El rincón de las palabras: tendencias actuales en la escritura científica

domingo, 18 de febrero de 2018 · 00:00

Por María Isabel Pérez Montfort*  

A primera vista, la escritura de artículos científicos parecería estar exenta de los vaivenes humanos, sin embargo, no es así.

En lo recientes cien años, las formas de relatar los hallazgos de la ciencia han variado según los usos del lenguaje en distintas épocas y la voz de cada autor.

En la actualidad ha dejado de importar y el estilo ha sido afectado por los medios de publicación –impreso o en línea- las condiciones impuestas por editores de revistas cada vez más especializadas, la cantidad de información científica que se genera, la presión por publicar y la limitación del número de palabras.

El resultado es que los artículos científicos actuales son incomprensibles para la mayoría de las personas, inclusive para investigadores, por su estilo hipertécnico, abigarrado y telegráfico –(Ball, 2017).

En el instituto Karolinska de Suecia se comparó la redacción de artículos a lo largo de los últimos cien años. Se concluyó que la opacidad de los artículos contemporáneos se debe, en gran parte, al uso rampante de jerga científica, pero no es ésta la única razón de su impenetrabilidad.

El estilo telegráfico adoptado para reducir el número de palabras frecuentemente disimula una pobre construcción gramática. Entre otras fallas están la intención de abarcar demasiadas ideas en una sola proposición, la puntuación incorrecta, la falta de orden de los elementos de la oración y la relación ambigua entre el sujeto y el verbo.

Por otro lado, la técnica llamada minería de textos (traducción literal, pero aceptable del inglés text mining) obtiene por medios computacionales información a partir de documentos escritos.

 

Claridad de la ciencia escrita

En la Universidad de Utrecht, Holanda, interesados en la redacción de la ciencia analizaron con esta técnica artículos provenientes de PubMed de los últimos cuarenta años: de 1974 hasta 2014 (Vinkers, Tijdink, & Otte, 2015).

En ese lapso, el uso de ciertas palabras con connotaciones positivas como “novedoso”, “creativos”, “sin precedentes”, “robusto” y “prometedor” mostró un aumento del 15 mil por ciento.

La interpretación de este aumento descomunal fue que, mercadotécnicamente hablando, subrayar las bondades de una investigación probablemente sea útil como palanca verbal para darle un pequeño empujón al artículo hacia su posible publicación.

Actualmente se perfila un movimiento, encabezado por la revista Nature, cuya meta es aumentar la claridad y la objetividad de los textos científicos, al menos de los que aparecen en sus páginas.

Su reflexión es aplastante: es absurdo subrayar que un hallazgo es novedoso; ¡la novedad es un hecho implícito por los descubrimientos de la ciencia! Por lo tanto, se omitirían este tipo de adjetivos.

Nature también está insistiendo en que los textos vayan dirigidos a un público más amplio, que sean menos breves y que, cuando se pueda, se prefieran palabras sencillas sobre tecnicismos.

También recuerda que, en un artículo, tan importante es lo que se dice como lo que no se dice. O sea, no debe hacer saltos en la secuencia lógica de los razonamientos. El resultado de esta propuesta ya está a la vista.

Los artículos recientes llaman la atención por su estilo más “platicado”; al principio resultan inclusive un tanto extraños a los lectores acostumbrados al horrible estilo telegráfico.

La propuesta de Nature de aumentar la claridad de la ciencia escrita, por la sola relevancia de esta revista, probablemente afecte la manera de escribir ciencia. Definitivamente, constituye a una alerta para reflexionar sobre cómo podemos mejorar la redacción.

Un último comentario por parte de Nature es que las buenas lecturas son la base de la buena estructura, de manera que recomienda no sólo leer ciencia sino también leer buena literatura.

*Centro de Nanociencias y Nanotecnología, UNAM Campus Ensenada.

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