Astronomía para todos

domingo, 11 de febrero de 2018 · 00:00

Por Marco Arturo Moreno Corral*

En la actualidad las llamadas Ciencias Exactas, conformadas por la Astronomía, la Física, las Matemáticas y la Química, son disciplinas altamente especializadas, que por lo mismo son consideradas por el público más allá de su comprensión, sin embargo, la primera de ellas es una ciencia milenaria, que se originó en los albores de la humanidad.

Cuando los diferentes grupos humanos que fueron poblando la Tierra, se reunían en pequeños clanes conformados por unos cuantos individuos, los cuales al dirigir su mirada al firmamento, vieron que se hallaba tachonado de puntos luminosos de diferente brillo y color, que resaltaban contra la negrura de la bóveda celeste que entonces era verdaderamente oscura. Espectáculo que seguramente los sobrecogió e incluso los aterrorizó, sobre todo cuando ocurrían eventos que alteraban el cielo como los eclipses o la presencia de cometas.

Aquellos primeros observadores se dieron cuenta de los movimientos que tenían los astros y de la regularidad con la que se desplazaban por el cosmos, lo que aprovecharon para medir el paso del tiempo, creando así los primeros calendarios; herramienta indispensable en su desarrollo intelectual, con la que pudieron comenzar a planear sus diversas actividades grupales, lo que a la larga les permitió avanzar hacia sociedades más complejas.

Durante milenios, los humanos recurrieron a la observación del cielo para determinar el principio de cada estación del año, medir el paso del tiempo y orientarse en sus viajes, por lo que tenían que conocer la disposición y movimiento de los astros, lo que en esencia los convirtió en astrónomos.

Restos de esas costumbres y necesidades, pueden encontrarse todavía entre los campesinos y todos aquellos habitantes de lugares remotos y aislados de la corriente tecnológica actual. Nos asombra ver la manera en que esas personas conocen el firmamento y aprovechan el movimiento de los astros para ordenar sus actividades productivas.

De alguna forma ese espíritu ha sobrevivido en todos nosotros, por lo que puede afirmarse que independientemente de lo que hagamos, seguimos siendo astrónomos, pues cuando contemplamos la vastedad del firmamento, volvemos a maravillarnos y a preguntarnos qué son los objetos celestes, lo que sin duda es el fundamento mismo de la Astronomía y aunque esta disciplina se haya especializado enormemente sobre todo en las últimas centurias, tanto el más docto de los astrofísicos modernos, como el ciudadano común que levanta la vista para “ver las estrellas”, están satisfaciendo necesidades intelectuales comunes, por ello es que en la actualidad existen astrónomos aficionados, que se dedican a esta ciencia sin ninguna otra pretensión que la de mirar el firmamento y disfrutar las bellezas que ofrece.

El habito de mirar el cielo

Sea hombre o mujer para hacerlo, no se necesita preparación especial, una cierta edad, condición socioeconómica particular o disponibilidad de complejos y caros instrumentos. Si se dispone de un sitio adecuado con un horizonte razonablemente despejado, que no se encuentre inmerso entre altas construcciones y zonas profusamente iluminadas, se podrán contemplar los astros y disfrutar de ello. Si tiene uno la suerte de vivir en el campo o zonas no contaminadas por la iluminación, entonces el espectáculo será mayor, pues se podrán ver objetos menos brillantes, lo que a su vez se traduce en un mayor número observable de ellos. Si la acción de mirar el firmamento comienza a convertirse en costumbre, pronto puede uno darse cuenta que lo que se observa, va cambiando lentamente y que esta acción es ordenada. Toda la bóveda celeste parece girar en torno a un punto, que para los observadores de nuestro hemisferio se localiza en el norte.

Si nos fijamos en la Luna, veremos que a lo largo de unos cuantos días cambia, pues pasa de ser el cuerpo más brillante en el cielo nocturno, hasta desaparecer durante algunas noches. Sí hacemos costumbre de mirar el cielo, veremos que este fenómeno es recurrente y que su periodicidad es de 29.5.

Ese mismo hábito puede llevarnos a disfrutar de otro gran espectáculo celeste, que si bien no es tan frecuente como las lunaciones, si es predecible y permite saber cuándo habrá eclipse lunar.

El más reciente de estos sucesos ocurrió apenas hace unos días, pues en la madrugada del 31 de enero, la Luna fue eclipsada y para los observadores de esta zona de México, ello ocurrió a lo largo de varias horas en la madrugada de ese día, pero el máximo tuvo lugar alrededor de las cuatro de la mañana, cuando nuestro satélite natural presentó una clara coloración rojiza, que en verdad impresiona.

Para realizar este tipo de observaciones no son necesarios instrumentos, pues a simple vista podremos apreciar fenómenos como esos, aunque si contamos con ellos, podremos ver detalles que enriquecerán nuestra observación.

Por ejemplo en el caso de la Luna, cuando se encuentra en su fase de máximo brillo o Luna llena, con nuestros ojos solamente podemos darnos cuenta que su brillante disco, presenta zonas algo más oscuras, que si ponemos algo de imaginación, parecieran tener la forma de un conejo.

Si contamos con un pequeño telescopio o con binoculares, al dirigirlos hacia ella, comenzaremos a ver detalles que no son discernibles sin esos aparatos, tal es el caso de la presencia de estructuras sobre la superficie de nuestro satélite como cráteres, relieves de tipo montañoso y extensas planicies que corresponden a las manchas oscuras que se ven cuando la observamos solamente con nuestros ojos. Verlos es un verdadero espectáculo, un goce íntimo que nos hermana con la naturaleza, que harán que comencemos a preguntarnos qué es todo eso. ¡Ahí es cuando comenzamos a ser astrónomos!

Un gusto por el firmamento

El placer de ver la bóveda estrellada en una noche oscura, que si corresponde a una de las del verano permitirá que nuestros ojos contemplen esa gran franja de color blanquecino con ramificaciones oscuras que, desde la antigüedad llamamos Vía Láctea por su aspecto lechoso, o bien admirar la presencia de un cometa en el firmamento o mirar el rápido cruce de éste por un bólido luminoso popularmente llamado estrella fugaz, prepararse para ver un eclipse solar o lunar, o quizás tener la suerte de admirar una lluvia de estrellas, lo que causará impresiones imborrables en nuestra mente.

Todo ello y más es lo que hacen los astrónomos aficionados, que ya sea en solitario o formando grupos para apoyarse y disponer de mayores recursos, noche a noche han observado el cielo.

Los logros que han alcanzado no son pocos, pues muchos de ellos han contribuido con descubrimientos notables, que han enriquecido la Astronomía, quien se los ha retribuido poniendo sus nombres a los astros descubiertos, tal fue el caso de los jóvenes japoneses Kaoru Ikeya y Tsutomu Seki, que en noviembre de 1965 descubrieron el ahora llamado Cometa Ikeya-Seki. Si tiene el gusto por ver el firmamento, busque unirse a los grupos de astrónomos aficionados, que en México hay muchos e incluso existen en Ensenada, pues muy probablemente ello le ayudará a descubrir el astrónomo que tiene dentro, pues como dije al principio, la Astronomía es para todos.

 

*Astrofísico e investigador del Instituto de Astronomía, campus Ensenada, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

...

Galería de fotos

Comentarios