Más que Tierra plana, lo que existe son mentes aplanadas

Se multiplican grupos en todo el mundo que desarrollan fantasiosas versiones de que este planeta no es esférico  
sábado, 9 de febrero de 2019 · 00:00

Por Rolando Ísita Tornell*

 

Un nuevo fantasma recorre el mundo, el fantasma de la Tierra plana. Se multiplican grupos en todo el mundo que desarrollan fantasiosas versiones de que la Tierra es plana, y un complot internacional, un orwelliano Big Brother planetario, nos ha hecho creer que es una esfera; todas las imágenes que nos han mostrado de ella, desde el espacio, son montajes hechos en hollywoodenses.

La mente humana ha estado habitada de creencias y fantasías variopintas. Se estimulan interpretaciones de un multiculturalismo mal entendido que no se sostienen frente a la naturaleza misma; y lo más terrible es quien piense o cree que existen ciencias “occidentales”, “locales”, otros saberes sobre la naturaleza, como si hubiese tantos planetas y naturalezas como grupos humanos.

Mucho se ha facilitado esta suerte torre de babel de creencias, de interpretaciones del cosmos, del Sol, los planetas, la Tierra, la naturaleza, la vida, que no sólo desconocen la historia de la ciencia, que es la historia misma de lo que nos hace humanos; se desconoce cómo funciona este sistema mundial confiable, lo que resulta sorprendente o sospechoso.

Vistas así las cosas, ¿por qué no una Tierra plana que se imponga al imaginario colectivo?, que termine por prevalecer sobre las evidencias de que es una esfera? Podría acopiar documentación muy docta de que la Tierra es una esfera por la fuerza de gravedad, por la hidrostática, y dejar la puerta abierta a quienes reniegan de la ciencia. Recurriré mejor a la experiencia cotidiana.

La inmensa mayoría de nosotros probablemente no hemos pasado la altura de los rascacielos o de los aviones; así, para la mayoría, nuestra visión del mundo es producto del bombardeo de imágenes emanadas de la comunidades científicas o militares, desde que los humanos plasmamos en ellas nuestras experiencias reales o imaginarias.

Como a muchos, el mundo me fue presentado desde la infancia, ya fuesen ilustraciones de algún libro en los libreros de casa, el comienzo de muchas películas de la empresa estadounidense Universal, un planeta rotando sobre su eje; algunos “cuentos” que ahora llaman comics; pero lo que me impactó en definitiva fue y sigue siendo el libro “Nuestro amigo el Satélite”, una traducción de una versión italiana de 1959. Piensa, lector, que son solo dos años después de que los soviéticos pusieran por primera vez en órbita terrestre un artefacto fabricado por humanos, sí, esos mismos que por mi amigo el satélite supe que hace decenas de miles de años aprendieron a hacer fuego, robándole el secreto a la naturaleza.

Hubo algo más sorprendente, de indescriptibles emociones, que terminó de subrayar mi certeza de un mundo esférico, como la Luna, el Sol y los demás planetas. A los cuatro años mi padre, un microbiólogo -aunque para entonces solo era mi Papá- nos llevó con la abuela a Acapulco, en un viejo coche Nash que a cada rato había que parar porque se orinaba y le daba sed (así lo veía yo). Después de eternas horas, en una enorme bajada, a través del parabrisas se veía a los lejos ¡sobre las montañas! una enorme línea azul oscuro ligeramente curvada separando el azul del cielo. ¡Que es eso, Pá! No dijo el mar, dijo “es el Océano Pacífico”.

De ahí en adelante, junto con millones de niños de todos los continentes pasé 6 años y luego 3 años más dibujando mapamundis, planisferios, mapas de continentes, mares, ríos, cordilleras y montañas de un mundo “redondo” sobre hojas de papel. Por demás, un frondoso pirul, alguna jacaranda, una bomba de agua de algún conjunto multifamiliar, eran cosmos enteros por los que volaba nuestra imaginación de niños con los colegas.

Se jugaba al yoyo haciendo la “suerte” (no era suerte, era práctica) de la vuelta del Sputnik, el satélite ruso estaba en boca de todos, para bien y para mal. Mas no sólo, los bolígrafos eran plumas “atómicas”, ciertos superhéroes superaban la velocidad del sonido y cuidaban el planeta, alguno se ocultaba como reportero en un diario El Planeta.

 

Aportación científica

Todo un planeta esférico hecho por los medios de comunicación, podrán decir con justeza. Pero vinieron los vuelos trasatlánticos, se me encogieron las emociones cuando vi una tenue línea recta blanca pintada en el mar, la estela de un buque como la línea de mi lápiz sobre un mapa; pero este mapa era inmenso, desde 10 a 12 kilómetros de altitud, casi dos kilómetros más alto que la cima del monte Everest, la cima del mundo.

El cielo en el horizonte curvo dibuja la misma línea impactante que la del Océano y el cielo, sólo que esta vez separando el cielo de la estratósfera, el límite de la atmósfera terrestre con el cosmos.

Ahí estaba todo eso ante mis ojos, perfectamente coherente con todas las imágenes del bagaje de mi memoria, libros, cuentos, películas, noticieros, escuela… Estrujante, fascinante, más fantástico que cualquier fantasía. Además, el tiempo de vuelo perfectamente coherente y verificable con los Usos Horarios que nos inventamos la humanidad, las rayitas en los mapamundis, para no extraviarnos en la inmensidad de un planeta esférico, como las dos horas que separan Ensenada de la hora del centro de la República. No existen dos líneas pintadas en la tierra entre Baja California y el centro del mapa de México. Esa es una “abstracción”, una aportación de la ciencia y la exploración a la humanidad.

Debo reconocer que también se me presentaron imágenes de un planeta plano. Unos dibujos animados donde en la imaginación de unos navegantes, seguramente se trataba de alguna alegoría del viaje de Cristóbal Colón en 1492, en algún momento llegaban a una cascada inmensa que marcaban el fin del océano, del mundo.

Por demás, la pantalla de mi lamparita de cama era una carabela “cruzada”, sí, la vela de su mástil mayor llevaba pintada una cruz roja como la de los cruzados; mi mente imaginaba esa carabela cayendo en una inmensa cascada. Mi conclusión sobre esas dos visiones es que las evidencias terminaron por imponerse. Como diría Stephen Hawking: he estado en muchos lugares alrededor del mundo y nunca caí.

Se colaron también a nuestras vidas en el planeta las transmisiones transcontinentales a finales de los sesenta y principios de los setenta , se había resuelto el problema de que las ondas hertzianas, ondas electromagnéticas, viajan en línea recta y, como el mundo es una esfera, no me puedo comunicar con las antípodas; el reto lo resolvían las antenas repetidoras, cada número de kilómetros una antena receptora con un emisor reenviaba las frecuencias recibidas. Esto en el Océano era impracticable.

 

La Tierra sí es esférica

En México, con las antenas repetidoras, cada estado de la República quedó intercomunicado. Poco después, en plena efervescencia de una juventud mundial preguntona, rebelde, fiestera se transmitió simultáneamente en todo el mundo, con el satélite “Pájaro Madrugador”,  The Beatles cantando “All you need is love”, y de México presentamos al Ballet Folklórico de Amalia Hernández, zapateando sobre las ruinas del Tlatelolco, con un mariachi acompañándolo. El programa se llamó Our World.

Desde la guerra, década de los treinta y hasta los años setenta del siglo XX, cualquiera que lo quisiera podía tener un aparato radio receptor con frecuencias de Onda Corta, amplitudes de onda electromagnética que por las noches rebotaban en la atmósfera superior, lográndose escuchar transmisiones casi antípodas desde otros continentes, en otros idiomas. Se cumplía la física de un planeta esférico con atmósfera, y la prueba, la evidencia para cualquier mortal en cualquier parte del mundo, era adquirir un radio receptor doméstico con Onda Corta incorporada.

Con el éxito alcanzado por el satélite artificial Sputnik, pudieron colocarse en órbitas altas y bajas un sinnúmero de antenas retransmisoras y de percepción remota que nos permitieron la comunicación de radio y televisión intercontinental, y el cada vez mejor rastreo, la detección de nuestra Tierra claramente esférica, la composición de su atmósfera en tiempo real, con la evidencia de quienes se han transportado por mar y  aire, mas las comunicaciones intercontinentales. Si la Tierra fuer plana las ondas de radio rebotarían o serían desviadas por las cordilleras y las montañas. Si la Tierra fuera plana, yo no estaría contándoles esto, habría caído ya varias veces al abismo cósmico.

En mi opinión, la explicación de este fenómeno de la Tierra Plana se puede encontrar en la psicología social, no en la física, la astronomía, ni la química. Probablemente se trata de gente que requiere llamar la atención o está necesitada de pertenencia a algo original en medio de la rutina y mediocridad cotidiana.

La Luna es esférica, el Sol es esférico, los planetas son esféricos, las gotas de agua en su caída son esféricas, ¿por qué habría de existir algo distinto y ser plano como una Tierra? Bueno, es parte de la vida sumarse a una moda, aunque nos guste o no la Tierra es esférica, para nuestra fortuna.

 

“La Luna es esférica, el Sol es esférico, los planetas son esféricos, las gotas de agua en su caída son esféricas, ¿por qué habría de existir algo distinto y ser plano como una Tierra? Bueno, es parte de la vida sumarse a una moda, aunque nos guste o no la Tierra es esférica, para nuestra fortuna”.

 

*Periodista y divulgador de la ciencia.

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