Dos revolucionarias vivieron en Ensenada

Valentina Vázquez “La Valentina” y María Brousse de Talavera, pareja íntima de Ricardo Flores Magón, residieron en Ensenada por azares del destino; ambas mujeres fueron parte fundamental de la Revolución Mexicana
lunes, 18 de noviembre de 2019 · 00:08

Arnulfo Estrada Ramírez*/COLABORACIÓN
Ensenada, B. C.


Valentina Vázquez Ramírez, mejor conocida como “La Valentina” y María Brousse de Talavera, quien fuera la pareja íntima de Ricardo Flores Magón, son dos personas destacadas en la lucha revolucionaria que decidieron vivir sus últimos años en Ensenada.

Pero ¿qué motivos las trajeron a vivir a este puerto? Tal vez, la respuesta la podemos encontrar en las actividades que ambas realizaron durante su estancia en Ensenada. María, fue la idióloga y precursora del movimiento armado; Valentina, fue la que luchó en el campo desde los inicios de la revolución. Llegaron a Ensenada en diferentes tiempos, pero ambas coincidían en estar al lado de los más desposeídos. Irónicamente, también ellas fueron víctimas por las causas que siempre lucharon. Las dos murieron prácticamente solas y en la absoluta pobreza.

¿Quién fue María Brousse de Talavera?
Mujer de ascendencia francesa, nació en 1867 en Zacatecas. Su familia emigró a los Estados Unidos a fines del siglo XIX. Permaneció en los Estados Unidos hasta después de la muerte de Ricardo Flores Magón, momento en el que emigró a México.

María comienza a ser mencionada en marzo de 1906, cuando formaba parte del Club Liberal Reforma, Libertad y Justicia de Los Angeles. Este grupo, en el que también participaba Modesto Díaz, editaba el periódico “El Mosquito”. La correspondencia entre María Brousse y Ricardo Flores Magón se inició aproximadamente en julio de 1906.

En mayo de 1907, Ricardo dio la dirección de María Brousse para recibir la correspondencia de Pío Araujo y Tomás Sarabia. A María se le menciona por primera vez en “Regeneración” en el artículo “La mujer acude a nuestras filas”, en el que destaca su participación en un mitin para denunciar el secuestro de Manuel Sarabia en julio de 1907.

María antes de hacer pareja con Ricardo Flores Magón, había tenido una hija llamada Lucía Norman Brousse. Esta hija fue producto de una relación extramatrimonial con Martín Epstein Norman, hombre casado con Isabel Salinas. Martín era Juez de Primera Instancia en el Gobierno de Porfirio Díaz. Él cambiaba frecuentemente de residencia cuando conoce a María.

Martín, junto con otros porfiristas, fue fusilado por órdenes de Pascual Orozco (hijo) el 27 de diciembre de 1910 en un lugar conocido como Arroyo Hondo, cercano al pueblo de Basúchil, Chihuahua. Estas serían las primeras aprehensiones y ejecuciones en los inicios de la revolución al rendirse la plaza de Ciudad Guerrero.

María se afilió al Partido Liberal Mexicano, liderado por los hermanos Magón, y junto con sus compañeros comenzó una ardua labor anarquista en los Estados Unidos, donde ella y Ricardo fueron frecuentemente vigilados y encarcelados en Los Ángeles. Mientras estuvieron cautivos, Ricardo y María se escribieron varias veces. Estas cartas, de amor y revolución, fueron sacadas de contrabando en secreto, escondidas en su ropa. Posteriormente serían publicadas como “Epistolario Revolucionario e íntimo”.

Ricardo y María nunca se casaron, ya que, según la filosofía anarquista, el matrimonio implicaría ser propietario y requeriría la aprobación oficial de las instituciones reguladoras de la iglesia y el Estado. Más bien, los dos se vieron a sí mismos como compañeros, cuyo amor y devoción el uno por el otro trascendieron los muros de la prisión. Ricardo, murió el 21 de noviembre de 1922 en la prisión de Leanvenworth, Kansas, y poco tiempo después muere Lucía.

María llega a Baja California
Después de haber muerto Ricardo y Lucía, María que radicaba en Los Ángeles, se fue a vivir a Colima, luego se cambió a Michoacán, donde la ayudó Lázaro Cárdenas, incluso, tenía una pequeña pensión que quincenalmente se le entregaba. En 1938, María solicitó apoyo al Presidente Cárdenas para trasladarse a Baja California y luego pasar a Los Ángeles, California para reunirse con su nieto, único familiar cercano que le quedaba. Nunca logró pasar, pero su nieto se trasladó algunas veces a Tijuana para ver por breves momentos con su abuela.

María traía una carta dirigida a Jesús Sobarzo Cortés y firmada por Agustín Carrillo, quien solicitaba a Sobarzo que asistiera a María mientras ella estuviera en Baja California, especialmente en Ensenada, donde se había ido a radicar Sobarso y su familia. Agustín y Jesús eran muy apreciados en Mexicali, debido a que habían ayudado a los campesinos en el movimiento conocido como “Asalto a las Tierras”, que concluyó con la toma de Álamo Mocho el 27 de enero de 1937.

A principios de diciembre de 1938, María deja Michoacán y se dirige a Baja California y después de un difícil viaje, llega a Mexicali el 18 de diciembre, y desde ahí comienza a escribir una serie de cartas que dirige a su amigo y compañero de lucha Agustín Carrillo, quien tenía un cargo en el gobierno de Michoacán. María describe las dificultades de su viaje, hasta los pormenores de su actividad que como luchadora social desarrolló en Mexicali y Ensenada durante sus primeros catorce meses en Baja California.

En Mexicali, María permaneció cuatro meses durante los cuales se puso en contacto con los campesinos que le dieron cobijo en el Ejido Islas Agrarias. Aquí se dedica a observar como estaban organizadas las diferentes agrupaciones agrarias y encuentra que los líderes de la Liga de Comunidades Agrarias, en contubernio con los capitalistas, explotan con salarios miserables a campesinos y campesinas; además el Banco Agrícola y La Jabonera, se quedan con la mayor parte de la riqueza. Los chinos tienen controlado el comercio y dan muy caros los artículos de primera necesidad. Sugiere que “la unificación internacional es el único medio para salvar a los trabajadores de la voracidad yanqui”, ya que “Indo América está ya en sus garras, es una realidad”.

Su llegada a Ensenada
María llega a Ensenada a principios de abril de 1939. Su primer morada será la casa de Jesús Sobarzo, ubicada en la calle Tercera y Obregón, donde permanecerá durante los primeros seis meses. Desde aquí le escribe cinco cartas a Agustín Carrillo, en las que se queja de la falta de interés por parte de los maestros por impartir cultura en las escuelas, pues “la enseñanza tiene que estar a la altura del siglo XX”.

“No hay juegos infantiles en las escuelas; ni tienen fiestas teatrales, nada que ilustre”. “Ahora que están de vacaciones, se van por las calles los hombres del futuro, con resorteras matando pájaros y tirando a los animales, bien si tuvieran en que divertirse no harían cosas repugnantes que perjudican, matan las hembras y tienen que morir los pollitos y se pervierten los sentimientos con esos principios de educación y no debemos permitir eso”.

La educación en Ensenada, era un tema prioritario para María. En sus cartas enviadas a Agustín, le recalcaba que recuperara parte de la biblioteca que poseía Raúl Palma, porque deseaba “formar una biblioteca aunque sea chica, (ya que) no ha entrado la revolución en Baja California”.

Durante seis meses, estuvo reclamando el equipaje que se supone llegaría a Tijuana por tren, pero se lo hicieron perdedizo en Mazatlán, de donde le decían que la bodega donde estaba su equipaje se había quemado.

A María le pudo mucho esta supuesta pérdida, debido a que era todo lo que poseía. El equipaje constaba de dos petacas con la mejor ropa que tenía María, y un cajón con libros y las fotografías ampliadas de su hija Lucía y su nieto; así como el libro “Tierra y Libertad”, de Ricardo Flores Magón, quien se lo había dedicado a María; además contenía la firma de varios de sus compañeros de lucha. También incluía una colección original del periódico Regeneración y abundante documentación histórica del movimiento revolucionario anarquista. Con el tiempo, María pudo comprobar que lo del incendio había sido una mentira. ¿Quién se quedó con todo esto? Sin duda, es un tesoro para la historia de México.

Mientras tanto, María seguía apoyando a los ensenadenses para tener una vida digna. Ella misma, se encargaba de reunir a un grupo de personas para solicitar las tierras correspondientes a El Ciprés y El Naranjo, para salir de la pobreza en que se encontraba en la ciudad, debido a que su raquítica pensión no le alcanzaba; además todo era muy caro en Ensenada. Estos trámites no tuvieron éxito.

Poco se sabe de sus últimos años de vida, Yolanda Sobarzo que la conoció cuando era niña, nos platica que María tenía depositada su fe en los más jóvenes, y platicaba frecuentemente con niños y adolescentes. Decía que ellos eran la esperanza “de los viejos no hay que ocuparse, porque ya estaban muy amañados y no cambian”.

Sola, enferma y muy pobre, María pasó sus últimos siete años en una casita de adobe que a principios de los 40, el entonces delegado de Gobierno, Julio Dunn Legaspy le mandó construir a finales de la Calle Ruiz. De su nieto Carlos que vivía en los Ángeles, ya no se volvió a saber nada. Fue encontrada muerta el 11 de septiembre de 1947. En el Acta de Defunción se asienta que falleció a consecuencia de una hemorragia cerebral.

Sin honores especiales, y con escaso acompañamiento, fue sepultada en el Panteón Municipal en una fosa de segunda clase. Así estuvo durante 20 años en el completo olvido, hasta que un grupo de ciudadanos que formaban el Patrimonio Cultural de Ensenada, hizo las gestiones necesarias ante el entonces Presidente Municipal de Ensenada, el Profesor Jorge Olguín Hermida para que se le hiciera una lápida, aunque fuera sencilla.

Olguín Hermida aceptó y cuando se instaló la lápida, se hizo una ceremonia con la asistencia de autoridades y los integrantes del patrimonio. Después volvió al olvido y durante 40 años nadie se acordó de María, hasta que recientemente en junio de 2017, un grupo de ciudadanos localizó la tumba y le hizo un breve homenaje a la revolucionaria.

Valentina Vázquez Ramírez
Conocí a Valentina Vázquez Ramírez en agosto de 1986. Fue en un homenaje público que el comité de campaña de Alfredo González Corral, entonces candidato a Presidente Municipal de Ensenada, le hizo en la Plaza Cívica.

En breve conversación que tuve con ella, me dijo que era la verdadera Valentina y que tenía 113 años de edad (en realidad, debió haber tenido alrededor de 100 años). Delgada y de semblante tranquilo, vestía el uniforme militar de coronela. A pesar de su edad, aun podía caminar, pero llegó al evento en una silla de ruedas y acompañada de la familia que en ese tiempo la asistía.

Atenta y visiblemente emocionada, escuchó la canción emblemática de “La Valentina”, supuestamente, compuesta en su honor. También se interpretaron otras canciones que se hicieron populares durante el tiempo que duró la revolución, como “La Rielera” y “La Adelita”. Todas fueron alegremente entonadas por el mariachi de la Segunda Zona Militar.

Al terminar la tanda de canciones revolucionarias, La Valentina se ofreció a dar un discurso, y después de ser asistida para ponerse de pie, tomó el micrófono y con decidida voz comenzó preguntando que ¿dónde estaba Abiú? (amigo periodista de La Valentina), que no lo veía; luego siguió defendiendo a los campesinos que no tenían tierra, que ella iba a estar siempre con los más pobres, porque para eso luchó en la Revolución. Terminó diciendo ¿dónde está Abiú?

Valentina se dedicó a trabajar la tierra y a defender a los campesinos en dos ejidos de Ensenada. En el Ejido Francisco Zarco del Valle de Guadalupe, vivió entre 1965 y 1984. Luego se le pudo localizar apoyando a un grupo de solicitantes de tierra en el Cañón de San Matías, a 155 km al Este de Ensenada, rumbo a San Felipe. Ahí vivía con una familia formada por Braulio Díaz Chavarín y Nachita su esposa, integrantes del grupo solicitante de tierra conocido como “Alianza para la Producción”.

En 1986, tenían 8 años solicitando las tierras. En ese tiempo, La Valentina seguido acudía al hospital, debido a lesiones por caídas y a cuadros de desnutrición, por la deficiente alimentación. A partir de 1987, ya no se le pudo localizar en Ensenada, debido a que fue internada en un asilo para ancianos en la ciudad de Brawley, California.

Después de cinco años de enfermedades, falleció en un hospital de California. Sus restos fueron cremados, y sus cenizas arrojadas en las aguas del Golfo de California, frente a las costas de San Felipe, como ella lo había pedido.

Valentina Vázquez Ramírez, y María Brousse de Talavera, fueron dos mujeres valiosas que merecen ser recordadas, pues también son parte de la historia de Ensenada. Nos corresponde a nosotros luchar por que ellas tengan el lugar que les merece la historia.

Agradecimientos a Yolanda (Yoly) Sobarzo, por su información relacionada con los primeros meses que María vivió en su casa; a Benjamín Pablo Norman, sobrino bisnieto de María, quien me proporcionó valiosa información de Martín Epstein Norman, padre de Lucía hija de María; a mi hermano José, por haberme proporcionado las 12 copias de las cartas que María escribió en Mexicali y Ensenada, todas inéditas. A Peggy Bonilla, que ha seguido la trayectoria de estas dos grandes mujeres.

*Cronista oficial de Ensenada

arnulfoestrada54@gmail.com

 

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