Mi amor por la cerámica

Tener contacto con este arte profesional fue impactante a mi corta edad, pero lo he disfrutado. Quiero compartir que recientemente encontré un bellísimo libro que habla sobre un descubrimiento arqueológico importante y que tiene que ver con esta técnica
domingo, 18 de marzo de 2018 · 00:00

Por José Carrillo Cedillo*

A la edad de 16 años ingresé a la clase obrera, conseguí que me admitieran en la fábrica de loza Nueva, San Isidro, ubicada por el norte de la ciudad de México por la villa de Guadalupe.

Fue una experiencia tan agradable que bien pudiera haber seguido trabajando ahí hasta jubilarme, pero la pintura me esperaba como tarea a cumplir con mi vocación.

Tener contacto con la cerámica profesional fue impactante a mi corta edad, la camaradería era la marca de las relaciones entre los trabajadores, y mis compañeros, quienes algunos me adoptaron y de cariño me decían el angelito, pues era el obrero de más corta edad de la fábrica. 

En el tiempo que laboré cambié de departamentos animado más por mi curiosidad que por ascensos, quería saber cómo era la fabricación de las elegantes vajillas desde la materia prima: el caolín.

Su amasado, el moldeo con la pasta, el secado y el emocionante ingreso al horno, eran para mí fascinantes.

Definitivamente me prometí que en cuanto pudiera iba a estudiar cerámica. Lo cumplí saliendo de la escuela de pintura.

Dice Bernard Leach en su famoso libro Manual del ceramista: “me tomó 10 años aprender cerámica y llevo toda la vida tratando de olvidarla”.

Tiene toda la razón el gran maestro. La cerámica se mete en la sangre de quienes tenemos la curiosidad de practicarla y anexarnos a los millones de personas que desde el paleolítico la practicaron.

Arte chino

Recientemente en mi correría buscando novedades en la librería encontré un bellísimo libro que lleva como título La gran tumba imperial de China, de Arthur Cotterell. El libro habla sobre un descubrimiento arqueológico importante del siglo  y es la tumba del primer emperador chino, Qin Shi Huangdi, que unificó todas las diferentes regiones que permanecían en guerra y él mandó construir la famosísima Muralla China para defenderse de las hordas invasoras.

Los arqueólogos chinos han sacado a la luz un ejército entero de figuras de barro cocidas y que son de tamaño natural. Representan estatuas de guerreros, soldados de infantería, arqueros, lanceros y caballeros.

Son magníficas esculturas expuestas en el mismo lugar donde se encontraron y se cree que hay más de 7 mil figuras entre hombres y caballos. No tengo palabras para calificar este portento del ser humano, pues a la fecha quemar esculturas de tamaño natural es extremadamente difícil.

Sólo imaginemos el increíble trabajo de modelar los cientos de guerreros que habrá que mencionar que son diferentes, y habrá que dejar secarlas al Sol, hacer un horno de 2 metros de profundidad, poner  leña alrededor y quemar una por una. Probablemente fueron muchos años de trabajo y por cientos de artesanos, es un trabajo portentoso.

Un poco de imaginación

Permítanme imaginar un poco, y decir desde mi punto de vista, una hipótesis de cómo hicieron este trabajo.

Deben haber organizado talleres donde ingresaban desde niños los artesanos e iban siendo preparados paso a paso en la técnica e incluía ser escultores lo que ya es muy difícil y quizá seleccionaban por capacidades e iban ascendiendo especialidad por especialidad, dirigidos por los grandes maestros.

El trabajo en sí, es localizar el barro pues hay muchos tipos de barro y se eligen según la temperatura a que se va cocer la pieza, a primera vista veo que es barro rojo de temperatura de aproximadamente 700 grados centígrados.

Este barro hay que mezclarlo con agua y amasarlo a modo de que quede plástico. Si tiene más agua de la debida no se sostiene, si tiene poca se quiebra. Con esto se modela una vez conseguida la proporción de agua adecuada pues de otra forma, la escultura termina por derrumbarse por su peso.

Estas esculturas son huecas, con un espesor no mayor de una pulgada; una vez terminada debe dejarse bajo techo, para el primer secado, que lleva varios días de acuerdo a la temperatura ambiente.

Sólo imaginemos que necesariamente tenían que trabajar esto en las estaciones templadas o calurosas pues en el invierno no se consigue el secado.

Una vez que está seco se saca al Sol, debió ser cuidadosamente trasladada para que la escultura no se rompa.

El Sol se encarga de secarla después de varias semanas de estar expuesta. Después debieron cavar hoyos de dos metros de profundidad dejando espacio suficiente para llenar en torno a la escultura con madera y una vez hecho esto, encenderla para una primera quema pues hay que asegurarse de que no quede nada de agua, y si así fuera, la pieza estalla en el horno y luego dejarla hasta que se consuma y observar el tono de la pieza cocida que en su caso tiene que ponerse roja, si no se alcanza este punto hay que meter más madera.

 

Ingenio de artesanos

En la actualidad, tenemos a nuestra disposición los ceramistas; conos que pirométricos que van indicando la temperatura que alcanza el horno.

Antes, lo hacían a simple ojo del maestro con más experiencia. Después de eso hay que esperar a que se enfríe la escultura en sitio, posteriormente se saca con mucho cuidado y se forma con las que ya están terminadas.

Hay que considerar, por ejemplo, que para hacer la escultura de un caballo tamaño natural, al hacerlo, la pieza no se sostiene en sus cuatro patas, termina por vencer el peso del cuerpo y se derrumba, luego entonces, hay que sostenerla por la panza.

También hay carruajes, el sólo modelar las ruedas es un trabajo muy arduo y muy especializado. Además, hacer lanzas y otro armamento, más las corazas que usaban los guerreros en esa época es un trabajo excepcional. Ahora, multipliquemos todo esto por 7 mil esculturas.

Para mí, esto se logra sólo con numerosos artesanos distribuidos en varios talleres o es el trabajo de muchos años y todo como un regalo al emperador.

Hace poco platicando con un ingeniero metalúrgico, me confesaba que algunas esculturas de hace muchísimo tiempo él, con todo y su capacidad profesional no podría haberlas fundido.

Por mi parte confieso que tampoco podría yo quemar una escultura tamaño natural como esas bellísimas esculturas chinas.

Por mi amor por la cerámica yo, que tengo experiencia en fundar escuelas pretendo iniciar una de cerámica profesional que no existe en Ensenada y ya tengo algo avanzado.

*Artista plástico y docente con más de 30 años de trayectoria.

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