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Hay que prepararse con buenas obras antes de la muerte

jueves, 3 de noviembre de 2022 · 00:00

KARLA PADILLA/EL VIGÍA
kpadilla@elvigia.net | Ensenada, B. C.

La muerte de un ser querido, por enfermedad, violencia o accidente, es un dolor que todos han padecido, pero esa experiencia sólo es el final de la estancia terrena y el encuentro con Dios, señaló Rafael Valdez Torres.
Durante la homilía de ayer, con motivo de la celebración del Día de Muertos, el obispo de la Diócesis de Ensenada recordó que la experiencia de la muerte de los familiares y seres cercanos siempre genera lágrimas y dolor. 
“Esa experiencia tan real, hoy la revivimos en este día en el que hacemos oración por los fieles difuntos, los panteones, los camposantos, los lugares donde están las criptas donde reposan seres queridos, restos humanos, hoy se llenan de flores y de lágrimas como aquellas lágrimas del día de la muerte de nuestros seres queridos”, compartió. 
En ocasiones, dijo, se siente impotencia por no hacer algo o remordimiento por haber hecho más de lo que se hizo por ayudar al ser querido, sin embargo, las lágrimas deben convertirse en oración personal no para recriminarle a Dios, sino para poner el alma del difunto en sus manos. 
Recordó que, anteriormente, la gente acostumbraba hacer jaculatorias como “Sagrado corazón de Jesús, ayúdame”, “Gloria al Padre, al hijo y al espíritu santo”, “Señor, cuídame”, “Señor, protégeme” ante cualquier problema o accidente, mientras que ahora sólo se expresan maldiciones o malas palabras. 
“Debemos habituarnos y ordinariamente ante un problema, ante una dificultad, ante algo que nos amenace, ante una situación improvista acostumbrarnos a hacer una sencilla pero sincera, en lugar de proclamar una palabra malsonante”, señaló. Orar por los difuntos
Valdez Torres mencionó que la celebración eucarística de este miércoles fue con la intención de encomendar el espíritu de los difuntos a las manos misericordiosas de Dios, porque la muerte nos abre la posibilidad de estar con Dios. 
El obispo explicó que la muerte es el término de la estancia terrena, la separación de nuestros seres queridos, pero también es el inicio de la vida eterna en las manos de Dios.
“Por lo tanto, la mejor forma de prepararnos a la muerte es la práctica de las obras de misericordia, hacer el bien a quienes lo necesiten, ayudar no sólo económica o materialmente, ayudar en todos los aspectos, en todas las circunstancias, comenzando por nuestras familias”, expresó. 
En ese sentido, explicó que los adultos deben ser verdaderos guías para que las nuevas generaciones no se desorienten, por lo que no deben mantenerse indiferentes ante las circunstancias negativas que hay en el mundo. 
“Por eso celebrar nuestros difuntos es hacer oración por ellos, porque Dios toma en cuenta la oración que hacemos por ellos, pero también es cuidar nuestra vida y prepararnos a la muerte conscientes de que para allá vamos y no podemos evitar ese paso, prepararnos con las obras de misericordia e instruir a las nuevas generaciones sobre la verdad que Jesucristo ha revelado de lo que sucederá después de la muerte”, concluyó. 
 
 

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