ABURRIDO DE MORIR EN LAS PÁGINAS DE UN LIBRO

domingo, 11 de febrero de 2018 · 00:00

Por Adán Echeverría*

Como editor me gusta detenerme sobre la obra colectiva que es una revista y pensar ¿Qué fue primero el libro o la revista? El libro, dirán algunos. Pero ¿acaso no es desde la idea de la creación de un libro que el editor, el ya en desuso tipógrafo, el diseñador, el impresor, todos llevaban a cabo la posibilidad de la obra para ponerla frente al lector? Que al final sea uno, el autor que se registra, y al que se le da reconocimiento, siempre es un giro hacia la vanidad. Ustedes recordarán como Dostoievski, Balzac, crearon obras maestras acosados por sus editores, quienes les habían adelantado el pago de la obra. Sin esos editores presionando, tal vez no tendríamos joyas literarias.

Uno no puede dejar de pensar en aquello que es la creación de la obra, la revisión de la misma, hasta el claro objetivo de tenerla impresa en copias para los muchos lectores que fueron teniéndola frente a sí.

¿Y entonces las revistas? El trabajo de editar es el mismo. Trabajar en equipo sobre un objetivo: comunicar.

Qué más trabajo el del editor que conocer autores, tratar con ellos, apapacharlos, exigirles, reclamarles, corregirles, y mantenerse ahí en lo oscurito, porque el trabajo que se hace, ahí como a escondidas es de un reconocimiento menor.

¿Los encuentros de escritores y los encuentros de revistas o de editores de libros, para qué?

Emanuel Carballo en su “Diccionario crítico de las letras mexicanas en el siglo XIX” (Océano-Conaculta, 2001) señaló que “el periodismo literario nació como un parásito de las publicaciones de otra índole, noticiosas o políticas, hasta que su invasión ganó casi totalmente un primer periódico el Diario de México que se publicó entre 1805 y 1817”.

Carballo añadió que el semanario El Renacimiento es el documento que mejor sintetiza el carácter literario y aún cultural y social de toda esa época.

El comienzo de las revistas

Así se fueron generando las revistas que daban luz de la vida cultural de un país que se abría camino, desde la voz de sus autores. Carballo expresó: “Dado el centralismo en todos los órdenes que desde entonces prevalecían en el país, era más fácil hallar a los profesionales en la ciudad de México y los aficionados en las capitales de provincia, con la excepción frecuente de Guadalajara, Mérida y Puebla que sostuvieron de principio a fin de siglo, una apreciable vida cultural y artística”.

Los escritores se especializaron (se era poeta, narrador o dramaturgo pero no las tres cosas) y los lectores asumieron el papel que les correspondía en el circuito cerrado de la literatura: el de recreadores de la obra de arte.

Para qué se publica una revista de literatura, por qué se escribe, y por qué el Estado, el Gobierno Federal, invierte en la publicación de un fondo editorial y en una revista de literatura.

“Aprendimos una lección esencial, que la literatura mexicana no era, simple y sencillamente, la literatura que se escribía en la CDMX sino la literatura que se escribía (y se escribe) por todos los rumbos del país. Nos descubrimos, al leerla, como una comunidad que hablaba desde entornos diferentes, pero que vivía experiencias culturales similares que la conectaban a la vez a una red de afinidades y correspondencias, de vasos comunicantes que le daban una identidad generacional tanto por sus similitudes como por sus diferencias”. Son palabras que el poeta bajacaliforniano Gabriel Trujillo escribió hace una década, recogidas del libro “Entrecruzamientos”, que describen en buena medida el ánimo con el que “Tierra Adentro” fue creada hace casi cuarenta años por Víctor Sandoval.

Sabemos que cada generación de escritores y poetas han sido los  voceros de su contexto social. Escribir poesía en el México de Sara Uribe, Feli Dávalos ¿marcan tendencias? No. Pero sí puede anunciar instantes creativos y disfrutarlos.

 “Queremos que Tierra Adentro propicie y multiplique el diálogo entre los jóvenes creadores y lectores del país, y que dé proyección no sólo a disciplinas ligadas a la literatura —como lo ha hecho siempre— sino a todas las expresiones culturales”, describió Rafael Tovar y de Teresa hace unos años.

Las vetustas revistas La palabra y el hombre, Armas y Letras, El Búho de René Avilés Fabila, que ha muerto apenas un año después que el mismo René, tanto nos han dado a los lectores.

No pueden ser clubes de autoayuda

El estudio del arte mexicano no se puede entender sin el estudio de su literatura. El desarrollo de ésta ha sido diverso y muy rico en expresión y géneros. Desde los primeros años del arribo del castellano a lo que hoy es México, se ha dado una cantidad exorbitante de autores que, motivados, por amplia diversidad de ambientes, la excentricidad de sus ciudades o lo complejo de sus sistemas sociales, han brindado claros ejemplos de la literatura en español.

Durante el siglo XIX mexicano la literatura fue la herramienta más utilizada por los escritores para buscar una identidad y reconstruir una nación que a pesar de los problemas políticos y gubernamentales, señala Sara Uribe.

Para qué se escribe poesía: Para ser provocadores contra la tradición y contra el futuro (dijo Julián Herbert). Narrativa, imagen, visualidad, fotografía. Todo se junto en la obra editada.

Mirar a Enrique Servín es gozar de nuevo de la mirada y voz de alguien a quien admiro, del compañero que siempre tiene algo novedoso que contarte, de ese personaje que no sólo es grande en corpulencia, sino en conocimiento.

La batalla sigue, siguen luchando aquellos editores, aquellos que siguen motivando a los escritores, aglutinando a los artistas en un proyecto. Las revistas no pueden terminar siendo apenas clubes de autoayuda.

*Escritor y editor.

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