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Propuesta de acabar con los encinos

Estos árboles constituyen los únicos bosques silvestres en el matorral costero y el chaparral de montaña en Baja California; hoy se encuentran muy disminuidos, por lo que promover acciones para que se sigan talando es condenarlos a su desaparición en nuestro Estado
sábado, 14 de diciembre de 2019 · 00:00

CARLOS LAZCANO/COLABORACIÓN
carloslascano@hotmail.com | Ensenada, B. C.

Según un estudio que dio a conocer el periódico El Universal, al 78 por ciento de los mexicanos les importa poco o nada la preservación del medio ambiente natural.

Ciertamente no me sorprende este dato, ya que aquí, en Baja California, uno de los Estados con mejor nivel económico y cultural, ya desde hace tiempo he notado como la gran mayoría de los bajacalifornianos no aprecian sus áreas naturales; por el contrario, suelen avalar proyectos que están en contra de ellas.

En Ensenada, tenemos buenos ejemplos de ello. Buena parte de las playas han sido destruidas, al igual que las lagunas costeras, y las que sobreviven se encuentran fuertemente amenazadas por el crecimiento de la ciudad.

Las zonas de árboles, poco a poco, están siendo destruidas. Una de las últimas que quedan, el Cañón de Doña Petra, se encuentra muy disminuida y gravemente afectada por visitantes que la ven más como basurero que como sitio de esparcimiento.

El extremo de esto son los bajacalifornianos que aprueban las carreras fuera de camino, como la Baja 1000 y la Baja 500, que son altamente depredadoras y afectan grandes regiones naturales de la península. Aquí los amantes de estas carreras pregonan que no les importa la naturaleza y que prefieren las carreras, aun si destruyen áreas naturales y aun si violan leyes y derechos de la gente.

México es uno de los países con mayor biodiversidad en el mundo y con una de las mayores diversidades en su geografía. Pero, como vemos, a los mexicanos poco les interesa esto, y debido a esto rápidamente estamos perdiendo dicha riqueza. Mi conclusión es que tenemos un país que no merecemos, que no amamos, que no apreciamos.

CARBÓN DE ENCINO
Hace poco leí aquí, en El Vigía, una noticia que me sorprendió, el encabezado decía: “Enseñarán a hacer carbón de encino”. Se comenta en esta nota que la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural en Baja California (Sader) impartiría un curso, los días, 28, 29 y 30 de noviembre, para la elaboración de carbón vegetal a partir de árboles de encino.

Participarían en este curso personal de la Comisión Nacional Forestal, el Comisariado del Ejido Laguna Hanson, el Centro de Investigación Regional del Norte y el Instituto de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias. El curso se desarrollaría en pleno corazón de la Sierra Juárez.

El subdelegado de la Sader, el señor Juan Manuel Martínez Núñez, indico las utilidades y ventajas del carbón del encino, razón por la cual están promoviendo este curso entre la gente de campo, especialmente de la que viven en zonas boscosas con encino.

La noticia es sorprendente ya que justamente le apuesta a la deforestación y a la depredación de nuestros recursos naturales, cuando la actitud del Gobierno debería ser la de protegerlos.

Los encinos constituyen los únicos bosques silvestres en el matorral costero y el chaparral de montaña en Baja California y hoy se encuentran muy disminuidos. Promover cursos y acciones para que se les siga talando es condenarlos a su desaparición en nuestro Estado.

CIENTOS DE AÑOS DE HISTORIA
Estos encinos tardan cientos de años en crecer, si se les sigue talando ya no habrá renuevos ni nuevos arbolitos que sustituyan a los viejos y centenarios encinos que aún son parte de nuestro paisaje serrano, y son refugio de innumerables especies que habitan entre sus ramas. Es decir, en el caso de los encinos ya no hay manera de reforestar, lo que hay que hacer es cuidar lo que nos queda.

Con este curso que está ofreciendo el Gobierno llegarán los taladores y, en pocos segundos, acabarán una vida que ahí llevaba cientos de años.

Contraria a estas acciones, se debería promover el respeto a éste y todos los árboles, y castigar fuertemente a quien atente y tale alguno. Las supuestas “ventajas” que señaló el subdelegado ciertamente no existen, ya que al talarlos nos estaremos haciendo un gran daño que de ningún modo compensarán dichas “ventajas”.

Los encinos traen muchas bendiciones a nuestra tierra, entre ellas, ayudan a conservar la humedad y atraen la lluvia, si se les tala, por lo contrario, la lluvia se alejará, estaremos con mayores sequías y le apostaremos al incremento de los incendios y al calentamiento global.

Igual, los encinos ayudan a que se conserve el suelo, retienen materia orgánica, protegen a numerosas especies benéficas y sobre nos dan oxígeno, limpian el cielo y absorben mucho polvo. Han sido cientas las ocasiones, a lo largo de mis numerosas caminatas por mi tierra, en que he encontrado un abrigo bajo la sombra de un encino.

Los bosques de encino de Baja California están disminuyendo rápidamente debido a que muchos los consideran únicamente como fuente de leña, o carbón, como ahora se pretende desde el Gobierno.

ÚNICAS EN EL MUNDO
En nuestro estado existen varias especies de encino, algunas endémicas, es decir, que no se les encuentra en ningún otro lugar del planeta Tierra. Se les encuentra desde cerca del nivel del mar hasta las regiones bajas de ciertas sierras, como la de Juárez y San Pedro Mártir.

Llegan a formar inmensas arboledas con árboles frondosos, lo que podría desaparecer si insistimos en seguir deforestándolos.

En Ensenada, antes había grandes bosques, los fueron desapareciendo al ir creciendo la ciudad. Uno de los pocos vestigios que quedan de ellos los tenemos en el Cañón de Doña Petra, donde ya solo quedan muy pocos, y no son apreciados, ya que el cañón es utilizado más como basurero, y el arroyo que ahí corre se encuentra altamente contaminado. Pronto podrían desaparecer del todo de nuestra bahía, lo cual sería una tristeza.

En San Antonio de las Minas aún se conservan algunos encinales muy hermosos, los que esperamos se preserven. Recuerdo un famoso restaurante de esa zona el que está cobijado bajo la sombra de un enorme y frondoso encino.

He leído los diarios de los primeros exploradores de nuestra Ensenada de Todos Santos, y casi en todos ellos se menciona la existencia de grandes encinales, especialmente el diario de fray Jun Crespí y el de fray Junípero Serra.

Ojalá que nuestras autoridades recapaciten, y en vez de dar cursos que promuevan la tala de estos grandes árboles, se busque concientizar en la importancia de su conservación y en la tanta falta que nos hace amarlos, ya que son quienes permiten que tengamos un clima muy agradable y el oxígeno que nos da vida.

México es uno de los países con mayor biodiversidad en el mundo; pero pareciera que a los mexicanos poco les interesa y, debido a esto, estamos perdiendo dicha riqueza; tenemos un país que no merecemos, que no amamos y que no apreciamos.

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