y en silencio

Bésame, frena el tiempo

Haz crecer lo que siento, uh-uh-uh”.
Cantan “Besáme” un par de melodías después. Las parejas se derraman; pares de rostros se vuelven uno a través de besos largos. Pausan la conexión de sus lenguas para ver en dirección al escenario, hacia el cielo diamantino porque todo centellea esta noche como un viejo tesoro en la sonrisa de la gente.

“Este es el primer concierto en México después de dos años”, dice Mario. “Extrañaba la energía de México, toda la onda que se siente en el pecho”.

Siguen con “De mí”, “Restos de abril”, “Aléjate de mí”, una seda roja colorea el escenario en la pantalla gigante. Entonan el resto de sus éxitos, y en cada cambio se apagan las luces, intercambian instrumentos entre ellos. Como el inicio de algo mejor en cada nueva estrofa.

“Tú, coleccionista de canciones

Dame razones para vivir

Tú, lo que soñé mi vida entera

Quédate en ella y hazme sentir”
El público alza los brazos, los hacen bailar en el aire, después se encaraman con sus parejas, los colman de abrazos y besos porque no dejarse llevar entre piel y baladas románticas, es casi imposible.

La gente pide más vino, los meseros corren por el pasillo largo, reparten pizzas, botellas de tequila y ron. Las mesas parecen cocteles, la pista saturada de un centro nocturno. No quedan muchos centímetros de mantel blanco ni de sobriedad. La nostalgia parece alimentarse de música y embriaguez.

Después aparecen los cuatro: Leonel se puso un chal negro que alcanza sus rodillas, Mario sigue con su chamarra guinda de vinil. Noel y Pablo combinan con la noche vistiendo de negro.

“Cuatro latidos en la casa”, anuncia Noel.
Cantan juntos, sus voces son las nuevas luces en la pista. Los duetos románticos más cantados por México a una sola voz. Se conocen desde hace 24 años y han dado conciertos juntos por todo el país. En esta ocasión están de gira con “4 Latidos Tour”, y esta noche fue el turno de Valle de Guadalupe. Entontan, “Abrázame”, “Todo cambió”, comparten letras, inspiración musical.

“¡Otra, otra, otra!”, pide el público. Pero son casi las once de la noche y los artistas se despiden de los poco más de 3 mil asistentes.

“Buenas noches Baja California”, y se retiran del escenario. Las luces se apagan. La noche se acaba.
 

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