ENSENADA EN LA CULTURA

Gran figura histórica (Segunda Parte)

Continúa la historia del héroe Antonio Meléndrez; la llegada de Walker a Ensenada
sábado, 8 de febrero de 2014 · 22:03
Ensenada, B. C. - Por estos días se cumple el 160 aniversario de la invasión filibustera de William Walker, quien pretendía fundar una nueva república, juntando la extensión de Sonora con la península de la antigua California, ya conocida como la Baja California. 
Por supuesto que su verdadera intención era la anexión a la vecina nación del norte que se hallaba en plena expansión. Para situar esta acción en el tiempo y la condición política que se vivía en esos momentos, cabe decir que coincidieron varios factores que facilitaban los planes de invasión de Walker. 
El primero: acababa de terminar la guerra de Estados Unidos contra México, que diera lugar a la pérdida de más de la mitad de nuestro territorio. 
Segundo: el terrible abandono que sufría esta región por ser la más lejana y apartada del centro del país, cuyo sistema político-económico le mantenía en constante zozobra y tremendo caos. 
Tercero: la ignominiosa actitud de Antonio López de Santa Anna ante el grave problema de la invasión filibustera de Walker, pues mientras ocurría, el generalísimo se dedicaba a discutir acaloradamente con James Gadsen, representante del gobierno norteamericano, sobre el precio de la venta de La Mesilla, sin importarle el peligro de perder una gran parte del actual Noroeste del país. 
Así pues, aprovechando esta serie de circunstancias, Walker consideró que era el momento propicio para la consecución de sus fines anexionistas. Su plan incluía apoderarse del amplio territorio que formaban Sonora y la península de Baja California. 
Lo primero que hizo fue presentarse ante el gobernador de Sonora, donde su región fronteriza estaba constantemente atacada por las tribus de apaches.
Con el pretexto de acudir en su auxilio para combatir a las tribus atacantes, ofreció su ayuda sin revelar su verdadera intención. Pero el gobernador de Sonora no se dejó engañar y no permitió la incursión de la gente armada de Walker. 
Sin desanimarse por la negativa, Walker se dirigió a San Francisco a buscar apoyos para su invasión. Ahí estaba seguro de encontrar patrocinio entre varios personajes que no escondían sus ambiciones especulativas de adueñarse de Baja California, porque tenían la certeza de que en sus entrañas estaba el oro que se extendía desde las vetas de California. Walker encontró la ayuda que necesitaba. 
Con el respaldo obtenido, rápidamente montó una oficina de reclutamiento mientras conseguía armamento y vituallas para su tripulación, formada por aventureros y revoltosos sin escrúpulos, que buscaban la manera de enriquecerse fácilmente. 

La llegada
Pronto estuvieron listos y el 16 de octubre de 1843 se embarcaron con rumbo a La Paz en el buque Carolina, de bandera mexicana, propiedad de Juan A. Robinson, que fuera cónsul estadounidense en Guaymas, Sonora. Arribaron al puerto de su destino el 3 de noviembre de 1854, después de una breve estancia en San Lucas.
La suerte estaba del lado de los mercenarios de Walker. La Paz estaba desprotegida, totalmente indefensa. Sin mucha dificultad se apoderó del lugar tomando preso al desprevenido gobernador Rafael Espinoza, quien por cierto estaba a punto de entregar el mando a su sucesor, que esperaba llegara de un momento a otro. 
Y en efecto así fue. Pero mientras, Walker arreó la bandera mexicana e izó la bandera de la que según él sería la nueva república. De inmediato decretó vigente el código de Louisiana y la abolición de toda clase de derechos aduanales, para comenzar a ganarse a la gente del lugar.
Aquí sucedió otro golpe de suerte a favor de los invasores. Como dijimos antes, Rafael Espinoza estaba por entregar el mando a su relevo Juan Clímaco Rebolledo, que por supuesto ignoraba la situación y se acercaba navegando en el velero Neptuno. 
De momento los invasores temían que podría tratarse de un barco de guerra mexicano que venía a combatirlos, pero suspiraron de alivio al comprobar que no se trataba del cañonero Guerrero de la armada mexicana, sino de un tranquilo e inofensivo navío, así que con toda calma y confianza lo abordaron tomando preso al que venía a hacerse cargo del gobierno. 
De modo que prácticamente sin esfuerzo y esta vez sin hacer ningún disparo, tenía presos y bajo su poder a los gobernadores entrante y saliente del territorio de la Baja California. Hasta ahí, mejor suerte no podían tener.
Don Adrián Valadés es quien mejor relata estos sucesos y de su libro: "Historia de la Baja California 1850/1880”, tomamos algunos datos: "… los paceños no se quedaron con los brazos cruzados. Mientras los invasores festejaban su aparente buena fortuna, el capitán de puerto Manuel Pineda, había logrado reunir algunos hombres para iniciar la defensa. Por su lado William Walker apenas tuvo tiempo de organizar algunos enfrentamientos que le permitieran abandonar el lugar al amanecer del día 6 de noviembre de 1853, haciéndose a la vela en "La Carolina” rumbo a cabo San Lucas, donde saltó a tierra y levantó una improvisada fortificación”. 

"Fuerte McKibbin”
Adrián Valadés continúa su relato: "Después de permanecer a la vista durante varios días, el Carolina hizo rumbo a la Ensenada de Todos Santos, donde Walker saltó a tierra el 29 de noviembre, estableciendo su cuartel en la única casa que había entonces. 
"Una casa de adobe que era propiedad de Pedro Gastélum, el concesionario del rancho Ensenada. Por cierto, debemos señalar la importancia que tiene el predio donde estaba esa casa, la cual después de haber sido aspillerada y debidamente reforzada, Walker la denominó "Fuerte McKibbin” en honor de su primer lugarteniente que fuera abatido por la fuerzas defensoras, al mando de Antonio Meléndrez”. 
Viene siendo la actual esquina de la calle Tercera y Gastélum, donde a principios del siglo XX se erigió el primer Palacio Municipal y donde actualmente se encuentra el Archivo Histórico de Ensenada, sitio geográfico que fue tomado como punto de partida para el trazo del primer plano urbano de lo que actualmente es la ciudad de Ensenada.
Por eso, ese predio está reconocido como Patrimonio Histórico de Baja California.
Volviendo a la Historia: "El subprefecto del partido Norte y comandante de la Colonia Militar de la Frontera, el teniente coronel Francisco Xavier del Castillo Negrete, al ser sorprendido en Santo Tomás, con la noticia de esa inesperada invasión filibustera, no sabía qué determinación tomar, porque carecía de soldados, armas y municiones; pero encontró inmediatamente la decidida y activa ayuda en el patriota y bravo fronterizo Antonio Meléndrez, quien reunió sin pérdida de tiempo, junto con sus hermanos y varios amigos, apenas unos 10 hombres. 
Con ellos se dirigió a La Grulla, donde al llegar tuvo aviso de que una partida de 15 filibusteros montados marchaba hacia el mismo rancho. En el acto Meléndrez partió valerosamente a su encuentro. 
Viendo los filibusteros que los californios cargaban al galope sobre ellos, retrocedieron sin oponer resistencia; pero Meléndrez, que conocía ese terreno como la palma de su mano, logró cortarles la retirada y los atacó a la salida de El Ciprés, dispersándolos y haciéndoles dos muertos y dos prisioneros. Además de quitarles parte de su armamento. La actitud de Meléndrez y esta victoriosa escaramuza reanimaron el espíritu público y Negrete pudo reunir y armar unos 40 hombres, con los cuales, el 4 de diciembre se unió en El Ciprés a Meléndrez. 
Aunque la opinión de Meléndrez era la de abatir enseguida y vigorosamente a los invasores, Negrete dispuso sitiarlos en la casa que ocupaban en Ensenada. En ese encuentro fue donde perdió la vida McKibbin, por eso en su honor Walker le puso su nombre a lo que llamó el fuerte McKibbin, del que ya hicimos referencia.

Razones de Walker
William Walker lanzó una proclama según decía, de libertad, soberanía e independencia de la nueva república de Baja California, donde explicaba sus acciones con este "razonamiento”.
"El gobierno mexicano durante mucho tiempo ha dejado de cumplir sus deberes hacia la Baja California. Cortado su territorio por el tratado de Guadalupe Hidalgo de toda comunicación directa con el resto de México; las autoridades centrales (en este caso la del generalísimo Antonio López de Santa Anna) han manifestado poco interés en los puntos de la península de California. 
"La posición geográfica de la provincia le hace ser distinta y separada de sus intereses de las otras partes de la República Mexicana. Sin embargo, sus lazos morales y sociales con México han sido mucho más débiles que los lazos físicos. 
"Por lo tanto, había que hacerla independiente para poder desarrollar sus recursos y efectuar su organización social. La riqueza mineral y pastoral de Baja California es muy grande; pero para desarrollarla se necesita buen gobierno y la protección del trabajo y la propiedad. 
"México es incapaz de proporcionar esos requisitos para alcanzar su merecido crecimiento y desarrollo de esta península. El territorio, bajo el gobierno mexicano, siempre quedará salvaje e incultivado, lleno de gente indolente y medio civilizada, que no quiere la entrada de extranjeros a su región. 
"Yo y mis compañeros de armas hemos actuado bajo esas consideraciones. Ponemos el triunfo de nuestra empresa en nuestra fe, que es la que rige el destino de las naciones y las guía por los caminos del progreso y el desarrollo”.
Esta proclama fue publicada en los periódicos San Diego Herald y el Alta California de San Francisco, en los primeros días de diciembre de 1853. O sea cuando ya había sufrido las primeras bajas a causa del primer encuentro con la guerrilla de Meléndrez en El Ciprés, y el sitio de su "fuerte McKibbin” poco después.
Por razones de espacio, hasta aquí llegamos por hoy. Espere la tercera parte la próxima semana, con el desenlace de esta, la historia de Juan Antonio María Meléndrez, auténtico héroe bajacaliforniano, que merecía honores, más que muerte. 

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