Lo importante en la ciencia son las ideas

domingo, 11 de febrero de 2018 · 00:00

Por Rolando Ísita Tornell*

Abundan nociones sobre lo que es la ciencia. En las escuelas nos ofrecen una suerte de receta de cocina y una mezcla de conceptos y abstracciones que terminan por no significarnos nada y muy alejada de nuestras preocupaciones y retos en la vida cotidiana.

Si husmeamos en las estadísticas no nos sorprenderá que el promedio de escolaridad de los mexicanos alcanza hasta poco más de la secundaria terminada, llegados hasta ahí se pueden tener algunas nociones de célula, átomo, molécula; algún vago entendimiento de qué son la física, la química, las matemáticas o la biología, mayormente aburridas, atemorizantes o repudiadas por el grueso de los estudiantes. Son una excepción quienes aspiran a ser físicos, químicos, biólogos o matemáticos, y no pocas veces requieren resguardarlo como secreto a riesgo de padecer el escarnio o el aislamiento de sus compañeros.

En búsqueda por aclararme el porqué de este fenómeno social, me topé con la lectura de una columna de Michael Shermer, de la revista Scientific American a la que mi padre estaba suscrito y recibía mes a mes en casa.

Afirmaba que lo importante en la ciencia eran las ideas, ahí describía que Johanson y colaboradores descubrieron el fósil de Lucy, nuestro ancestro más antiguo, entre Etiopía, Tanzania y Kenia en África, por la idea o noción de evolución que Darwin consolidó en su “Origen de las Especies por medio de la selección natural”, la idea es buscar donde hoy se encuentre el mayor número de especímenes y te hallarás a sus antecesores. Bueno, humanos hay en todo el planeta, pero nuestros parientes simios se concentran en África; chimpancés, gorilas y orangutanes entre Etiopía, Tanzania y Kenia; ¡ahí estaba Australopithecus afarensis!

Se abrió la caja de Pandora

Más tarde, la inquietud por explicarme por qué ese quehacer que a mí me sorprendía y maravillaba no gozaba de popularidad, se enriqueció con una charla de pasillo sobre el tema con Luis Espinoza, Jefe del Museo de Geología de la UNAM (y muy ameno contador de historias sobre los dinosaurios, del origen y pasado del planeta, de los primeros terrícolas) me compartió una fotocopia del libro titulado The Five Biggest Ideas in Science (Las cinco grandes ideas en ciencia), de Wynn y Wiggins, ¡se abrió la caja de Pandora! Muchas de mis intuiciones e inferencias se consolidaron, y otras -más la arrogancia de algunos colegas y científicos- las mandé al archivo muerto.

Desde los primeros átomos de hidrógeno y helio que existieron en el Universo, hasta el último bebé recién nacido en la clínica de maternidad hay una continuidad sin fronteras ni compartimentos, todas las disciplinas científicas están involucradas en esa continuidad sin líneas divisorias, y “el método científico” no hay tal, desentrañar cada fenómeno de la naturaleza y el cosmos exigirá su propio método.

Tales ideas parten de las cosas tangibles que existen incluyéndonos a nosotros, a todos los seres vivos, las estrellas, los planetas; cómo están construidas, de qué están hechas, cuáles son los tabiques o ladrillos fundamentales con lo que está construido todo; cuál es la naturaleza íntima de esos ladrillos, cómo se mezclan entre ellos, cuáles son las condiciones que deben existir para que sus uniones y cadenas, muros y pilares se consoliden; cuáles ladrillos y cómo se pegan todos los que intervienen en una diminuta y larga serie que contiene el manual operativo de todo ser vivo.

El mundo que nos rodea

¿Cómo le hacemos para desentrañar todas esas estructuras, sean estrellas, planetas, asteroides, rocas, volcanes, lava, insectos, bacterias, virus, nubes, fuego, calor, frío, viento, personas, plantas, océanos, tíos, selvas, bosques… todo, hasta lo que parece invisible para nuestra mirada? No todo comienza con hechos o con observaciones, y sí mejor con problemas, con retos e imaginación creativa, pensarlos, proponerse posibles explicaciones, normalmente la más sencilla y simple es la más cercana a la certeza (nótese que no usé la palabra verdad).

Esas ideas son la de un comienzo del Universo con un violento estallido formando los primeros ladrillos con los que está construido todo, el Big Bang; otra idea es cómo y de qué están constituidos esos tabiques, la naturaleza íntima de la materia, el modelo atómico; una más es cómo se clasifican los ladrillos, desde su ligereza hasta su gran densidad, las características que comparten o que los hace distintos cual organizar naipes, desde el as hasta el rey y si son corazones rojos, diamantes, tréboles o picas, la idea es la tabla periódica de los elementos; otra es las condiciones particulares para que esos tabiques formaran este planeta, cómo es la esfera caliente en sus entrañas con una cáscara de placas rocosas que se mueven, la idea es la tectónica de placas y finalmente, qué ladrillos se necesitan, cómo están arreglados y enlazados, qué les permite estar arreglados así para formar seres vivos, cómo cambian y se adaptan a la naturaleza cambiante o sucumben los seres vivos, la idea es la evolución.

Así pues, resulta muy sorprendente, portentoso, estupendo y extraordinario ver y explicarse el mundo que nos rodea a través de las ideas que nos abren una infinita maraña cósmica de imaginación sin seres fantásticos. Y sí, una vez seducidos y convencidos es inevitable, se requerirá el esfuerzo y disciplina para entender y usar las herramientas para acceder y desentrañar todas las cosas que materializan esas ideas, como instrumentos, ecuaciones, teorías, principios, tablas.

*Integrante del área de Comunicación de la Ciencia UNAM-Ensenada y divulgador de la ciencia desde 1982.

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