Reflexiones de un abuelo
Albert Camus: lo humano y el nacionalismo (parte 3)
Por: Rafael "Rach" SolanaSobre el nacionalismo han reflexionado muchos autores en los últimos 120 años. Sus reflexiones en muchos casos son reflejo de sus propias experiencias de vida y con ello su opinión es indispensable para entender el fenómeno nacionalista que ha estado presente en nuestros tiempos. Al menos tres destacan en sus opiniones, debido a su singular punto de vista, pero compartida de manera universal: Albert Camus, Georges Orwell y Fernando Savater. Empecemos como Camus.
Uno de las frases icónicas de Albert Camus se refiere al nacionalismo como un fenómeno que destruye: “Amo demasiado a mi país para ser nacionalista”. En esta cita, Camus se refería a esa propensión del nacionalismo a la exclusividad, a la sacralización de la comunidad nacional, a la construcción de la identidad propia por oposición a las de los demás. Se dirigía a los nacionalistas confesos y a aquellos otros que niegan serlo, pero cumplen las condiciones de quienes admiten serlo. Aludía a cuantos comulgan con la mística de la nación, aunque a menudo se olvidan de los individuos que la forman. Albert Camus, nacido en Argelia pero ciudadano francés, nació en la primera mitad del siglo pasado y experimentó la crueldad de la Segunda Guerra Mundial en primera persona. Miembro de la generación de los escritores existencialistas, amigo íntimo de Sartre que finalmente como anarquista se distanció de éste. Su obra está impregnada de un fuerte repudio a los movimientos nacionalistas. Era un estudioso de la condición humana.
Una de las más famosas novelas de Camus es El Extranjero (1942), donde su principal personaje Meursault reside en algún lugar de las costas africanas, pero es en sí un extranjero en el planeta y en sí mismo. Es un personaje angustiado, cuyo comportamiento lo lleva a estar íntimamente ajeno a cualquier alcance moral de sus actos: llega al asesinato, a la prisión, al patíbulo, y no hay para él, en este inevitable proceso, ni rebeldía ni esperanza. La moral de Meursault, un extranjero –es decir, ajeno a la sociedad– critica a una sociedad cuya moral, carente de sentido, ha olvidado al individuo y controla la vida del grupo (del todo social). Pero eso sí, una sociedad con una moral que condena igualmente a un hombre que no llora la muerte de su madre.
Durante los veranos de 1943 y 1944, justo días posteriores a la liberación de París de la opresión nazi – el peor y más cruel ejemplo del nacionalismo–, Albert Camus publica en la clandestinidad cuatro documentos conocidos como Cartas a un amigo alemán. Estas cartas son un importante testimonio del pensamiento de Camus sobre el nacionalismo después de la barbarie de la guerra. En el prólogo de su publicación de 1948 se enfatiza que las cartas solamente vieron la luz años después fuera de territorio francés. El prologuista menciona que su publicación es “movida por el ánimo de contribuir, siquiera mínimamente, a que caiga un día la estúpida frontera que separa nuestros dos territorios… dos territorios que, junto con España, forman una misma nación”. Y sigue: Las cartas “se proponían esclarecer un poco el ciego combate en que estábamos embarcados” y aclara: “Cuando el autor de estas cartas dice 'ustedes', no quiere decir 'ustedes, los alemanes' sino 'ustedes, los nazis'”, es decir los nacionalistas asociados a ese movimiento. Cuando dice 'nosotros' no se refiere 'nosotros, los franceses' sino a 'nosotros los europeos libres'. Y es enfático al afirmar: “Contrapongo con ello dos actitudes, no dos naciones, por más que esas dos naciones hayan encarnado, en un momento determinado de la historia, dos actitudes enemigas”. Y es precisamente en estas líneas en donde se refiere a la famosa frase mencionada arriba: “Amo demasiado a mi país para ser nacionalista”. Nacionalismo contrario a la unidad; en este caso todos los países europeos ganarán mucho abriéndose a una sociedad más amplia. Esto puede extrapolarse a todo el mundo, a pesar de Trump, Netanyahu y los movimientos integristas.
En las obras referidas arriba, Camus nos muestra que el nacionalismo es opuesto al individuo y también al reconocimiento del pluralismo cultural y racial. Su pensamiento trasluce que esa ideología suele ser autoritaria y cruel y suele incluso, paradójicamente, desintegrar naciones siguiendo una sola línea de pensamiento.
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