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RAÍCES

Valle Tranquilo A pocos kilómetros al sur de San Quintín se encuentra una región de esas que, si vemos desde el camino, decimos que algún día nos vamos a detener para disfrutar de su hermoso panorama; la visión del mar es evocadora e invita a la reflexión, dándonos una sensación de paz y tranquilidad. Me imagino que esta misma sensación tuvieron quienes de manera muy atinada le pusieron su nombre
lunes, 25 de mayo de 2020 · 00:00

CARLOS LAZCANO/COLABORACIÓN
carloslascano@hotmail.com | Ensenada, B. C.

Considerando esta situación, aproveché unos días para irme a encerrar a un lugar natural realmente hermoso, el cual no suele encontrarse en las guías turísticas, así que no había riesgos de algún tipo de contagio. Me refiero al llamado Valle Tranquilo.

A pocos kilómetros al sur de San Quintín se encuentra una región costera conocida como Valle Tranquilo. La carretera Transpeninsular pasa a un lado de este valle, que es de esos sitios que vemos desde el camino y siempre decimos que algún día nos vamos a detener en él para disfrutar de su hermoso panorama. Y es que la visión que se tiene del mar es realmente evocadora e invita a la reflexión, dándonos una sensación de paz y tranquilidad. Me imagino que esta misma sensación tuvieron quienes atinadamente le pusieron el nombre de Valle Tranquilo.

En Valle tranquilo hay una pequeña comunidad de jubilados, me imagino que estadounidenses, la que poco a poco ha estado creciendo; sin embargo, tiene amplios espacios abiertos, largas playas solitarias y un océano extenso que se abre frente a nosotros, dándonos la sensación de ser infinito. También destacan una zona de grandes dunas, las que en ciertos lugares son una barrera entre el mar y la tierra.

INVITACIÓN NATURAL
Muchas veces había pasado por Valle Tranquilo, e incluso amigos míos de San Quintín me habían invitado a que lo conociera, pero hasta hace poco no había hecho caso, hasta que un día no pude contener más esa invitación natural que hace el valle, y me detuve, metiéndome por uno de sus múltiples caminos de tierra que parten de la carretera para adentrarse hasta el cercano mar.

El lugar no me decepcionó, al contrario, de tal manera que la siguiente vez que pase me volví a detener, y no solo eso, acampé ahí para pasar la noche y disfrutar de ese escenario natural con todas sus esencias, sensaciones y experiencias.

A primera vista la región de Valle Tranquilo parece un lugar semiárido y muy seco, en donde solo crecen algunos tímidos arbustos y cactáceas, que se alzan muy poco del suelo. Contrasta esta visión terrestre con la otra vista que se tiene del mar y del cielo como fondo, de un azul profundamente intenso.

En la tierra, se ven algunas pitayas, choyas, ágaves y muchas otras plantas características de esta región. Desde una loma se ve a lo lejos San Quintín, destacando los perfiles de sus volcanes y el de su isla San Martín, muy cercana a la costa. La visión es hermosa, y el mar presenta una cara tranquila. La brisa del mar suele pegar aquí, acariciando a quienes se animan a disfrutar del paisaje. ¡Qué bella es esta región!

Llegar al mar es otra agradable experiencia. El camino de tierra que suelo tomar finaliza frente al mar después de pocos centenares de metros. Se está arriba de un pequeño acantilado, desde donde siguen las impresionantes visiones del océano y el viento se siente más fuerte y fresco. Abajo está la playa y en algunas partes muchos de los depósitos de piedra bola, los que siguen siendo saqueados sin consideración. Es fácil bajar a la playa y adentrarse en el Pacífico, con sus aguas siempre frías.

EVIDENCIAS DEL PASADO REMOTO
Al explorar por los alrededores de Valle Tranquilo me encontré con evidencias de un pasado muy remoto; la presencia de fósiles marinos de hace mucho millones de años. De hecho, la roca que conforma buena parte de esta región está constituida por una arenisca del tiempo cretácico, de hace alrededor de 100 millones de años, cuando parte de esta zona era tierra y deambulaban por ella los dinosaurios, especialmente herbívoros.

Antiguamente todo este territorio pertenecía a los indios kiliwa, quienes incluso se extendían desde el Pacífico hasta el Mar de Cortés, pasando por la Sierra de San Pedro Mártir. Seguramente desde el hoy Valle Tranquilo vieron pasar las naves de Juan Rodríguez Cabrillo, el primer europeo que se adentró por esta costa halla por agosto de 1542, quien arribó a la Bahía de San Quintín, el día 22, dándole el nombre de Puerto de la Posesión.

Después de Rodríguez Cabrillo pasaron muchos otros navegantes españoles, pero de quien se tiene mejor memoria es de Sebastián Vizcaíno, quien pasó frente al Valle Tranquilo por octubre de 1602, es decir, 60 años después de Cabrillo.

El primer no indígena que exploró por tierra esta parte, fue el capitán Fernando Javier de Rivera y Moncada, a principios de 1770, cuando salió de San Diego para dirigirse a San Fernando Velicatá, abriendo la ruta por los valles de Santo Domingo y San Quintín. Desde entonces, casi nada ha cambiado por aquí, excepto la aparición de la carretera.

Las ballenas siguen pasando enfrente cada año; los delfines siguen nadando alegremente en busca de su diaria comida; las gaviotas y los pelicanos vuelven con sus parvadas en busca del sustento, las choyas y las pitayas cada año florecen. Solo faltan los kiliwa, quienes durante miles de años venían aquí a pescar en las temporadas invernales y a colectar moluscos.

SITIO PRÍSTINO
No puedo negar que me gustan profundamente los sitios prístinos, aquellos que poco o nada han sido tocados por la mano del hombre, y Valle Tranquilo es uno de estos sitios, a pesar de su cercanía con la civilización.

Acampar en su costa, ver caer la tarde desde sus acantilados, encender una fogata y escuchar el rumor del mar; sentir la brisa, caminar por su playa y sus dunas; pescar y observar las aves, los delfines y los lobos marinos. Estos son solo una parte de esos elementos que hacen mágico a este sitio.

Recuerde amable lector, si visita este sitio no deje nada, más que las huellas de sus pies, no mate nada más que el tiempo, y no tome nada más que fotografías. Deje el sitio lo más limpio que pueda, que su presencia no se note. La madre naturaleza, y nuestros hijos, se lo agradecerán.


Recuerde amable lector:
Si visita este sitio no deje nada, más que las huellas de sus pies, no mate nada más que el tiempo, y no tome nada más que fotografías. Deje el sitio lo más limpio que pueda, que su presencia no se note. La madre naturaleza, y nuestros hijos, se lo agradecerán



 

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