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Misiones de las Californias L: Misión de Nuestra Señora de Guadalupe del Norte/La última misión

Esta misión fue la última de las misiones de las Californias y la única que fue establecida en el México independiente. Fue establecida la misión en un paraje que los kumiai nombraban “Ojá Cuñurr” que significa “piedra pintada”. Se levantó un templo de adobe sobre una lomita a un lado del arroyo de Guadalupe, del cual en nuestros días no quedan evidencias. En el lugar el INAH construyó un pequeño museo
domingo, 4 de marzo de 2018 · 00:00

CARLOS LAZCANO/COLABORACIÓN
carloslascano@hotmail.com | Ensenada, B. C.

La misión dominica de Nuestra Señora de Guadalupe del Norte fue fundada en junio de 1834 por fray Felix Caballero, presidente de las misiones de la Baja California. Se trató del último establecimiento misional de las Californias, cuya existencia fue corta, hasta 1840, en que fue abandonada por los misioneros debido a los ataques de los indios. Esta misión dio nombre al actual Valle de Guadalupe, al norte de Ensenada, famoso por producir los mejores vinos de México. La misión se localizaba a 45 kilómetros al norte de la ciudad de Ensenada, dentro de la pequeña comunidad de Francisco Zarco, mejor conocida como Guadalupe. Se le accede por la carretera Ensenada-Tecate. Sus coordenadas son 32º 05.445’N y 116º 34.571’.

EL DESCUBRIMIENTO
Durante los primeros años de la última década del siglo XVIII fueron realizadas extensas exploraciones en el norte peninsular, con el fin de localizar sitios para futuras misiones, sobre todo, pensándose en expandir el sistema misional hacia Sonora, ya que se había completado la línea de misiones entre la Antigua y la Nueva California.

El gobernador de la Antigua California, José Joaquín de Arrillaga, en octubre de 1795, envió al alférez Ildefonso Bernal para ampliar una serie de exploraciones a la región este, entre las misiones de San Vicente y San Miguel Arcángel (hoy La Misión).

Partiendo de San Vicente, Bernal reconoció la región de Santa Catarina, al pie de la Sierra de Juárez, previamente explorada por José Manuel Ruiz, quien acompañaba a Bernal en su entrada. Siguiendo al noroeste, Bernal registró el Valle de San Rafael (hoy más conocido como Ojos Negros), y continuando por el arroyo del Barbón descubrió el Valle de Guadalupe, bautizándolo como “Valle de San Marcos”. A partir del establecimiento de la misión, en 1834, el valle recibió el nombre de Guadalupe, el cual conserva hasta nuestros días. A siete kilómetros al este del Valle de Guadalupe se localiza el pequeño Valle de San Marcos, el que heredó el primer nombre español de la región.

LOS KUMIAI
La misión de Nuestra Señora de Guadalupe del Norte se estableció en territorio de los indios kumiai, quienes pertenecen al tronco lingüístico yumano. Desde tiempos inmemoriales, los kumiai ocuparon un amplio territorio que comprendía parte del extremo noroeste de Baja California y del extremo suroeste de California (Estados Unidos). Su territorio cubría unos 25 mil kilómetros cuadrados, y dentro de él se incluía la hoy Ensenada de Todos Santos y los valles de Gudadalupe, Ojos Negros, Tecate y la Rumorosa.

Los kumiai desconocían la agricultura y vivían principalmente de la caza, pesca y recolección. Su cultura material era muy sencilla y sus viviendas se reducían a modestas chozas y enramadas. Dominaban el uso de la cerámica. Se organizaban en bandas, las que continuamente peleaban unas contra otras. Entre sus alimentos favoritos se encontraba la bellota del encino, el mezcal o agave, la pitahaya, el venado, el berrendo, así como la pesca y recolección de diversos productos marinos, principalmente moluscos.

Los kumiai lograron sobrevivir al contacto europeo, gracias a que no se sometieron totalmente al sistema misional; sin embargo, actualmente su número es muy reducido, principalmente porque han sido absorbidos por nuestra cultura. Como todos los grupos indios de Baja California se encuentran marginados sin posibilidades de poder reproducir sus antiguos estilos de vida tradicionales. Actualmente quedan tres comunidades kumiai: San José de la Zorra, San Antonio Necua y La Huerta. De ellas, las dos primeras se encuentran en la zona del Valle de Guadalupe, no lejos de donde fuera establecida la misión.

LA FUNDACIÓN
Hacia el inicio de la década de los 30 del siglo XIX, el sistema misional de las Californias se encontraba en plena decadencia, en un proceso que ya tenía tiempo de haberse iniciado. En 1834, sólo quedaban cuatro misioneros en toda la península: dos en el norte y dos en el sur. En el norte estaban fray Félix Caballero y fray Tomás Mancilla, quienes se repartían la atención de las misiones que funcionaban.

Caballero fue un misionero muy activo, que se preocupó mucho por la subsistencia de los indios y los soldados. En 1830 reorganizó la misión de El Descanso (San Miguel La Nueva) promoviendo entre los indios el desarrollo de la agricultura y la ganadería, buscando que hubiera excedentes para el comercio. Organizó cacerías de nutrias, lo que llegó a representar ingresos no despreciables.

Para entonces en el Valle de San Marcos (hoy Valle de Guadalupe), a 20 kilómetros al este de El Descanso, empezó a desarrollarse fuertemente la ganadería, ya que era mucho más adecuado para ello. Así, debido a esas mejores posibilidades, y no contando con más personal, el padre Caballero abandonó El Descanso en 1834, y en junio de tal año pasó a establecer la misión de Nuestra Señora de Guadalupe. Esto ocasionó que el nombre de San Marcos quedara en el olvido.

El padre Caballero estableció la misión en un paraje que los kumiai nombraban “Ojá Cuñurr” que significa “piedra pintada”, debido a la presencia de una pintura rupestre. Se levantó un templo de adobe sobre una lomita a un lado del arroyo de Guadalupe, del cual en nuestros días prácticamente no quedan evidencias. En el lugar el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) construyó un pequeño museo, que se encuentra en medio del actual poblado de Francisco Zarco o Guadalupe. Casi no hay evidencias sobre cómo fue este templo, pero se sabe que llegó a tener el suficiente espacio para un coro.

FLORECIMIENTO
Durante el corto tiempo que duró esta misión, contó con una población promedio de 400 personas. Entre las rancherías que conformaban su territorio se encontraban Agua Escondida, San José, Rincón de los Encinos y San Antonio Necua. Entre los cultivos que aquí se iniciaron se cuentan los de albaricoque, uva y peras. Es desde estos tiempos que se produjo vino en esta región. Llegó a contar con más de cuatro mil cabezas de ganado, siendo la ganadería su actividad más importante.

EL ABANDONO
Esta misión estuvo sujeta a los ataques de los indios, motivados en buena parte por los abusos que se cometían en contra de ellos. En 1836, se convirtió en la sede de las operaciones militares en el norte peninsular, desplazando a San Vicente. La misión recibió un fuerte ataque en 1837, lo que le ocasionó importantes daños.

En 1840 el jefe kumiai Jatñil atacó la misión, buscando matar al padre Caballero, quien se vio obligado a huir al sur. La rebelión de Jatñil, uno de los importantes líderes kumiai, se debió a que los dominicos empezaron a forzar a los kumiai a recibir el bautizo. De este modo, la misión fue abandonada para siempre, y sus vestigios poco a poco desaparecieron, de tal manera que hoy prácticamente no queda nada. Esta misión fue la última de las misiones de las Californias y la única que fue establecida en el México independiente.

Curiosa circunstancia es el hecho de que fue con Nuestra Señora de Guadalupe que se abrió la primer misión Californiana, en 1683 en la Bahía de la Paz y con ella igualmente se cierra el ciclo misional al estarle dedicada la última misión de las Californias 151 años después.
 

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