Remembranzas

Historia de amor eterno Primera parte

sábado, 25 de agosto de 2018 · 00:00

Por Heberto Javier Peterson Legrand*

La historia que les contaré no es ficción, es de amor eterno entre dos personas que decidieron “echar el ancla” en Ensenada, para forjarse un futuro, formar una hermosa familia y realizar sus proyectos con una gran visión.

Me refiero al finado, reconocido y querido capitán don Félix Iñiguez Ulloa y su distinguida esposa doña Dolores del Refugio Pimenta Trejo, conocida en el puerto como “Lolita” por el amor que siempre ha despertado en los demás, sin embargo, el sentimiento en particular de su unión es el que compartiré, a través de un texto que ella misma escribió.

“La historia comenzó el 16 de junio de 1937, celebrábamos el cumpleaños de nuestro vecino don Ismael Almada, hombre de negocios y familia conocida en el puerto de Guaymas.

Eran vecinos y amigos de mis padres, Don Luis Pimienta y Lolita Trejo. Nos reunimos a festejarlo, Pachita su esposa, desde temprano inició los preparativos para la ocasión, me pidió que le ayudara y empezaron a llegar los invitados a la comida y con cariño felicitaron a don Ismael, entre ellos un apuesto joven llamado Félix Iñiguez Ulloa.

“Al parecer muy estimado por la familia que enseguida me presentó causándome una gran impresión y curiosidad. Quería saberlo todo de él, Pachita se percató del flechazo y me pidió que me sentara al piano y los deleitara con algunas canciones del maestro Lara, acepté gustosa, quería verdaderamente impresionarlo.

“Toqué el piano con pasión, después nuestros ojos se encontraron y nos miramos por unos instantes y fue cuando él me preguntó: “Quieres casarte conmigo” y yo contesté: “sí”. En ese momento mi mamá llegó a la fiesta y le dije, mira, ella es mi mamá, si logras convencerla, me caso contigo. Él se acercó a ella e inmediatamente se presentó, dijo: ´soy “Félix Iñiguez Ulloa, capitán del barco Cedros que está anclado en la bahía y con mucho respeto le pido su consentimiento para casarme hoy mismo con Lolita, su hija´. Mi mamá se quedó impactada sin saber qué decir y hacer, entonces le expresó:

´Vaya usted a donde tenga que ir y cuando regrese se podrá casar con mi hija, mi esposo se encuentra fuera de Guaymas, (mi padre de oficio orfebre andaba de viaje en Santa Rosalía “Baja California, Sur, vendiendo sus joyas en tiempo de la Compañía minera del Boleo)´.

´No, yo me quiero casar ahora´, le respondió. Pronto los demás invitados se percataron de lo que sucedía, entre ellos Pablo Chazaro que en ese tiempo era el capitán de puerto de Guaymas, son quienes conocían a Félix y sólo tenía palabras de elogios para él.

“Mi madre se sentía muy presionada y sin el apoyo de mi papá, y ante la insistencia de nuestra parte y de todos los reunidos allí, no tuvo más que ceder y así celebramos nuestro matrimonio por lo civil y esa misma noche nos embarcaríamos en ´El Cedros´, para iniciar una bellísima historia de amor. ´El Cedros´ era un barco de fierro, propiedad de una empresa del General Abelardo Rodríguez. Nos dirigimos hacia Topolobampo, en donde la tripulación nos ofreció un banquete en el Hotel Bienestar con motivo de nuestro matrimonio.

“Estuvo presente el primer oficial Carlos Carrillo, también el capitán Gavica que era el Práctico de Puerto y un marino de apellido Niebla. Al día siguiente salimos hacia el puerto de Ensenada y cuando llegamos, Félix desembarcó y se trasladó a la agencia de Miguel Gándara a tratar algunos asuntos.

“Había un pequeño muelle, yo bajé a comprar unas revistas y regresé a bordo, cuando de repente escuché la voz de mi padre buscándome, en mi mente pensaba en las palabras que le diría, subió al barco y tocó en mi camarote, abrí la puerta, me abrazó y me besó, sólo me preguntó si era feliz y le contesté que era muy feliz, sólo estuvo unos instantes y se fue.

“En Ensenada, le puse un telegrama a mi hermana Luz que vivía en Colima, Colima, casada con el doctor Miguel Galindo y le escribí: “Viva el matrimonio soy muy feliz”, mientras mi esposo conseguía carga para zarpar ahora hacia Manzanillo, Colima.

“En una ocasión zarpamos desde Ensenada hacia Ojo de Liebre, Baja California, para ir hacia El Mármol. La Compañía le encargó traer una pieza muy grande de mármol para hacer una tina de baño de una sola pieza para una señora millonaria de San Diego, Estados Unidos, y resulta que en la maniobra para subirla al barco, la piedra se soltó de las amarras cayendo sobre cubierta del mismo provocando una inclinación peligrosa del barco, yo me acordé que traía un perfume muy fino y caro y lo había acomodado en el lavado del camarote y pensé: “se me va a romper el perfume” y se lo comenté a mi esposo y él me respondió que me callara y me metiera a mi camarote, estaba serio y muy preocupado, a mí, solo me preocupaba el perfume. Admiré a ese hombre sereno y valiente que era mi marido, el dio órdenes precisas para hacer las maniobras necesarias para enderezar el barco y todo se arregló.

 

*Cronista ensenadense. 

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