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“Políticos y criminales, cada vez más cercanos”: John Gledhill

El antropólogo social y profesor emérito de la Universidad de Manchester, con experiencia en México, asegura que en el país el desarrollo excluyente que provoca cada vez más desigualdad social es parte del problema
martes, 26 de diciembre de 2017 · 00:00

Dianeth Pérez Arreola/COLABORACIÓN*
Leiden, Holanda

John Gledhill es antropólogo social, profesor emérito de la Universidad de Manchester con experiencia en México, donde ha trabajado con el Colegio de Michoacán, universidades y organizaciones no gubernamentales.

Gledhill asistió a la Universidad de Leiden, en Países Bajos, como orador principal de un seminario de Legitimidad Política, tras el cual concedió una entrevista.

¿Cuál es su visión sobre México?
Obviamente, México tiene problemas de largo plazo. En mi opinión se ha visto una relación cada vez más cercana entre las redes políticas y las redes de actividades ilegales criminales, así como en todos los partidos políticos.

En el caso de Guerrero ¿cuál es la diferencia entre el PRI y el PRD? Ninguna. Ambos reciben dinero, sólo que de grupos diferentes y eso es lamentable.

Se explica en términos del modelo de desarrollo por el cual han optado a partir de la década de los 90; con el neoliberalismo extremo; el desarrollo excluyente que provoca cada vez más desigualdad social; en las zonas rurales no hay empleos legales; y la relación con Estados Unidos también es parte del problema.

Hay mucha movilidad social, esa es la tragedia. Esta desigualdad que nunca se reduce y destruye las esperanzas de la gente. Es muy trágico.

En una de las zonas en las cuales trabajé, pude estudiar la migración a Estados Unidos. Se puede ver un patrón de ascenso social con base en la migración. Y aquí ésta cumple el papel que debía cumplir el Estado, dar bienestar.

En su ponencia decía que los grupos criminales son creados por el Estado. ¿Son los cárteles mexicanos un monstruo creado por el Estado mexicano?

El Estado mexicano tiene su parte de responsabilidad, pero también Estados Unidos. Y también las élites mexicanas participan.

En Guadalajara, Jalisco, el desarrollo inmobiliario es fruto del lavado del dinero del narcotráfico, y Zamora, Michoacán, está construída de la misma manera.

La forma de salir de este círculo vicioso, ¿son las elecciones?, o una revolución.

La revolución no es una opción, pero los mexicanos son bastante conservadores. Debe haber una reforma política, es necesario cambiar las reglas del juego.

Recuerdo una discusión con Jaqueline Peschard, del entonces Instituto Federal Electoral (y hoy presidente del primer Comité de Participación Ciudadana del Sistema Nacional Anticorrupción; en ella le decía que no bastaba con demostrar que ganaba el candidato con más votos, pues cuando el gobierno controla enormes recursos que puede usar en campañas electorales en favor de los candidatos del sistema, eso no es justo ni democrático.

El PRI en el Estado de México, por ejemplo, repite todas las prácticas del pasado; el tipo de cosas que encontré en México cuando empecé a trabajar allá hace 35 años. No ha cambiado nada, aparte de las fuentes de dinero.

Pero no es un problema mexicano, en Brasil la situación es muy similar, también lleno de escándalos de relaciones entre políticos y grupos como Odebrecht.

Esta situación se puede cambiar con voluntad política. Lo que yo temo es que la gente está tan desanimada que ya no quiere ni votar. En Brasil el voto es obligatorio pero se puede votar en blanco, y a veces gana el voto nulo, pero en México es la regla, la gente está muy apática.

Esta última administración ha aumentado el nivel de escepticismo político, sobre todo con esta relación entre el gobierno y la Oposición, pero las alternativas radicales no son figuras que van a captar la atención de la gente; son capaces de movilizar ciertos segmentos de la población pero no a todo el país.

A López Obrador lo comparan con Maduro, de Venezuela, pero otros lo comparan con Lula, de Brasil. Creo que es una figura clásica del populismo latinoamericano. Se parece a Lula en muchos sentidos, por ejemplo, que ya ha hecho un discurso donde básicamente promete impunidad, como lo hizo el brasileño, y ya se ven las consecuencias ahora.

Sus perspectivas son las del régimen del Estado priista tradicional, no es necesariamente una crítica, pero no es nada súper radical y mi temor es que es muy difícil reformar las estructuras de las prácticas políticas.

Yo me acuerdo del nacimiento del PRD, y estaban desilusionados por las repeticiones de los patrones tradicionales del PRI dentro de su propio partido, desde el principio.

Creo que Morena hasta la fecha no ha mostrado un nuevo modelo de hacer política, y los actores mismos son personas con trayectoras políticas en otros partidos.

¿Cómo ve la relación en México entre el crimen organizado y el Estado?

Lo han dicho muchas veces los antropólogos y los periodistas, pero los antropólogos se mueren con menor frecuencia que los periodistas en México.

Los periodistas mexicanos mueren en cantidades tan impresionantes precisamente porque han mostrado ese tipo de relaciones, son bastante visibles al público. El problema es el nivel de impunidad que esos poderes económicos incrustados en la política disfrutan. Eso es algo que sólo se puede cambiar en un Estado de derecho, con nuevas leyes que prohiban las relaciones que actualmente existen, y la escasa transparencia. Ahora hay leyes de transparencia y son un chiste realmente.

Con la publicación de los Paradise Papers, donde aparece la reina Isabel II, en Reino Unido existen debate y presión constantes. Puede ser legal pero es inmoral, es lo que se comenta. Pero en México estas relaciones ni son ilegales ni son inmorales, es normal.

Yo creo que un político no necesariamente de izquierda, un político conservador del estilo viejo del PAN, podría ser quien proponga un cambio en la manera de hacer política. Los escándalos de este gobierno, aún comparados con el pasado, han sido espantosos. Hay que conservar la esperanza de un cambio.
 

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