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Historias de un cometa

Por Marco Arturo Moreno Corral*
sábado, 8 de diciembre de 2018 · 00:00

El Diario de Sucesos Notables publicado en la capital novohispana, fue uno de los primeros periódicos del continente americano. En él, se informaba de diversas actividades de la sociedad mexicana.

En la nota del viernes 15 de noviembre de 1680, puede leerse: “Este día se ha visto un cometa hacia Oriente, que sale a las cuatro de la mañana”, mientras que la tocante a diciembre dice que el  “Lunes 23, se volvió a ver el cometa que salió a 15 de noviembre hacia el Oriente, y ahora se ve hacia Occidente y camina para el Norte”. Este fue un cometa muy brillante, que entre noviembre de 1680 y febrero de 1681, se observó en diferentes lugares del planeta.

En aquella época, la mayoría pensaba que esos astros indicaban sucesos nefastos como enfermedades, guerras o muerte de personajes notables, por lo que es abundante la literatura de tipo astrológico generada por él.

Sin embargo, este cometa también jugó un papel verdaderamente importante en el avance de la física y la astronomía y puesto que en México se le observó y se escribió mucho sobre él, ahora me ocuparé de su historia.

Los descubrimientos de Isaac Newton

Isaac Newton es uno de los grandes científicos de todos los tiempos. A él se deben avances fundamentales en astronomía, física y matemáticas. Su obra fundamentó el estudio racional de la naturaleza y brindó herramientas para enfrentar muy diversos problemas.

Sus leyes del movimiento son la base de la dinámica y han servido para comprender todos los fenómenos físicos asociados con los desplazamientos, ya sea a escala de objetos pequeños de la vida cotidiana, o grandes como los planetas, el Sol, las estrellas e incluso las galaxias.

Newton mostró que las leyes de la naturaleza son aplicables en todo ámbito y que no había una física terrestre y otra celeste, con lo que resolvió en definitiva un problema que había limitado las investigaciones de personajes tan notables como Kepler, Galileo y otros más, pues llegó al concepto de fuerza y halló una forma operativa de expresarla y medirla, lo que posibilitó entender fenómenos naturales muy diversos.

Una de las aportaciones más trascendentes de Newton fue su descubrimiento de la Ley de Gravitación Universal, que además de explicar la interacción entre todos los cuerpos materiales, permitió calcular cuál era la fuerza ejercida entre ellos. Esta ley, junto con las tres leyes del movimiento que empíricamente había deducido Kepler años antes, fue suficiente para explicar el movimiento de los planetas alrededor del Sol, brindando un sólido soporte al modelo heliocéntrico, que mientras no dispuso del concepto de fuerza, estuvo trunco. Ahora ya no era necesario invocar entes sobrenaturales para explicar el movimiento de los cuerpos celestes, pues la fuerza gravitacional cumplía con esa función y lo hacía con precisión y en forma cuantitativa. Para poner a prueba sus resultados teóricos, Newton aplicó sus leyes al estudio del movimiento de los cometas. En particular estudió el visto en 1680 y 1681.

Del estudio que hizo sobre su movimiento en la bóveda celeste, obtuvo datos que le permitieron probar que su Ley de Gravitación era correcta, encontrando así que la causa que obliga a los cometas a desplazarse como lo hacen, es la fuerza gravitacional que el Sol ejerce sobre ellos.

En el caso del cometa de 1680-1681, con sus datos y con los de otros astrónomos, pudo establecer que se movió siguiendo una trayectoria parabólica, lo que lo llevó a afirmar que “a quien considere la órbita recién descrita y medite en los fenómenos restantes de este cometa no le costará mucho concluir que los cuerpos de los cometas son sólidos, compactos, fijos y duraderos al modo de los cuerpos de los planetas. Pues si nada más fuesen que vapores o exhalaciones de la Tierra, del Sol o de los planetas, este cometa, a su paso por las inmediaciones del Sol, debió disiparse al instante”.

Así pues gracias a las investigaciones de Newton, el antiquísimo problema del movimiento de los cometas dejó de serlo, pues las leyes que los gobiernan, resultaron ser las mismas que ocasionan que los planetas giren en torno al Sol, o que los cuerpos caigan en la superficie terrestre. Para entender cómo y porqué se mueven los cometas, ya no fue necesario buscar causas sobrenaturales o mágicas como ocurrió por milenios, la Dinámica recién estructurada por Newton, daba una explicación natural  y simple sobre su movimiento, lo que significó un gran avance en el campo astronómico,  pues conocer cuál era la fuerza que actuaba sobre los cometas, permitió calcular su comportamiento futuro, tal y como hizo Edmund Halley, compatriota y amigo de Newton al estudiar el famoso cometa que ahora lleva su nombre.

Fue así como el cometa de 1680-1681 resultó de gran importancia en la comprensión de estos astros, sin embargo las ideas de Newton no fueron aceptadas ni inmediatamente ni en forma unánime, por lo que durante años, convivieron con las astrológicas que daban validez a las supuestas influencias malignas de los cometas. Este cometa no solamente fue estudiado en Europa, sino que también se le observó en el continente americano, donde se produjeron diversas obras sobre él. En la Nueva España se publicaron en 1681 el Manifiesto cristiano a favor de los cometas mantenidos en su natural significación, escrito por Martín de la Torre; el Discurso Cometológico y relación del Nuevo cometa visto en este Hemisferio Mexicano de Joseph de Escobar Salmerón y Castro; el Manifiesto filosófico contra los cometas despojados del imperio que tenían sobre los tímidos y el Belerofonte Mathematico contra la quimera astrológica de Carlos de Sigüenza y Góngora, así como la Exposición Astronómica del cometa que el año de 1680 por los meses de noviembre y diciembre  y este año de 1681, por los meses de enero y febrero, se ha visto en todo el mundo, escrito por Eusebio Francisco Kino y finalmente la Libra Astronómica y Filosófica escrita por Sigüenza y Góngora en 1681, pero publicada hasta 1690.

Sin temor a la naturaleza

Aquel cometa causó temor y alarma entre los novohispanos, incluso entre la élite gobernante, por lo que el profesor de Matemáticas de la Real y Pontifica Universidad de México, don  Carlos de Sigüenza y Góngora, sintió estar obligado a “tranquilizar” los ánimos, por lo que escribió el Manifiesto filosófico contra los cometas, donde afirmaba que estos astros eran sucesos naturales, que nada tenían de maléficos, sin embargo su obra fue atacada por los astrólogos novohispanos, que veían en los cometas presagios funestos. Este fue el caso del Manifiesto cristiano a favor de los cometas, que defendía la postura tradicional sobre esos astros. A este escrito contestó Don Carlos con el Belerofonte Mathematico contra la quimera astrológica. Hubo otros escritos que Sigüenza se negó a contestar, por lo absurdo de sus planteamientos.

Finalmente Eusebio Francisco Kino, publicó la Exposición Astronómica del cometa, donde validó las ideas astrológicas. La obra de Kino fue la que motivó a Sigüenza a escribir su Libra Astronómica y Filosófica, donde en forma precisa y contundente, analizó cada uno de los argumentos que Kino y los otros autores sostuvieron sobre los cometas y sus supuestos atributos astrológicos. Los fue invalidando uno por uno con argumentos racionales. Sin duda este último texto de Don Carlos es muy superior, por lo que respecta a su contenido científico, a los de sus detractores, así que desde tiempo atrás se ha considerado que Sigüenza triunfó en aquella polémica y que la Libra Astronómica y Filosófica es el primer texto moderno de astronomía escrito en nuestro país. Y aunque su autor no conoció las causas reales del movimiento de los cometas, ni de qué están hechos, mostró que eran objetos naturales, que nada tenían que ver con augurios funestos ni la ira divina, que no debían temerse, sino admirarse y estudiarse.

*Instituto de Astronomía, Campus Ensenada, Universidad Nacional Autónoma de México.
mam@astro.unam.mx

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