Nanociencias y Astronomía contando historias del Universo

sábado, 1 de septiembre de 2018 · 00:00

Por Rolando Ísita Tornell*

Los telescopios han sido -y son- los artilugios primordiales que hemos desarrollado los humanos para responder las preguntas ancestrales que nos hacemos acerca de ese inquietante cielo nocturno plagado de resplandecientes puntos.

A partir de que el primero de nosotros, Galileo Galilei, en 1609 escudriñara la inmensa bóveda oscura abundante de estrellas, con un instrumento integrado por lentes y tubos, cuyo diseño se atribuye al holandés Hans Lippershey en 1608, cambió radicalmente nuestra forma de entender el mundo donde estamos parados y el lugar que este ocupa en el firmamento.

Sin embargo, contamos con otros objetos quizás menos célebres que los telescopios y saber leerlos con el lenguaje de la ciencia, con ayuda de otro tipo de instrumentos que más bien nos han servido para hurgar en la materia sumamente pequeña aquí en la Tierra, también nos ofrecen rastros que narran otras historias del cosmos, como son las rocas que nos caen del cielo, los meteoritos.

El espectacular meteorito Allende

El más espectacular de todos ellos, porque es la explicación más confiable que tenemos de la extinción de los dinosaurios, es el que impactó en Chicxulub, Yucatán.

Los pedazos de su historia estaban dispersos en el tiempo y en varias partes del planeta, aparentemente inconexos uno con otro; la presencia extraordinaria de Iridio en las profundidades de la tierra, metal que no abunda en el planeta, en la zona geológica que divide el terciario con el cretácico (KT, 65 millones de años); el hallazgo de un tipo de fósiles en la superficie terrestre, que debieran estar cientos de metros bajo tierra; los registros de ondulaciones bajo el Golfo de México por petroleros que buscaban yacimientos del combustible; se juntaron las piezas y así supimos que se trató de un objeto de 10 kilómetros de diámetro que dejó un cráter de impacto de 180 kilómetros, más no sabemos su composición, salvo que contenía Iridio, ni su “vida” en el cosmos.

En cambio, el Meteorito Allende, muy discreto y disperso en pedazos de variado tamaño, ha sido muy prolijo y finamente detallado en los capítulos de su odisea sideral; a través de la geografía, la geología, la química, la astrofísica, la física de partículas y las ciencias planetarias, en ese orden, nos ha contado cómo se formó el Sol y el Sistema Planetario de manera muy convulsa.

La odisea en el espacio del Meteorito Allende culminó el 8 de febrero de 1969 cuando impactó con el planeta Tierra sobre Allende, Chihuahua, cerca de Parral. Al hacer contacto con la atmósfera se convirtió en una bola de fuego que se disolvió en ella produciendo miles de rocas con incrustaciones, dispersas en un área alargada de poco más de 300 kilómetros cuadrados.

Allende es un meteorito del tipo condrita carbonácea. Recibe su clasificación por los cóndrulos que presenta, es una roca atestada de diversos materiales. Los análisis químicos mostraron que contiene carbono, fierro, níquel, cobre, azufre, magnesio, silicio, calcio, aluminio y oxígeno en diversas proporciones y compuestos. Los estudios físicos con irradiación de rayos infrarrojos y espectrografía develaron la historia de un sistema planetario antes que se encendiera la estrella, por los diversos tipos de átomos con más o menos electrones indicativos de las distintas condiciones que deben haber existido para perder o ganar electrones. La formación del disco protoplanetario y el Sol fue convulsionada y violenta; la condrita Allende estuvo cerca de la estrella muy caliente, se alejó, salió expelido del disco, muy frío, y regresó.

La nanociencia es una ciencia que surgió cuando fuimos capaces de crear instrumentos que disparan electrones que interactúan con los electrones de los átomos que constituyen a los materiales, con ello pudimos escanear la constitución atómica de los materiales, y no sólo eso, también remover los átomos de esos materiales para construir otros que quizá no existían en la naturaleza.

La nanociencia agregó un capítulo a la condrita Allende, según dos artículos publicados el mes de marzo de este año en la revista Microscopy Today. Por medio de espectrometría de rayos X, el escaneo de la condrita con microscopio electrónico de transmisión y con espectrometría electrónica Auger (taladro electrónico) se agregó un capítulo más a la odisea en el espacio del meteorito Allende; se encontraron nanopartículas de diamante, un tipo de átomos de carbono que requiere de condiciones muy extremas para formarse, colosales temperaturas y presión que sólo podría proporcionar el estallido de una estrella varias veces más masiva que el Sol, una Supernova.

*Comunicación de la Ciencia UNAM-Ensenada

risita@dgdc.unam.mx

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