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Amar a los niños más desvalidos: Gerardo y Bety Fernández Rosiñol

Hacen falta más personas como ellos en nuestra política; más interesadas en el bien común que en el propio; con testimonio de toda una vida a favor de las causas más humanas. Ellos me recuerdan a la sabiduría de ciertos grupos indígenas, que solo aceptan en los cargos dirigentes a personas con un testimonio de toda la vida
viernes, 5 de abril de 2019 · 00:00

CARLOS LAZCANO SAHAGÚN/COLABORACIÓN
carloslascano@hotmail.com | Ensenada, B. C.

Últimamente me ha resultado molesto escuchar comentarios que afirman que los mexicanos somos corruptos por herencia genética, o que la corrupción política que impera en nuestro país es reflejo de cómo somos los mexicanos. Finalmente eso es lo que los políticos quieren que creamos, que nacimos corruptos, que somos corruptos por cuestión cultural, y otras sandeces por el estilo. Lo malo es que hay muchos mexicanos que se creen estas falsedades.

Los mexicanos somos tan buenos o tan malos como cualquier ser humano, así sea chino, gringo, finlandés, africano, judío, etc.

Lo que sucede es que mexicanos malos se adueñaron de nuestra política desde hace muchos años y diseñaron el sistema actual para permanecer siempre en el poder. Este sistema privilegia a lo malo, desechando lo bueno. Es decir, tiene una serie de filtros, de tal manera, que solo corruptos puedan llegar a los puestos de grandes decisiones. Se trata de un sistema corruptor por excelencia, es más, se alimenta y vive de la corrupción.

Yo conozco a muchos mexicanos que son excelentes personas, honestos, trabajadores, que se manejan con ética, capaces de resolver muchos problemas. Ciertamente resulta raro que este tipo de mexicanos no lleguen a esos puestos. Nuestro sistema político solo acepta basura, al grado que muchos creen que todos los mexicanos somos basura. Pero no, es una aseveración totalmente falsa, como lo comenté.

Y esto nos los dejan ver personas como Gerardo Fernández y su esposa Bety Rosiñol, debido a su larga trayectoria en favor de los niños más desamparados de nuestra ciudad, esos niños que muchas veces quedan abandonados a su suerte debido a que sus padres están en la cárcel, o son drogadictos, o abusan y golpean, y por muchas desgraciadas razones.

Su labor humanitaria la han desarrollado en la Casa Albergue Temporal para Niños, desde hace 24 años. Este albergue fue establecido hace 28 años por la señora Carmen Alicia Salazar, ya fallecida, quien encontró en personas como Bety y Gerardo importantes aliados que han sabido continuar esta obra.

GRANDES HUMANISTAS
Bety y Gerardo son parte de un equipo que se encarga de estos niños. Se trata de un patronato que busca continuamente fondos para que los niños sean atendidos de una manera adecuada, mientras permanecen en el albergue. Pero no solo es la búsqueda de fondos, Estos esposos están al pendiente de ellos directamente, son como sus hijos y los tratan con un cariño y un amor que solo demuestran quienes aman a la humanidad de verdad. Bety y Gerardo han adquirido ese humanismo como parte de su ser católico. Dentro de la Iglesia católica existen miles de santos que han dado testimonios verdaderamente ejemplares a lo largo de sus 2 mil años de historia, y hoy Bety y Gerardo buscan acercarse a estos testimonios, a ese amor a Cristo, a través del amor a esos niños, los más desvalidos, en los que la presencia de Dios es total. Ellos son continuadores de esa tradición de amor.

Existen en nuestra ciudad muchos testimonios parecidos al de Gerardo y Bety, pero no suelen ser objeto de la prensa, no suelen ser difundidos, de ahí que la gente piense que los mexicanos somos como nuestros políticos, porque los testimonios de ellos son promovidos por todos lados.

Además, muchas de las personas que dan los mejores testimonios no les gusta promoverlos, ya que lo hacen de corazón, buscando eso de que “tu mano izquierda no se entere de lo que hace la derecha”.

Pero nos urge promover ejemplos como el de Bety y Gerardo, son testimonios de verdadera vida. Su matrimonio ha sido fecundo, no solo por los hijos que han engendrado y adoptado, que son ciudadanos ejemplares, sino además por toda esa labor a favor de esos niños, que a muchos ha rescatado de una vida que se perdía. Los valores que Bety y Gerardo nos muestran son parte de los valores con que nos formaron los misioneros, son parte de nuestras raíces e identidades, son parte de esos cimientos con que nuestra ciudad fue iniciada y fue creciendo. Tenemos un lado lleno de generosidad y de amor por el prójimo, sensible a nuestros sectores más débiles y necesitados.

HACEN FALTA MÁS COMO ELLOS
El tipo de personas que son Gerardo y Bety son el tipo de personas que nos hacen falta en nuestra política, personas más interesadas en el bien común que en el propio. Personas con testimonio de toda una vida a favor de las causas más humanas. Ellos me recuerdan a la sabiduría de ciertos grupos indígenas, que solo aceptan en los cargos dirigentes a personas con un testimonio de toda la vida.

En lo personal, me siento profundamente orgulloso de mis amigos, Bety y Gerardo, su ejemplo siempre ha calado en mi conciencia y me anima a hacer yo las cosas bien y buscar el beneficio de otros, llevar esta mística en todo lo que hago. Amigos como ellos comprometen, y no puede uno dejar de hacer un esfuerzo, aunque sea pequeño para apoyarlos e intentar imitarlos.

No es de extrañar este testimonio de Gerardo y Bety. Ambos vienen de familias bien allegadas, llenas de valores positivos y de compromisos hacia la sociedad que pertenecen. Don José Luis Fernández Bandini, padre de Gerardo, es bien conocido todo el bien que realizó por nuestra ciudad. Igualmente, el señor Rosiñol, padre Betty es un ser humano lleno de grandes valores. Sus hijos nos dan su testimonio.

“Las cosas buenas que hiciste por alguien y nunca se enteró (ni se va a enterar) o las cosas que callaste por cuidar, son el amor más real que conozco”
 

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