REMEMBRANZAS

Una dama extraordinaria a quien le debemos mucho

sábado, 18 de agosto de 2018 · 00:00

Por Heberto Javier Peterson Legrand*

 

La presente remembranza está enfocada en la dama Estela Parrilla de Álvarez, pero quiero compartir que el contenido es con el apoyo de doña Leonor Gómez Hijar, quien realizó, con la colaboración insustituible de Aurora Diez de Bonilla de Rico, un excelente trabajo en el puerto, en la década del 90.

Fue a través de su periódico Vivir en Ensenada que Gómez Hijar aportó su visión a la ciudad. A pesar de ello, creo no se le ha hecho el justo reconocimiento por su talento y enriquecido contenido que tanto gozó la comunidad ensenadense y que muchos seguimos haciendo. ¡Gracias Leonor!

La mujer de la que hablo en este texto es Estelita, así le decimos cariñosamente, es una dama muy dulce cuya vida ha sido de solidaridad con el prójimo y con las mejores causas; amorosa madre que además proyecta su amor fecundo a la niñez.

Recordó que desde niña le encantaba jugar a la “escuelita” y convivir con niños era su mayor alegría. Dijo que la educación es lo único en lo que radica la oportunidad de cambio para nuestra niñez, nuestros jóvenes, nuestro país y en general para el mundo. Sabias palabras que ojalá y se encarnen en nuestra nación.

En la década de los 70, al cursar sus estudios en su natal Ciudad de México, conoció a don Manuel Álvarez (Manolo), connotado astrónomo. Se enamoraron y se casaron; radicaron en Colorado, Estados Unidos. 

En 1974 llegaron a su hoy muy querida Ensenada, con sus hijos, Manolo, Álvaro y Emilio que al decir de Estelita se sienten ensenadenses al 100 por ciento, debido a que en 44 años de residencia en la ciudad, las raíces se hunden profundamente.

Su experiencia y actividad le hizo observar que en Estados Unidos hay mucha responsabilidad, un voluntariado muy grande, bien organizado, fue algo que disfrutó con gran satisfacción.

Cuando llegó a Ensenada, notó que aquí sólo había una biblioteca en la cual trató de incursionar. Por razones del trabajo de su esposo, hombre de campo y montañas, tuvieron que irse a radicar a Francia durante un año, pero regresaron nuevamente al puerto, donde decidieron fijar su residencia.

El cambio no fue fácil ya que en la Ciudad de México tenían todo, acostumbraban acudir a escuchar la sinfónica y los sábados visitaban los museos, los domingos recorrían zonas arqueológicas y conventos del siglo XVI.

Ya en Ensenada acostumbraban ir a San Diego, Estados Unidos, a recorrer museos del parque Balboa, museos náuticos y el zoológico.

Entre sus recuerdos comentó: “como familia en el extranjero siempre procuramos que los niños conservaran su identidad nacional, sus raíces y sus recuerdos de esta bella tierra mexicana, con todo el esplendor de nuestras tradiciones”.

 

Enseñanzas memorables

En el alma inquieta de Estelita bullían proyectos cuando en el camino se encontró a otra gran dama Aurora diez de Bonilla de Rico. Dijo Estelita: “Ella educadora, yo profesora y ambas con inquietudes similares respecto a la educación de los niños. Principiamos a buscar algo diferente para nuestros hijos. También conocimos a Dana, con esa inquietud por lo autóctono, por lo nuestro, por nuestras raíces.

“Después se nos unió al grupo Laura Martínez y Eréndira Rincón de Madrid, ambas magníficos elementos. Y fue así como nació mi muy querida escuela Tlamacazqui (Caracol en Náhuatl), en 1978.

“Cuando en nuestro México todavía no se hablaba de ecología, nosotros en nuestra escuela principiábamos a hacer conciencia en los niños de qué era la ecología, cuidado de su alimentación, de su medio ambiente”.

De esa época, quiero comentar que en 1979, con los alumnos de sexto año de la Tlamacazqui, hicimos un viaje a Santo Tomás y San Vicente Ferrer, nos hospedamos en el rancho Meling y los niños en el transcurso del viaje tomaron nota de lo que observaron y de las pláticas que se les dieron.

Ya en el rancho hubo una reunión para que expusieran sus trabajos y dieran sus impresiones; fuimos Estelita, Manolo, el geólogo Juan Madrid, el doctor Juan Manuel Rico y un servidor.

Después de cenar subimos al Observatorio Astronómico, donde los niños observaron con el telescopio masas estelares.

Afuera en el patio parecía que estaba uno metido en la bóveda celeste y el astrónomo Álvarez (Manolo) que nos distribuyó unos mapas, fue instruyéndonos e indicándonos dónde estaba la Osa Mayor, El Cisne y muchas más. Fue una experiencia inolvidable.

 

La visión de una noble mujer

Más adelante, Estelita fundó el museo El Arca de Noé, un espacio interactivo de Ensenada y como dijo ella “muchísima gente colaboró”.

Estelita jamás devengó sueldo alguno por su trabajo, fue su aportación al proyecto del cual estaba enamorada y siempre motivada por su esposo.

También promovió el avistamiento de las ballenas trayendo escuelas de Mexicali y otros lugares.

Recuerdo cuando viví en Mexicali, con el cargo de director de Relaciones Públicas y Comunicación de la SEBS, le apoyé con unos folletos sobre las ballenas. Para mí fue un honor poner ese insignificante granito.

Después la invité a cenar con la familia, pues mis hijos Rolando y Heberto son egresados de la Tlamacazqui y sienten como mi esposa Antonia, un profundo cariño por ella.

En su museo se daban talleres de educación ambiental, se preocuparon por cuidar 2 sitios ecológicos, La Lagunita y la Presa.

Tanto Estelita como Manolo están cosechando el fruto de toda una vida, su nieta Emma Álvarez de la Rosa toca el cello de la Orquesta Sinfónica Infantil de México (OSIM) y tocó en el Palacio de Bellas Artes y en la Biblioteca José Vasconcelos  a principios de agosto.

Su nieto mayor Diego, se acaba de graduar de la University of South Carolina Beaufort, Estados Unidos y su Vinícola “Alximia” acaba de cumplir en julio 10 años. 

Una vez le preguntaron a Estelita ¿Por qué quieres hacer tanto? y contestó “Es que la vida es muy corta y si no me apuro no voy a hacer nada. Recuerdo un epitafio que leímos en la escuela que me llamó mucho la atención: ´Aquí yace una mujer cuyo nombre fue escrito en el agua´.

“Yo deseo que el mío se escriba en el tiempo y en la historia de esta comunidad”.

Lo lograste Estelita porque estás en la conciencia de muchos ensenadenses e hiciste historia.

El Museo El Caracol (obra monumental) existe gracias a ella, quien supo inspirar a científicos, hombres de empresa y sociedad. Hoy nos sentimos orgullosos de ese titánico esfuerzo.

Estelita, conocerte y ser tu amigo es un gran honor, Heberto.

*Cronista ensenadense.

 

 

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