PARA LA CONSTRUCCIÓN DE UN CUENTO

domingo, 4 de marzo de 2018 · 00:00

Adán Echeverría

Al escribir cuento hay que considerar desde dónde miramos el texto y hacernos estas preguntas: ¿Quién cuenta esta historia?, ¿la cuenta el personaje, la cuenta el autor del texto?, ¿qué se cuenta en esta historia?

Al construir cada personaje debemos plantear su profundidad e introspección mediante los actos y el ambiente en el que se desarrolla. En todos los textos siempre debe haber introspección, el autor se deja sentir con honestidad, y el lector lo agradece, porque podrá reconocer lo que está ahí en el texto, lo más fuerte, y lo que más se transmite, eso vuelve poderoso el texto. En el cuento necesitamos sugerir con sutileza, y jamás vender el final de nuestra historia al inicio de la misma.

Como decía el maestro Rafael Ramírez Heredia, hay que ser más duros al escribir que nuestro lector, y para serlo, hay que imaginar que le escribimos a un lector muy bueno, a un lector muy educado, que ha leído más que nosotros.

Si queremos a un personaje reflexivo, hagámoslo más reflexivo, extremadamente reflexivo, si alegre, más alegre, si cándido, el más cándido de todos. Hay que apretar el texto. Pero no tan apretados que los personajes sean esclavos, o títeres del autor, y que no puedan moverse hacia donde el texto indica que deban hacerlo, no podemos acartonar a nuestros personajes. Los personajes deben ser tan reales que creamos que nos los encontraremos a la vuelta de la esquina.

Como autores somos los transmisores de esas voces, del genio, de la musa, de la conciencia, que nos habla y nos dicta lo que queremos comunicar. Tan sólo somos transmisores hacia la hoja blanca, somos el conducto donde los personajes viven en ese universo que se les ha construido, que en nuestra faceta de dioses hemos construido para ellos. Veamos pues apretar mediante limpieza y algo que se conoce como Economía del lenguaje: quitar todo lo que sobre, todo lo que no aporte, si hay frases o palabras que pueden quitarse sin lesionar la historia, entonces quitémoslas.

Trabajo del narrador

Nuestra labor como narradores es ir creando las imágenes que necesita cada historia. El género inicial de la literatura es la poesía, el género básico; no porque la poesía sea mas fácil que el cuento o la novela; porque cada género tiene sus complicaciones, y es desde la forma en que se generan que se tornan diferentes para nuestro espacio creativo.

La poesía es creación. Ya Juan en el Evangelio nos remarca la diferencia entre el hombre y los animales: el lenguaje, y podemos pensar con los etólogos (estudian el comportamiento animal), que los animales tienen lenguaje pero no tienen los símbolos para representarlo; lo que nos diferencia es el lenguaje escrito, la codificación y decodificación de los signos sobre la hoja blanca. Juan dice: “En el principio era el verbo, y el verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros (origen del lenguaje), en esta metáfora se reconoce lo necesario al redactar: el verbo es la acción, otorga persona, tiempo y modo, aprendamos a usar cada verbo, no nos perdamos en la hoja, no nos perdamos en la línea de tiempo”.

Si aceptamos que la poesía es el inicio de todo, para que haya poema debe haber al menos imagen, ritmo y sentido. Debemos hacer la diferenciación entre poesía y prosa: la poesía privilegia la imagen “Un gato brinca sobre la Luna”. Nuestra lógica nos impele a pensar que un gato no puede brincar sobre la Luna, pero si puedes imaginar que al brincar el gato, si la luna se mira desde una ventana, y ante esa vista se observa una albarrada, y detrás la luna en el cielo, si el gato pasara caminando sobre la barda, y brinca, desde tu mirada, el gato habrá brincado sobre la luna. Una imagen es todo aquello que podemos imaginar, podemos representarnos en la mente.

Un hombre camina se sienta, brinca vuelva, pedalea, rompe una hoja, si te das cuenta casi son puros verbos (vemos las acciones). Las acciones se vuelven imágenes. La prosa se privilegia de los verbos, que hacen que los personajes se muevan dentro de la hoja, dentro de la historia.

La poesía privilegia la imagen y la narrativa privilegia el verbo.

En la poesía hay un hablante lírico que declama y lee el poema, en la narrativa hay un narrador. Hay muchos tipos de narradores, y se puede narrar desde diferentes personas. Por ello, para poder darnos cuenta de ello, debemos saber dos cosas en cada cuento: 1. Quién cuenta, quién narra la historia. 2. Qué se cuenta, qué es lo narrado.

Una vez que como autores comenzamos a resolver esto en nuestra mente, pensar en un tercer punto: ¿Por qué se narra esta historia?, ¿para qué la contamos? Lo importante para el texto es que el autor se responda: ¿qué se narra? Y ahí es donde podemos reflexionar en las emociones de los personajes, mientras disfrutamos de las descripciones, y nos situamos con claridad en la línea del tiempo de toda narración.

*Escritor y editor.

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