PALABRA

¡Hola! Venimos de la Tierra

Por Marco Arturo Moreno Corral*
sábado, 24 de noviembre de 2018 · 00:00

Con gran frecuencia los defensores de las teorías conspiratorias acusan a los científicos de esconder información sobre la existencia de muy diversos fenómenos de la naturaleza, lo que es especialmente cierto para el caso de posibles seres extraterrestres.

Sin embargo, esas afirmaciones no son correctas, pues ignoran que actualmente la estructura misma de la ciencia, hace imposible que eso suceda, pues el conocimiento que va surgiendo, rápidamente llega a una comunidad internacional, que aunque quisiera no podría guardarlo, pues es plural y no responde a intereses de una sola nación o de un grupo hegemónico.

También olvidan que incluso proyectos ultra secretos como el programa Manhattan, que sirvió para desarrollar la bomba atómica, a pesar de un gigantesco esfuerzo hecho por los militares para ocultarlo, tuvo fugas de información, enseñando que el conocimiento no puede ser guardado ni escondido, sobre todo cuando tiene que ver con descubrimientos trascendentes.

En el caso concreto de los astrónomos, se puede afirmar que han tenido interés permanente por temas como el origen y evolución del universo, lo que los ha llevado entre otras cosas a estudiar cómo pudo haberse originado la vida y las condiciones en que ésta apareció.

Con el desarrollo de la radioastronomía, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, surgió por primera vez en la historia humana, la posibilidad tecnológica de detectar y estudiar ondas de radio originadas fuera de la Tierra, lo que fue aprovechado para iniciar proyectos encaminados específicamente a buscar señales emitidas por seres inteligentes.

En 1960 el astrónomo estadounidense Frank Drake de la Universidad de Cornell, puso en marcha el proyecto Ozma utilizando un radiotelescopio con plato metálico de 26 metros de diámetro, para estudiar 2 estrellas del mismo tipo que el Sol y relativamente cercanas al sistema solar. La idea era que si cualquiera de ella tenía planetas que pudieran estar habitados por seres inteligentes al mismo nivel tecnológico que nosotros, pudiéramos identificar las ondas generadas por sus comunicaciones; por ejemplo en el caso humano, que es el que conocemos bien, podemos decir que desde el siglo pasado estamos produciendo grandes cantidades de mensajes de radio y televisión, que eventualmente salen de la Tierra y se propagan por el espacio.

A pesar de esos esfuerzos, no hubo resultados positivos, pues no ha habido ninguna detección confirmada de señales extraterrestres. Lo mismo pasó con el proyecto Ozma II que siguió esa línea de investigación, pero que analizó más de 650 estrellas.

En 1974 Drake en colaboración con Carl Sagan otro astrónomo estadounidense defensor del estudio serio de la posible existencia de vida extraterrestre, usando el radiotelescopio de 300 metros de diámetro instalado en Arecibo, Puerto Rico, enviaron mensajes al espacio que tenían como motivación principal, informar la existencia de vida inteligente en la Tierra. Obviamente la intención era obtener respuesta, pero hasta el momento no la ha habido.

En la búsqueda de extraterrestres

En la década de 1970 surgió el proyecto SETI (Search for Extra Terrestral Inteligence, Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre), que en realidad consistía de varios proyectos, algunos surgidos bajo patrocinio directo de la NASA.

SETI es actualmente un instituto autónomo mantenido con fondos provenientes de gente de todo el mundo interesada en sus investigaciones. Sagan y algunos otros estudiosos consiguieron dar seriedad a las investigaciones sobre la vida extraterrestre y en 1982 este personaje logró publicar un documento en defensa de SETI, que fue firmado por 70 renombrados científicos, entre ellos 7 ganadores del Premio Nobel. También a Sagan se deben varias iniciativas, como la de mandar en la nave Pionner 10 lanzada en marzo de 1972, una placa de aluminio anodizado en oro, que en lenguaje gráfico y simbólico, informa sobre la Tierra, su lugar en el sistema solar y sobre los humanos.

La placa tiene las figuras de un hombre y de una mujer, así como información sobre las transiciones del átomo de hidrógeno (el elemento más abundante en el universo) y la posición del Sol y la Tierra en la galaxia. La idea es que en el muy improbable caso de que alguna civilización extraterrestre llegara a encontrar esa nave, supiera su origen y que fue lanzada por seres tecnológicamente avanzados.

Un año después fue lanzada la nave Pionner 11, que llevaba una placa igual. Ambas naves lograron atravesar el Cinturón de Asteroides y llegar a Júpiter para fotografiarlo. Después una fue dirigida hacia Neptuno a donde llegó en 1983. Tras estudiarlo, siguió su viaje para finalmente adentrarse en los confines del sistema planetario, para luego alejarse de él y enfilar hacia las estrellas cercanas. La otra viajó a Saturno y lo fotografió. Luego se internó en una dirección diferente a la de su predecesora en el espacio interestelar, siendo ambas, los primeros objetos fabricados por la humanidad, que eventualmente dejarán de estar sujetos a la gravedad solar.

Posteriormente en agosto y septiembre de 1977 fueron lanzadas por la NASA las naves Voyager 1 y 2, con el objetivo de explorar los planetas gigantes, pero también con el de salir del sistema solar, por lo que fueron provistas de  discos de gramófono como nuestros antiguos discos de acetato de 33 ⅓, pero hechos de oro, conteniendo sonidos de la Tierra, por lo que han sido llamados Sound of Earth. La idea atrás de esta acción fue la de dar información sobre los habitantes de nuestro planeta a posible seres inteligentes de otras regiones del espacio, que casualmente puede encontrarse con alguna de esas naves. Los discos contienen saludos en 50 idiomas, así como muy variados sonidos producidos de volcanes, terremotos, rayos, el oleaje, los que emiten animales diversos, incluidos los producidos por las ballenas.

El disco igualmente contiene imágenes que ilustran muy diversas facetas de la vida en la Tierra, entre las que se incluye música de distintos géneros y nacionalidades, una de ellas que van a borde de la Voyager 2, es “El Cascabel” de Lorenzo Barcelata interpretada por mariachi.

En junio de este año, la nave Voyager 1 se hallaba a 141 UA, lo que es lo mismo que 141 veces más alejada que la distancia que nos separa del Sol. Se estima que de no tener problemas que pudieran destruirla, este explorador terrestre interestelar, se acercará en unos 40 mil años más a las estrellas de la proximidad del sistema solar y suponiendo que hubiera allí civilizaciones inteligentes y tecnológicamente avanzadas, al menos al nivel de la nuestra, si tuvieran la enorme suerte de encontrar alguna de estas naves, lo que estadísticamente es mucho más improbable que hallar una aguja en un pajar, podrían saber de nuestra existencia.

Como se he mostrado en este texto, los astrónomos no estamos escondiendo la existencia de seres extraterrestres, ¡al contrario!, desde hace décadas se han usado los recursos científicos y tecnológicos a nuestro alcance, para hacer una búsqueda racional de civilizaciones existentes en otras partes de nuestra vecindad estelar.

Se han dedicado y se siguen dedicando muchos esfuerzos y tiempo para tratar de identificar señales electromagnéticas generadas por seres pensantes que hayan evolucionado en otros sistemas estelares.

Nada se ha logrado escuchar, pero a pesar de ello la línea sigue abierta y nuestros científicos siguen trabajando para establecer comunicación. Los mensajes que se han mandado en esas naves son prueba de ello, ya que si fueran interceptadas por otras civilizaciones, todas tienen el mismo fin, decir ¡Hola! Venimos de la Tierra.

*Integrante del Instituto de Astronomía, Campus Ensenada, Universidad Nacional Autónoma de México.

mam@astro.unam.mx

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