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Heridas abiertas

Luego de 15 años del linchamiento de policías federales en el pueblo de San Juan Ixtayopan, en Tláhuac, las llagas continúan expuestas y los habitantes prefieren no recordar el hecho
jueves, 28 de noviembre de 2019 · 00:00

VICTOR VORRATH/AGENCIA REFORMA
Ciudad de México

Las heridas por el linchamiento en 2004 de policías federales en San Juan Ixtayopan, Tláhuac, siguen abiertas a 15 años de los hechos.

En un recorrido de Grupo Reforma en la colonia Jaime Torres Bodet, donde ocurrió la tragedia, los habitantes se resisten a hablar de los hechos y quienes acceden, lo hacen con la condición de que no se revele su identidad.

“No se habla del hecho, quedó (mal) la delegación, no tanto la colonia. Incluso si tu ibas a otro lado y pedías el servicio de taxi, te decían ‘ahí no vamos’, no querían venir, por el simple hecho de mencionarlo”, dice un vecino.

Atribuye los linchamientos a gente extraña que no era de la localidad, de la que no se conocía su procedencia ni se podían saber sus intenciones.

“Había gente extraña, gente que tenía cubierta la cara, para ser vecinos no nos tapamos la cara, pues todos nos conocemos. El punto fue ese, que vinieron personas ajenas a nuestra comunidad que hicieron eso”.

Recuerda que el rumor de unos secuestradores de niños desató todo el infierno que sobrevino después, por lo que reflexiona que la gente tiene que aprender a tomar decisiones sensatas en situaciones de esta clase.

“Fue algo que fue creciendo con el rumor, en el momento todos traemos el instinto animal, nos contagiamos o se contagia la gente. Creo que fue eso lo que pasó”, señala.

Otro vecino que vive muy cerca de la zona del linchamiento asegura que las heridas que hay entre la población se deben a la detención de inocentes.

“Muchos salieron resentidos, perdieron muchos años de su vida, otros salieron mal de salud”, declara.

Descarta que en la época hubiera terroristas y guerrilleros, como se llegó a afirmar durante las investigaciones.

Para otra vecina, el linchamiento cambió súbitamente el modo en que se desarrollaba la vida en la colonia.

Cuando se registró la matanza de los federales, ella era una niña y se encontraba en el patio de su casa. Al oír a la turba enardecida y la posterior reacción policial, su familia la escondió debajo de la cama. Desde ese momento, los habitantes tenían un nuevo vecino: el miedo.

“En esa época tenía como unos 8 o 10 años, más o menos, estaba en mi casa, a la otra calle se escuchaba a los policías, los helicópteros, un buen de gente gritando, estábamos en el patio cuando empezó a pasar todo eso y nos empezaron a decir que nos escondiéramos, nos metimos debajo de las camas, las ventanas vibraba bien feo por los helicópteros”.

Al DÍA SIGUIENTE...
Al día siguiente del linchamiento las calles estaban vacías. Presos del miedo, los vecinos no se atrevían a salir de sus casas. Esta zozobra la vuelven a vivir algunos de los habitantes cuando se les vuelve a preguntar los hechos, aunque hay otros que ya han normalizado la tragedia e incluso hacen chistes de ella.

Las detenciones arbitrarias obligaron a mucha gente a irse de Ixtayopan y, tras la tragedia, llegaron vecinos nuevos, para quienes el linchamiento no significa demasiado y prefieren no opinar del tema. Puede ser eso o el temor que aún pervive.

Justo frente a las cruces que tienen inscritos los nombres de los agentes asesinados, la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México instaló una cámara de vigilancia y un botón de pánico.

A pesar de ello, Ixtayopan no se salva de la inseguridad que predomina en tantos puntos de México.

Cuando se le pregunta a una de las entrevistadas si la vigilancia ha mejorado desde el linchamiento, niega de forma lacónica: “No, realmente no. Realmente está muy pesado, hay veces que también está muy feo”.

Otro de los entrevistados dice que, para contrarrestar la falta de presencia policial, los vecinos se organizan en grupos para hacer rondines, porque cuando necesitan ayuda de la Policía, los agentes siempre llegan tarde.

¿QUÉ PASÓ?
El 23 de noviembre de 2004, el horror y la barbarie se reprodujeron en los televisores de miles de mexicanos en todo el país. El epicentro: San Juan Ixtayopan, en Tláhuac.

Tres elementos de la entonces Policía Federal Preventiva (PFP) realizaban una investigación encubierta contra el narcomenudeo afuera de escuelas del pueblo.

Cerca de las 18:00 horas, los agentes fueron considerados sospechosos por supuestamente tomar fotos y video a alumnos, según versiones de los habitantes, por lo que no tardó en difundirse el rumor de que eran secuestradores de niños.

Varios habitantes bajaron de un auto Focus a los tres agentes y los amarraron en la calle Educación Tecnológica de la colonia Torres Bodet, donde se congregaron más de 200 personas.

Hacia las 20:00 horas llegó la delegada de Tláhuac, Fátima Mena, para tratar de negociar la libertad de los policías, pero los pobladores la corrieron del lugar.

La gente comenzó a golpear a los detenidos y juntaron ramas y papel, material con el que formaron una fogata.

Interrogado por la prensa mientras permanecía en el suelo con el rostro desfigurado por los golpes, uno de los agentes logró informar que él y sus compañeros eran elementos de la PFP y que realizaban una operación encubierta contra el narcomenudeo e incluso llamó a su jefe para pedir refuerzos, ya que temía que los lincharan.

El subsecretario de Seguridad, Gabriel Regino, buscó liberar a los federales dialogando con los pobladores. Hasta el titular de la Secretaría de Seguridad del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, sobrevoló en helicóptero el lugar durante los linchamientos.

Aunque la noticia ya había corrido como reguero de pólvora por todo el país a través de las pantallas de televisión, ni las autoridades del Gobierno de la República ni las del DF pudieron impedir que dos de los tres agentes fueran quemados vivos después de haber sido golpeados brutalmente, a pesar de estar cercada la zona por 350 policías.

Fue así que fallecieron en el lugar el subdirector de inteligencia de combate al narcomenudeo Víctor Mireles Barrera y el suboficial Cristóbal Bonilla Marín.

Édgar Moreno Nolasco, el tercer agente federal retenido, fue rescatado con vida por elementos del Grupo Especial de Reacción Inmediata de la Policía Judicial del DF.

POLITIZAN MUERTES
¿Cómo fue que ninguna autoridad federal o del Gobierno del DF pudo evitar el linchamiento de los dos agentes federales en San Juan Ixtayopan si hasta la prensa pudo llegar hasta ellos para obtener sus últimas palabras?

Esta y muchas más preguntas surgieron tras fracasar el rescate de los agentes Víctor Mireles Barrera y Cristóbal Bonilla Marín.

Tras los muertos, el linchamiento en Tláhuac se politizó entre el Gobierno federal, encabezado por Vicente Fox, y el del Jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador.

Dos semanas después de los hechos, Fox destituyó al almirante José Luis Figueroa Cuevas, comisionado de la Policía Federal Preventiva, pero no a Ramón Martín Huerta, titular de la Secretaría de Seguridad Pública. Posteriormente destituyó al titular de la SSP del Distrito Federal y actual secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard.

López Obrador defendió a Ebrard y declaró que la sanción contra éste buscaba limitar sus derechos políticos para que no pudiera participar en candidaturas.

Las aspiraciones políticas de Ebrard no se vieron frustradas, pues López Obrador lo incorporó de nuevo a su gabinete como secretario de Desarrollo Social.

Las investigaciones llegaron a contemplar una teoría rocambolesca que con los años no pudo comprobarse: que la PGR investigaba operaciones del Ejército Popular Revolucionario (EPR), al que se le atribuyó instigar el linchamiento de los agentes.

Según esta versión, el subinspector Mireles Barrera daba seguimiento a los integrantes del Comité “Cerezo Contreras” y los vínculos con el EPR en Tláhuac.

¿Y LA JUSTICIA?
Entre los principales instigadores del linchamiento de los policías federales en Tláhuac se identificó a Alicia Zamora, “La Gorda”, y a Eduardo Torres, presuntos narcomenudistas a quienes los agentes les seguían la pista y que nunca fueron detenidos.

Torres, de acuerdo con las investigaciones de la época, era un simpatizante del PRD que gestionaba créditos de vivienda para habitantes de San Juan Ixtayopan.

Al día siguiente del linchamiento, la AFI detonó una redada. Más de 30 personas fueron detenidas, de las cuales a 22 se les siguió proceso en prisión y pasaron varios años sin recibir sentencia.

La PGR había pedido 60 años de prisión para los detenidos por homicidio calificado y en grado de tentativa, así como por robo, pero en 2009 solamente logró condenar a 9 de ellos a 46 años de prisión.

Hasta 2010, de las más de 30 personas indiciadas, solamente seguían vigentes cuatro sentencias condenatorias. Las demás personas fueron puestas en libertad debido a diversas irregularidades en los procesos, murieron en prisión o estaban sujetas a proceso.

Tras recuperarse de sus lesiones, el agente Édgar Moreno Nolasco obtuvo diversos cargos en la Policía Federal Preventiva y, posteriomente, desarrolló actividades diplomáticas dentro de la corporación. En 2018 recibió una mención honorífica de manos del presidente Enrique Peña Nieto.

Peña también otorgó la condecoración Caballero Águila a los familiares del suboficial Cristóbal Bonilla Martín y del Inspector Víctor Mireles Barrera, los compañeros de Moreno Nolasco que fallecieron.

Así lo dijeron
Comerciante (mujer): “Con el hecho de estar viendo, se tomó parte en el linchamiento, lo cual estuvo mal, pero bueno, ya no se puede hacer más, ya lo pasado, pasado, desgraciadamente sí quedaron muchas heridas para mucha gente”.

Vecina: “Todavía se siguen acordando mucho, creo que eso no se va a olvidar, todavía llega a haber comentarios de que aquí es de donde los lincharon y quemaron”.

Vecino: “Yo siento que sí (hay heridas abiertas), sobre todo en los que estuvieron detenidos, muchos salieron resentidos, perdieron muchos años de su vida, otros salieron mal de salud”.
 

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