Tamayo, un grande artista

Nació en la ciudad de Oaxaca, el 26 de agosto de 1899. Su mayor inspiración la encontró en la cultura mexicana
sábado, 23 de marzo de 2019 · 08:39

Por José Carrillo Cedillo*

Rufino del Carmen Arellano Tamayo nació en la ciudad de Oaxaca el 26 de agosto de 1899. Tan grande e importante fue su aportación a la historia del arte universal representando a México.

Su familia se estableció en la Ciudad de México en 1907; tomó algunos cursos nocturnos de pintura y se inscribió en la Academia de San Carlos en 1917.

En 1926 trabajó como profesor de dibujo y de pintura. En ese mismo año expuso por primera vez en México y en Nueva York, su trabajo artístico tuvo una favorable acogida en Estados Unidos, país al que desde entonces, visitó cada año.

Sus comienzos se hallaron vinculados al realismo recio y monumental evocador de un pintor de la generación precedente de Diego Rivera.

Sobrevino después una fase de cubismo figurativo un poco escolar y tras ella Rivera le sirvió nuevamente de guía en la realización de su primera pintura mural en 1933, en la Escuela Nacional de Música.

En 1940, su poética y su lenguaje pictórico se consolidaron a sugestiones tomadas de Picasso, sobre todo en lo tocante al dibujo, y de Miró en cuanto al simbolismo, añadió un bestiario fabuloso, la mayoría de las veces inspirado en el pasado mexicano y que le distingue del realismo social dominante  de sus antecesores.

La obra mural de Tamayo es importante, en 1943 pintó en la Biblioteca del Smith College un mural; en 1952 realizó uno en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, en 1957 pintó en la Universidad de Puerto Rico, en 1958 en el Palacio de la Unesco en París.

En estas obras además de su vena decorativa y expresiva, son frecuentes y flagrantes las referencias a Picasso. En 1957 Tamayo marchó a París donde su técnica de utilización del vinilo despertó el interés de los medios artísticos, pues esta técnica permitía la obtención de efectos lisos y brillantes.

 

La inspiración de Tamayo fue la cultura mexicana

Sus cuadros de caballete descubrieron un talento personal. Tamayo produjo también retratos de una sana objetividad desprovista de misterio.

Su inspiración le permitió abarcar un repertorio muy amplio de interpretaciones, donde el fondo y la forma se diferencian sutilmente. Sus personajes son signos simbólicos pero sugerentes. Un expresionismo todavía muy vivo aparece en sus estudios de cabezas, incluso en sus escenas de géneros. Mientras que la a fieltrada riqueza de su materia pictórica se presta a una abstracción paisajista muy escasamente explotada.

El arte de las culturas prehispánicas mexicanas proporcionó la materia prima para las obras de Tamayo, el arte abstracto de Europa, sin embargo, las moldeó.

Los colores alegres y contrastantes se convirtieron en característica dominante de sus óleos tomados en parte del paisaje y la flora de su tierra. Por sus venas corría sangre zapoteca, “El pueblo de las nubes”. Quedó huérfano a la edad de doce años y vivió con una tía en la Ciudad de México.

Después de su primera exposición en Nueva York en 1926, viajó junto con el compositor Carlos Chávez. A su regreso ingresó como profesor en San Carlos, trabajo que abandonó rápidamente por estar en desacuerdo con la enseñanza de ideas estéticas que predominaban en la escuela.

Vivió a partir de entonces, algunos periodos en Nueva York y otros regresaba a México. Se dice que en Estados Unidos lo conocían como Mister Watermelon por sus famosos cuadros de sandias. En 1938 empezó a dar clases en la Escuela Dalton de Nueva York, y en 1946 empezó a dar clases en la Escuela del Museo de Arte de Brooklyn.

 

La maestría y visión de un gran artista

Narraré una anécdota personal. En una de mis exposiciones en 1972, el maestro Tamayo, generosamente, aceptó asistir a la inauguración y le comentó a mi novia que era yo un joven con mucho talento; haciendo a un lado la modestia, creo no haber defraudado al querido maestro.

Obtuvo el Gran premio de la Bienal de San Paulo en 1954 y el premio nacional de Pintura en México en 1964 en este mismo año pintó un mural en el Nuevo Museo de Antropología de la Ciudad de México, como Diego Rivera, se caracterizaba también por haber sido un coleccionista de obras prehispánicas.

En 1979  el Museo Guggenheim de Nueva York le dedicó una monumental retrospectiva, su esposa Olga y él, donaron un bellísimo mural al edificio de las Naciones Unidas en Nueva York.

Murió en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición en la Ciudad de México, el 24 de junio de 1991.

Sus restos deberían descansar en la Rotonda de los Hombre Ilustres de México.

En la historia de la plástica mexicana ocupa un destacado lugar por su gran maestría y gran artista que fue.

 

 

“Sus comienzos se hallaron vinculados al realismo recio y monumental evocador de un pintor de la generación precedente de Diego Rivera.

“Sobrevino después una fase de cubismo figurativo un poco escolar y tras ella Rivera le sirvió nuevamente de guía en la realización de su primera pintura mural en 1933, en la Escuela Nacional de Música”.

 

 

“La obra mural de Tamayo es importante, en 1943 pintó en la Biblioteca del Smith College un mural; en 1952 realizó uno en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, en 1957 pintó en la Universidad de Puerto Rico, en 1958 en el Palacio de la Unesco en París”.

 

*Artista plástico y docente con más de 50 años de trayectoria.

jcarrillocedillo@hotmail.com

 

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