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Misiones de las Californias XLVII: Misión de Santa Inés

En su mejor tiempo tuvo una población indígena de 786 personas, contaba con 6 mil cabezas de ganado, cabras, cerdos y tenía una gran producción agrícola. Una sublevación indígena originó un incendio que destruyó varios edificios, incluyendo el templo. Actualmente, es una parroquia de la Arquidiócesis de Los Ángeles y está a cargo de sacerdotes capuchinos, quienes la sostienen desde 1924
domingo, 11 de febrero de 2018 · 00:00

CARLOS LAZCANO/COLABORACIÓN
carloslascano@hotmail.com | Ensenada, B. C.

La misión de Santa Inés fue fundada el 17 de septiembre de 1804 por el padre presidente de las misiones de Alta California fray Esteban Tapís, quien había sucedido a fray Fermín Francisco de Lasuén, muerto en 1803.

Fue la misión número 47 de las Californias y la número 19 de la Alta California. Actualmente se encuentra dentro de la ciudad de Solvang, California, al norte de Los Ángeles, a unos 550 kilómetros al norte de Ensenada.

El sitio de esta misión, parte del territorio de los indios chumash, se eligió para que fuera un puesto intermedio entre las misiones de Santa Bárbara y la Purísima Concepción. Los padres fray José Calzada y fray Romualdo Gutiérrez fueron los iniciadores, ambos fueron enterrados cerca del altar.

En sus inicios, se tuvo una alta expectativa en cuanto a su población indígena, la cual no resultó cierta y su crecimiento fue más bien lento. Hacia 1812, esta misión ya contaba con un buen templo, talleres, almacenes, molino, acequia, casa de los padres y barracones para los soldados. Sin embargo, ese mismo año, un fuerte sismo destruyó la mayor parte de estas construcciones, las cuales fueron reconstruidas a lo largo de cinco años, y la nueva iglesia fue consagrada el 4 de julio de 1817.

Fue hacia 1816, cuando esta misión contó con su mayor población indígena, que fue de 786 personas. En ese tiempo se calculaba que contaba con unas 6 mil cabezas de ganado bovino, además de 5 mil ovejas y muchos caballos, cabras, cerdos y mulas. Igualmente había una importante producción agrícola. Igualmente se llegó a trabajar la piel para calzado, elaboración de cera y sandalias.

Fue a raíz de la independencia mexicana que esta misión empezó a tener muchos problemas. Uno de ellos tuvo que ver con los soldados, ya que la misión tuvo que encargarse del mantenimiento de su escolta. La convivencia de estos soldados con los neófitos creó tensiones que estallaron en 1824, cuando el cabo mandó golpear a un neófito. Los indios se sublevaron contra los soldados e incendiaron varios edificios de la misión. Aunque no era la intención de los indios, el fuego alcanzo al templo, y la afecto gravemente, por lo que tuvo que ser reconstruido. Esta revuelta se extendió a las cercanas misiones de Santa Bárbara y La Purísima Concepción.

En 1836 la misión fue secularizada, lo que agravó su decadencia. En 1837 la misión fue rentada y posteriormente vendida por siete mil pesos, aunque en 1850 fue anulada esta venta y el Gobierno de Estados Unidos devolvió la misión a la Iglesia Católica. El templo nunca fue abandonado y se le estuvo utilizando. Fue el padre Alejandro Buckler, quien estuvo en ella de 1904 a 1924, quien le hiciera una minuciosa restauración.

En 1844 se levantó en esta misión el primer Seminario que hubo en Alta California, llamado Nuestra Señora del Refugio. Actualmente, esta misión es una parroquia de la Arquidiócesis de Los Ángeles y está a cargo de sacerdotes capuchinos, quienes la sostienen desde 1924.

¿QUIÉN FUE EL FUNDADOR DE ESTA MISIÓN?
Fray Esteban Tapís nació en el pueblo de Santa Coloma de Farners, Gerona, España, hacia 1756. Fue en 1774, cuando ingresó en la orden franciscana en la provincia de Gerona. Tenía 32 años cuando llegó a la Nueva España como misionero, siendo enviado a Monterrey, Alta California, en 1790.

Inició su labor misional en San Luis Obispo, en donde estuvo dos años y medio, entre 1790 y 1793. Enseguida pasó once años en la misión de Santa Bárbara, hasta 1803, en donde realizó una labor muy destacada, tanto en el campo religioso como en el económico.

Cuando el padre presidente fray Francisco Lasuén fallece, en 1803, el padre Tapís fue designado como nuevo presidente de las misiones altacalifornianas, trasladándose a vivir a la misión de San Carlos Borromeo, en la cual habían vivido los anteriores padres presidentes, aunque llegó alternar temporadas en las misiones de San Luis Rey, Santa Inés, Purísima Concepción, Santa Bárbara y Santa Cruz.

Fundó la misión de Santa Inés y consideró la posibilidad de establecer otra en la isla de Santa Cruz, en el Canal de Santa Bárbara, ya que estaba poblada por los indios Chumash. También promovió la exploración del territorio interior de la Alta California, con el fin de hacer futuras fundaciones.

La administración del padre Tapís fue bastante buena, y durante ella el número de bautizados pasó de 36 mil a 56 mil. En 1810 pidió ser relevado en la presidencia de las misiones, lo que ocurrió dos años después, sucediéndole el padre José Señant. Los últimos años de su vida los pasó en la misión de San Juan Bautista, en donde residió a partir de 1815. Fue de los misioneros que apoyó la Independencia mexicana.

El padre Tapís dejó una huella positiva, no tan reconocida como la de sus antecesores en la presidencia, pero igualmente de importante. Tuvo un carácter afable y generoso que fácilmente se relacionaba con los demás. Murió en 1825 en la misión de San Juan Bautista, a los 69 años de edad y 35 de estar en la Alta California.

SANTA INÉS, PATRONA DE LA MISIÓN
Se trata de Santa Inés de Roma, nacida hacia el año 291 y muerta en el 304. Fue una mujer romana que vivió durante la persecución que el emperador Diocleciano emprendiera contra los cristianos. Es venerada como una de las grandes mártires de la Iglesia Católica. Su fiesta se celebra cada 21 de enero.

Según la historia, Santa Inés era una mujer hermosa, joven, parte de una familia romana de alto abolengo. Rechazó a sus numerosos pretendientes por declararse fiel a Cristo. Uno de sus pretendientes la denunció, ya que en ese tiempo el cristianismo era perseguido. Santa Inés se negó a adorar a los dioses romanos y entonces fue juzgada y sentenciada a vivir en un prostíbulo, donde milagrosamente permaneció virgen. Se le exhibió desnuda, pero el cabello le creció de tal manera que cubría su cuerpo. Sólo un hombre intentó abusar de ella y quedó ciego, pero quedó curado gracias a las plegarias de la joven. Fue condenada a muerte, siendo degollada.

La historia registra sus últimas palabras, pronunciadas cuando su verdugo intentó que abjurara: “Injuria sería para mi Esposo que yo pretendiera agradar a otro. Me entregaré sólo a aquél que primero me eligió. ¿Qué esperas verdugo? Perezca este cuerpo que puede ser amado por ojos que detesto”.
 

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