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Ensenada antes del Hotel y Casino Playa

Luego de pasar por graves crisis económicas y de restricciones, la incipiente ciudad “revivió” con la majestuosa construcción de la posada, diseñada por Gordon E. Mayer y ejecutada por James L. Miller
sábado, 3 de noviembre de 2018 · 00:00

Redacción/EL VIGÍA
Arnulfo Estrada Ramírez/COLABORACIÓN*

En los años previos a la construcción del Hotel Playa, Ensenada apenas empezaba a recuperarse después de haber pasado años de terribles crisis económicas; unas derivadas por el cambio de la capital a Mexicali; otras seguramente influenciadas por los efectos de la recesión económica que atravesaban los Estados Unidos.

De no haber sido por la industria pesquera, Ensenada seguiría estancada y con escaso crecimiento, pues el turismo que nos visitaba era el que venía buscando alcohol y a divertirse en el único casino que había en el puerto.

Este negocio se llamaba Los Cuervos Negros y estaba ubicado en la avenida Ruiz y calle Primera. Era visitado por personalidades del cine y hombres de negocios conocidos internacionalmente. La mayoría de ellos llegaba a Ensenada por barco. Ensenada aun no contaba con calles pavimentadas.

En 1930, Ensenada apenas tenía 3 mil 42 habitantes, de los que mil 787 eran hombres y mil 255 mujeres. Los límites hacia el Este apenas llegaban al Arroyo Ensenada y al Norte la orilla era prácticamente la calle 11, donde estaba la escuela para niños “Progreso”.

También ya estaba la escuela para niñas “La Corregidora” ubicada en la calle Ruiz y Sexta, cuya estructura original aún se conserva. Había también una escuela nocturna para adultos y dos jardines de niños.

El escaso turismo que nos visitaba, llegaban a los hoteles Hidalgo, Comercial, Bay Biew, Bungalows Savoy Orange y Ensenada Beach Hotel. Podían llegar a Ensenada por barco o por tierra, había transporte frecuente al Estado de California.

La gente se surtía de víveres y herramientas en las casas Yun Kui y Rafael Chan, dos de las tiendas principales. Las casas estaban adornadas con bonitos jardines. A la población de Ensenada se le consideraba culta, pues tenían frecuentes veladas músico-literarias en el Teatro Centenario y asistían los domingos al Parque Revolución donde amenizaba una orquesta apoyada por el gobierno. Así mismo, asistían al Museo Regional, también conocido como Museo Goldbaum, primer museo de Baja California.

La pesca estaba en pleno crecimiento y era la industria que generaba más empleo. En el Sauzal trabajaba una planta beneficiadora de sargazo para extraer potasa; así como una empacadora de atún llamada Productos Calmex que había fundado Maximiliano Berstein y que vendió al general Abelardo Rodríguez.

En Punta Banda, también estaba una modesta planta empacadora de abulón. Después de haberle comprado a Berstein la empresa, el general Rodríguez instaló en El Sauzal la empacadora particular Compañía de Productos Marinos, dando un gran impulso a la industria. El primer empaque que se hizo el 9 de julio de 1929, fue de abulón.

La construcción
El hotel fue construido totalmente sobre las extensas dunas que formaban parte de la bella bahía de Ensenada. Históricamente, esa es la primera acción en contra del ecosistema playero de la bahía. Le seguirán una serie de acciones que terminarán acabando con la parte más segura y bella de las playas que originalmente, eran el atractivo principal de los primeros turistas del puerto.

Cuando la Compañía Mexicana del Rosarito, adquiere las concesiones que abarcaban las playas de Rosarito, San Miguel y Ensenada; acto seguido compró el hotel que estaba casi concluido en Rosarito y que sus primeros empresarios abandonaron por no poder sacar adelante el proyecto, procediendo de igual manera en Ensenada, en donde también ya se había empezado la construcción (en 1928) de lo que sus promotores originales dieron por llamar el “El Club Internacional de Ensenada” y después el “Ensenada Beach Club”.

La Compañía Mexicana de Rosarito, formó una compañía subsidiaria: la “Cía. De Mejoras de Ensenada, S. A.” para manejar el hotel de Ensenada y atraer el turismo, mediante el ofrecimiento garantizado de: “gozar de un clima excelente, una playa-balneario de primera, pesca, cacería cercana, tenis y una espléndida bahía para velear o pasear en sus yates. Después se agregaría un campo de golf. Un hombre de negocios podría estar muy bien ahí con sus compañeros, al igual que un padre de familia que deseara pasar unas vacaciones con su esposa e hijos, pudiendo tomar una copa sin temor a ser detenido o a caer en manos de un contrabandista”.

La obra fue realizada por el arquitecto, Gordon F. Mayer y el constructor James L. Miller. Su estilo arquitectónico es representativo de la corriente estilística de la arquitectura mexicana denominada “californiana” de los años treinta, estilo que se basa en una técnica heredada de España que retoma la forma constructiva de la etapa colonial con los clásicos aspectos de tejas, arcos y celosías.

Los materiales usados para su construcción, fueron traídos de diversas partes del mundo. Por ejemplo, las rejas que se instalaron en arcos y ventanales, se dice que pertenecieron a antiguos edificios coloniales de La Habana; las maderas finas de sus techos y dinteles, son cedros de una especie que habita un gusanillo, que al ser derribado el árbol, lo abandona dejándole esa interesante textura carcomida; sus vitrales emplomados son al estilo italiano; los candiles de filigrana y hermosos faroles de vidrio biselado, fueron traídos de España, así como todos sus mosaicos, en algunos de los cuales figuran el águila bicéfala de los Habsburgo, casa austriaca que reinó en España, y en otros casos, los leones del reino de León y Castilla; el selecto mobiliario fue traído de muchas partes, desde alfombras persas hasta cómodas y biombos chinos; en el salón de entrada, se instalaron tapices europeos y un gran piano de cola entera. Todos los materiales fueron traídos en barcos. La decoración se complementó con los murales y obras pictóricas de Alfredo Ramos Martínez, considerado el padre del arte mural mexicano.

El casino se inauguró con gran festejo, el 31 de octubre de 1930. El costo total de la obra, se estimó en 2 millones de dólares.

Hotel Playa (1930 – 1938)
Definitivamente, con la apertura del Hotel Playa, se le dio un gran impulso a la economía de Ensenada. Estéticamente, la flamante construcción engalanó su hermosa bahía y por medio de las promociones del hotel, cada día se conocía más la ciudad. Durante esta época el hotel y casino funcionó exitosamente tal como esperaban sus propietarios, entre ellos Jerome D. Utley, el accionista mayoritario.

Los clientes llegaban continuamente de Estados Unidos por vía marítima a bordo de yates particulares y dos buques y por vía aérea, a bordo del avión “The Maddox” que aterrizaba en la playa aprovechando las mareas bajas. Los sábados llegaban los barcos de pasajeros “Alexander” y “Ruth Alexander”.

Uno arribaba al puerto al medio día, y el otro a la media noche. Entre las celebridades que nos visitaron, estuvieron varios artistas de cine, como Charles Chaplin, Dolores del Río, Marion Davis, William Hearst, Merle Norman, Lupe Vélez, Johnny Weismuller, Mirna Loy, Arthur Hornblow, Lucille Ball, Desi Arnal, Lana Turner, Ali Khan y Geni Tierne, entre otros. La mayoría de los clientes se hospedaban en el hotel, siendo los únicos que podían hacer uso de las instalaciones. En ese tiempo aun no funcionaba la membresía.

En esta etapa, las reglas del hotel eran muy estrictas, a los empleados no se les permitía entrar al casino, ni al comedor.

Durante los tres primeros años, el hotel y casino funcionó muy bien debido al aumento de visitantes que venían a divertirse y a tomar bebidas embriagantes, pues en los Estados Unidos reinaba la “Ley Seca”, pero ese periodo de bonanza, se vino abajo al ser revocada la ley en 1933.

Por si no fuera suficiente, la crisis del hotel se agudizó cuando el presidente de México el general Lázaro Cárdenas, prohibió en 1935 los juegos de azar. En suma, durante este periodo de crisis, el hotel se abría y cerraba, hasta que un mal día de 1938, el hotel incapaz de sostenerse cerró sus puertas. El mundo no estaba ya para fiestas y se dio fin a la primera etapa de gloria del majestuoso Hotel Playa.

El cuartel militar (1941 – 1942)
Cuando el hotel cerró sus puertas, quedó al cuidado del señor Isaac Chapluk, empleado de confianza y de un velador.

Eran los tiempos en que se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial y México se había convertido en aliado contra las fuerzas del Eje, encabezadas por Alemania, Italia y Japón. Debido a que se temía de ataque por parte de los japoneses, el Hotel Playa se convirtió en la sede del Estado Mayor de la Segunda Zona Militar, perteneciente a la Sexta Región del Pacífico. Como comandante de la zona se le nombró al expresidente de México, general Lázaro Cárdenas del Río, quien permaneció en Ensenada desde fines del año de 1941, hasta agosto de 1942, cuando tuvo que cambiarse a las instalaciones de la Segunda Zona Militar del Ciprés. Nuevamente, el hotel quedó por segunda vez a cargo del Sr. Chapluk y su familia.

Primer abandono (1942 – 1948)
En esta etapa de hotel, comienza el deterioro de sus instalaciones. Los jardines lucen descuidados y las instalaciones son presa de la humedad y el polvo. La administración pasa por serios problemas económicos y los embargos son numerosos. Todos los inversionistas reclaman su parte, pero el Sr. Jerome A. Utley, un soltero septuagenario, en 1948, cede el edificio mediante escritura pública a la señora Marjorie King Plant, quien por intereses de negocios, se casa con el Lic. Alfonso Rocha y reabren el edificio con el nuevo nombre de Hotel Riviera del Pacífico y comienza una nueva etapa del edificio.

Hotel Riviera del Pacífico (1949 – 1964)
Con su nueva administración, se inicia una buena etapa del hotel, que ya sin casino, se abre más a la sociedad ensenadense. En él se comienzan a celebrar los famosos bailes “Blanco y Negro”, que anualmente organizaban la Damas Rotarianas, donde se daban cita todas las embajadoras procedentes del Estado y las de Sonora y California. También era lugar de festejos del Club Emperador, así como de celebraciones de bodas, quinceañeras y fiestas de la sociedad con mayores recursos económicos de la localidad. Los salones de mayor demanda, eran los lujosos Salón Catedral y el Salón Casino.

Fue escenario también de conciertos, de eventos culturales y de convenciones nacionales e internacionales. Las grandes figuras de la política y de la farándula se hospedaban ahí.

A principios de la década de 1950 el Hotel Riviera del Pacífico experimentó una de sus mejores épocas. Pero el destino le era adverso, pues el Sr. Utley, quien había cedido los derechos a Marjorie Plant, quiso recuperar el hotel debido a que todavía se le debían 42 mil dólares que no le habían podido pagar, por lo que entabló un juicio de quiebra. Fue una época de sonados litigios, que finalmente favorecieron a la señora Plant, quien volvió a manejar el negocio en compañía de su pareja, sin embargo, tantos problemas con el negocio, cansaron a Margorie y se fue a vivir a California. Poco tiempo después, en 1950 pidió el divorcio al Lic. Rocha.

Mientras tanto, en 1955 el Lic. Rocha pagó su parte a su ex esposa y reorganizó la estructura de la antigua Compañía de Mejoras de Ensenada, a fin de solicitar al Banco de Crédito Hotelero de México, D. F., la cantidad de cuatro millones de pesos para edificar una nueva sección de cien cuartos, cuyas ganancias ayudarían a solventar el funcionamiento del hotel.

Esta obra casi fue terminada, cuando viene otro golpe. Utley, no estaba conforme con la manera como habían quedado las cosas, por lo que en 1956 demanda un juicio penal en contra del Lic. Rocha, y ya cansado de tantos litigios, Rocha decidió abandonar el negocio y se va de Ensenada. Debido a la deuda contraída, en 1957 el hotel queda a cargo del Banco de Crédito Hotelero.

Los problemas siguieron presentándose con la nueva administración, que tuvo que enfrentar intermitentes cierres y reaperturas, hasta el cierre definitivo en enero de 1964, fecha en que se lleva a cabo la boda de una pareja ensenadense, siendo este el último festejo social.

A partir de entonces, las instalaciones del Riviera pasaron al gobierno federal, que mediante erróneas decisiones comienza a demoler el edificio con todo y las valiosísimas obras pictóricas de Alfredo Ramos Martínez, que en mi opinión muy personal, no descarto la posibilidad de que algunas se hayan salvado y que aún permanezcan en resguardo de alguna colección particular, como es el caso de innumerables muebles y objetos que adornaron el edificio. Por fortuna, a fines de ese año hay cambio de gobierno y un sector de Ensenada, se opone a que se siga destruyendo lo que ha quedado de tan bella obra arquitectónica.

El segundo abandono (1964 – 1978)
Este periodo se distingue por el abandono casi total, donde las instalaciones permanecieron mutiladas y en pleno deterioro. En esta época es cuando conocí sus instalaciones. El edificio aún lucía imponente, pero se notaba el descuido y era refugio de perros y usado como caballeriza en sus partes bajas, que ahora se conocen como Salón Rojo, Salón Catedral y el Patio Bugambilia. De vez en cuando se veía una persona que no te permitía acercarse o penetrar a sus instalaciones. Aun así, continuaba el saqueo y pillaje de lo que había quedado.

Recinto social y cultural (1978 - Época actual)
Afortunadamente, en 1978 se decide darle vida al edificio. Es el arquitecto Jorge Swain Chávez, entonces jefe de la Junta de Mejoras Materiales, quien decide limpiar parte del hotel para darle uso.

Esa medida fue bien vista por los ciudadanos, y de ahí en adelante su restauración se hace realidad. A partir de aquí se empieza a utilizar el inmueble. En este año, el Hotel Riviera del Pacífico, se convierte por Decreto Presidencial del 22 de septiembre de 1978, en Centro Social, Cívico y Cultural de Ensenada.

En 1979, el Gobierno Federal, lo traspasó al Gobierno del Estado cuando era gobernador Roberto de la Madrid Romandía, quien en 1980 lo puso bajo custodia de un patronato encabezado por Guillermo Corral quien lo administró hasta 1990.

Una vez que el Salón Catedral se había acondicionado, el 14 de agosto de 1981, se celebra tardíamente el 50 aniversario de su inauguración. En 1992, se firmó un Decreto por parte del Gobierno del Estado, en el que se cedió la custodia del edificio al Municipio de Ensenada. Ernesto Ruffo Appel, era el que encabezaba el Gobierno del Estado. Al poco tiempo, se nombró a José Luis Fernández Bandini como administrador, quien por 14 años se dedicó a mejorar y embellecer el edificio y sus amplios jardines. A él le debemos mucho los ensenadenses.

Al fallecer Fernández Bandini, lo sucede su hijo José Luis Fernández Ruiz, quien desde que inicia la Administración del Centro Cultural Riviera asume una tarea que además del mantenimiento del inmueble, éste haga los trámites oficiales con el Gobierno Federal, Conaculta, e INBA para que el edificio sea decretado como Monumento Artístico de Ensenada.

Este documento es expedido por la Secretaría de Educación Pública con fecha 4 de febrero del 2011 mediante un Decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación. En este se declara monumento artístico el inmueble conocido como Centro Social, Cívico y Cultural Riviera de Ensenada (Antiguo Hotel Playa o ex Hotel Riviera del Pacífico).

El documento en cuestión firmado por el Presidente de la República establece que se da este decreto fundamentado en los artículos 2°, 3°, 5°, 22°, 33° y 34° de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos.

Hay más historias aún por contar sobre este bello edificio que se ha convertido en un ícono de la ciudad, pero lo haremos en otras entregas. Por el momento, quiero compartir esta información con el apoyo de fotografías para cada una de las etapas aquí expuestas. Algunas imágenes, son inéditas y otras, casi desconocidas por el público.

Créditos y agradecimientos. Especialmente a la señora Elsa Villavicencio Rudametkin, quien ha crecido a la par con la historia de este edificio. Ella nos compartió interesantes anécdotas e información histórica; a ella se le deben algunas imágenes aquí mostradas. También me apoyé en el magnífico trabajo de la señora María Eugenia Bonifás de Novelo.

Las fotografías más antiguas, son de la colección de la señora Jeannette Miller, hija del arquitecto constructor. Las imágenes del general Cárdenas con su Estado Mayor, y en donde aparece Dolores del Río, son del Archivo General de la Nación.

*Cronista de Ensenada

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