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Cortés, su huella en México

Mientras los mexicanos no aceptemos y nos reconciliemos con la figura de Hernán Cortés, tendremos esa herida abierta que, en realidad, no tiene razón de ser. Cortés actuó conforme a su tiempo y, gracias a eso, fundó nuestro país y procuró sentar las bases para su mejor desarrollo
martes, 9 de abril de 2019 · 00:00

CARLOS LAZCANO/COLABORACIÓN
carloslascano@hotmail.com | Ensenada, B. C.

Con la carta que recientemente enviará nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador, al Rey de España, se revivió una polémica que en realidad no tiene razón de ser. En varios artículos iremos comentando aspectos de esta polémica. Iniciamos con la historia de los restos de Cortés, los que descansan en nuestro país porque esa fue la voluntad de nuestro fundador.

Hernán Cortés, el fundador de México, murió la noche del viernes 2 de diciembre de 1547, en la pequeña comunidad de Castilleja de la Cuesta, cercana a Sevilla, en el sur de España. Tenía 62 años.

En su testamento, Cortés había asentado que deseaba ser enterrado en México, lugar al que amaba más que a España. El 4 de diciembre su cadáver fue depositado en el mausoleo del duque de Medina Sidonia, en San Isidoro del Campo, cerca de Sevilla, en lo que se veía la forma de trasladarlo a México. Tres años después, en 1550, sus restos fueron trasladados junto al altar de Santa Catarina, en la misma iglesia, por necesidad de espacio en el mausoleo del duque de Medina Sidonia.

En 1566, quince años después de su muerte, los restos de Cortés fueron trasladados a la Nueva España en una urna cerrada, forrada en terciopelo. Se les dio sepultura en la iglesia de San Francisco de Texcoco, donde estaban enterradas su madre (Catalina Pizarro) y una de sus hijas. En este sitio reposarán los huesos 63 años.

En 1629, al morir don Pedro Cortés, cuarto marqués del Valle, y último en la línea de descendencia masculina, se decidió enterrarlo en la iglesia de los franciscanos en México. Así, el virrey y el arzobispo aprovecharon la ocasión y trasladaron, junto con don Pedro, los restos de su gran abuelo Hernán Cortés a donde “tomó descanso el último de sus herederos varones”.

Los huesos de Cortés fueron mantenidos durante nueve días en la sala principal del palacio de su Estado en donde se honraron. Posteriormente, se abrió un nicho en la pared detrás del Sagrario de la iglesia de franciscanos, y se depositó la urna con los huesos, resguardada por una puerta doble de hierro y madera dorada con cristal, sitio donde permanecieron por 87 años. Posteriormente, en 1716 , volvieron a cambiar los restos de lugar, y los trasladaron a la parte posterior del retablo mayor, en la misma iglesia. En este sitio permanecieron 78 años.

En 1794, se sacó la urna de madera dorada y cristales, con cuatro asas de plata, y que tenía en la cabecera pintadas las armas del marqués. Dentro de la urna se hallaron los huesos envueltos en una sabana, bordada de seda negra y con encaje. El cráneo estaba en un pañuelo de la misma tela con encaje blanco en la orilla. La urna fue trasladada al Hospital de Jesús, fundado por Hernán Cortés.

EVITAN UNA PROFANACIÓN
El 8 de noviembre del mismo año, se alfombró la iglesia de Jesús, se colocaron treinta blandones de plata en el sepulcro, que constaba de un zócalo, una urna con un busto del conquistador hecho por Manuel Tolsá, y una estela con el escudo del Marqués dorado a fuego. La ceremonia se anunció con campanas por toda la ciudad y fue celebrada por fray Servando Teresa de Mier. En este sitio reposaron por 23 años.

En 1823 era casi inminente la profanación de este monumento por el movimiento de Independencia y sus partidarios, que querían quemar los restos del conquistador en la plaza de San Lázaro, por lo que fue preciso esconder los restos de Cortés. Para ello, el ministro don Lucas Alamán, junto con el capellán mayor del Hospital, doctor Joaquín Canales, la noche del 15 de septiembre de 1823 extrajeron los huesos de su mausoleo, y los colocaron bajo la tarima del hospital de Jesús.

El mausoleo fue desmantelado y el busto y armas de bronce dorado se remitieron a Palermo, con el señor duque de Terranova. Con este traslado se hizo creer que los huesos ya no estaban en México. Bajo esta tarima se resguardaron los huesos de Cortés 13 años. De debajo de la tarima del altar mayor, se cambian en 1836 a un nicho en el muro del lado del Evangelio, en donde estaba el monumento, y se cerró el nicho sin ninguna otra referencia. En este nicho estuvieron reposando en secreto 110 años.

Don Lucas Alamán entregó a la Embajada de España una copia del llamado “Documento del año 1836” que revelaba el lugar del secreto entierro del marqués, esta copia se mantuvo en secreto.

EN BÚSQUEDA DE LOS RESTOS
En 1946 se tuvo acceso a este documento por parte de algunos investigadores de El Colegio de México, quienes convencidos de su autenticidad decidieron buscar los restos ocultos.

El domingo 24 de noviembre comenzó la excavación en el lugar del muro contiguo al altar mayor que señalaba el documento. Dos horas después, descubrieron una gran losa que ocultaba la bóveda con la urna. Finalmente con un golpe de barrena, la urna con el terciopelo bordado en oro quedó al descubierto. La noche siguiente se hizo público el hallazgo, y se quitó la urna y el forro de terciopelo, la primera cubierta de plomo y la caja de madera. Entonces apareció una urna de cristal y se vieron los envoltorios de los huesos.

El 28 de noviembre de 1946 se expidió un acuerdo presidencial en el que se confió al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) la custodia de los huesos, y realizar estudios para autentificar los mismos, que en caso de confirmarse, se conservarían en el mismo Hospital de Jesús.

Confirmada la autenticidad de los huesos, la comisión encargada de este estudio recomendó se restaurara la cubierta exterior de terciopelo, las cajas de plomo, la caja de madera y la urna de cristal; y que se depositaran los huesos en el mismo nicho en que fueron encontrados.

Así se hizo, y el 9 de julio de 1947 se reinhumaron los restos de Hernán Cortés y se puso sobre el muro de la iglesia una placa de bronce, de 1.26 metros por 0.85 centímetros con el escudo de armas de Cortés con la inscripción: HERNÁN CORTÉS, 1485-1547. Hasta la fecha, ahí siguen los restos de Cortés.

Como lo sugiere Octavio Paz, mientras los mexicanos no aceptemos y nos reconciliemos con la figura de Hernán Cortés, tendremos esa herida abierta que, en realidad, actualmente no tiene razón de ser para los mexicanos. Cortés actuó conforme a su tiempo y, gracias a eso, fundó nuestro país y procuró sentar las bases para su mejor desarrollo.

Gracias a Hernán Cortés existe México, gracias a él hablamos español, gracias a él tenemos a la Virgen de Guadalupe y al catolicismo, gracias a él somos un pueblo mestizo, gracias a él tenemos las instituciones que tenemos. De hecho sin su figura la historia de México no se podría explicar. Debemos aceptarlo y honrarlo como lo que fue, el fundador de México. Cortés tiene más elementos para ser padre de la patria que Hidalgo.

HOSPITAL DE JESÚS
El Hospital de Jesús se encuentra en pleno Centro de Ciudad de México. Se trata del primer hospital que hubo en la América, y uno de los edificios más viejos de México, ya que fue establecido por el propio Hernán Cortés en 1524. La labor asistencial de este hospital no se ha interrumpido desde su fundación, por lo que lleva 492 años en funciones.

En sus primeros tiempos este hospital recibió el nombre de la Purísima Concepción, aunque popularmente se le conocía como “Hospital del Marqués”, en alusión a Hernán Cortés, quien era el marqués del Valle de Oaxaca.

Hacia 1676 fue en este hospital que se realizaron las primeras autopsias en América, con fines educativos y didácticos. Entrando el siglo XVIII fue establecida en este hospital la “Regia Academia Mariana Práctica Médica”, que llegó a ser fundamental en la enseñanza de la Medicina en la Nueva España.

Durante muchos años este hospital ha funcionado como una institución privada de beneficencia a cargo de los descendientes del fundador de México. En 1904, por medio de un decreto del Gobierno Federal, el Hospital de Jesús siguió funcionando como institución de beneficencia privada. Desde la Independencia y hasta 1932 los patronos directores del hospital fueron los príncipes Pignatelli, marqueses del Valle de Oaxaca y descendientes de Hernán Cortés, el fundador de México.

En 1629 terminó la línea masculina de los Cortés y por matrimonio con la familia napolitana de Tagliavia de Aragón, el marquesado se vinculó con el ducado de Terranova. A su vez, esta familia, por vía femenina se desposó con la Pignatelli vinculándose de esta manera los títulos nobiliarios con el principado de Noira y el ducado de Monteleone.

Los Pignatelli continuaron recibiendo de la Monarquía Española las mercedes otorgadas por Carlos V a Hernán Cortés de manera regular, incluso después de realizarse la Independencia de México, ya que las deudas públicas del virreinato fueron reconocidas íntegramente por la naciente nación.

Después de 1932 el Hospital de Jesús ha sido manejado por un patronato de médicos mexicanos, quienes han continuado con la labor altamente altruista, así como incrementando el patrimonio del hospital y mejorando sus instalaciones, servicios médicos y asistenciales y su nivel profesional.

CONSTRUIDO EN 1521
La construcción de este hospital data de 1521, poco tiempo después de que Cortés conquistara a los aztecas. Su construcción obedeció a la atención que requerían muchos de los sobrevivientes y heridos de la lucha de conquista. Su diseño fue obra de don Pedro Vázquez. Fue inaugurado por Cortés en 1524, pero su construcción se terminó hasta casi cien años después, cuando llegó a tener hasta 400 camas. Continúo la construcción don Alonso Pérez de Castañeda, y quien llegó a terminarla fue don Antonio de Calderón Benavides.

De hecho, en su diseño y construcción participaron algunos de los mejores arquitectos de la Nueva España, entre quienes estaban Claudio de Arciniega, Diego de Aguilera, Sebastián Zamorano, Pedro de Arrieta y Francisco Antonio Guerrero y Torres.

Este hospital excluía la atención de los locos, sifilíticos y leprosos, para quienes Cortés levantó el hospital de San Lázaro. Fue en este hospital que trabajaron los primeros médicos españoles que hubo en México. Cuando Cortés murió, dejó en su testamento una serie de bienes dedicados al sostenimiento del hospital.

El Hospital de Jesús y su historia cortesiana es muy poco conocida. Visitarlo debería ser algo importante, ya que ahí descansan los restos de quien diera inicio a México. El edificio del Hospital es realmente hermoso y vale la pena conocerlo, ya que nos transfiere a la época en que nuestro país estaba naciendo.
 

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