Caracol, un Museo para ti

Un ser del Apocalipsis

Por: Luis Gustavo Álvarez Sánchez*
sábado, 25 de mayo de 2024 · 13:36

Pero estás aquí
Y mi asombro no cesa
al contemplar tu cráneo machacado
y tus vértebras rotas…

Inicio este relato con un fragmento del poema del maestro Rubén Vizcaíno, entonces director de Acción Cívica y Cultural de Tijuana. Fue su homenaje a los restos óseos de aquel ser al que la imaginación popular llamó Tijuanodonte, Mamut, Vizcaínodonte, Animal del Apocalipsis, Tijuanosaurio.

Los restos óseos fueron descubiertos en la costa de San Antonio del Mar, municipio de Tijuana, en junio de 1968, según atestiguaron vecinos, reporteros y la policía de la delegación de San Antonio de los Buenos. Al observar el tamaño de los restos, se descartó algún viejo ajuste de cuentas.

A fines de junio la noticia llegó a Ensenada. El Gobierno municipal de Tijuana pidió a la Escuela de Ciencias Marinas de la UABC que enviara a un científico para inspeccionar el sitio y los restos. El pasante Ramón Luna Hernández y dos estudiantes, Gilberto Flores y yo, Luis Gustavo Álvarez fuimos comisionados.

Aclaramos que no éramos ni geólogos ni paleontólogos terrestres, sino estudiantes del medio marino, aún en etapa de formación como oceanólogos. Esto preocupó a Rubén Vizcaíno en cuanto llegamos al sitio. Se imaginó que el trabajo no era para muchachos, sino para expertos. Pero los especialistas estaban muy lejos, en instituciones de la Ciudad de México.

Aceptamos el encargo porque además de los cursos básicos de Geología, Sedimentología y Paleontología que cursamos en los primeros años, participamos en rescate de fósiles y mapeo geológico al sur de la península, acompañando a paleontólogos de universidades de California.

Así, con más emoción que experiencia fuimos a retirar cuanto antes los restos de quién sabe qué bestia.  Sí –cuanto antes–, porque la urbanización de San Antonio Shores estaba en rápida expansión. Gracias a gestiones de Rubén Vizcaíno los trabajos se suspendieron dos o tres días, esperando la remoción de los restos óseos. Pero “dos o tres días” se convirtieron en todo el mes de julio. La máquina retroexcavadora que “descubrió” los restos al excavar inadvertidamente parte del cráneo de un gran animal, dispersó fragmentos de muelas, colmillos, vértebras y costillas. Las piezas mejor conservadas indicaban que los restos pertenecían a un pariente de los elefantes, tentativamente un mastodonte.

El sitio recibió frecuentes visitas de reporteros, autoridades, estudiantes, turistas y otros curiosos, motivados por la amplia difusión de las imágenes del hallazgo. Abundaron anécdotas de todos colores: El turista que, detenido casi al cruzar la frontera, se llevaba un costal de fragmentos óseos a Estados Unidos; el emotivo testimonio del operador de la retroexcavadora al desenterrar el “Animal del Apocalipsis”; la institución de California que intentó comprar los restos fósiles; las frecuentes expresiones de júbilo y asombro de Rubén Vizcaíno al contemplar la gran pelvis e imaginar el tamaño de las caderas del mastodonte.

Las mayores piezas recuperadas: la pelvis de 1.6 metros de ancho, 19 vértebras, 12 costillas incompletas, un fragmento de colmillo de 1.5 metros y dos fragmentos de molares. Las piezas se exhibieron en el estado, en programas de televisión, conferencias y numerosos reportajes de diarios y revistas.

La Tijuana de entonces, la de la mala fama, pudo contar a sus jóvenes una historia diferente, un vínculo cultural, gracias a este ser que hace unos diez mil años nos dejó testimonio de otras épocas. Los restos fósiles aún esperan que los expertos nos den datos precisos sobre su antigüedad, su ambiente, su muerte, y su posible coexistencia con los primeros humanos “tijuanenses”. 

*Investigador jubilado del Cicese.

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