Vida

Ediciones Antílope se arriesga por la juventud literaria

miércoles, 12 de agosto de 2020 · 00:00

AGENCIA REFORMA
Ciudad de México

La literatura como un ejercicio en constante cambio, “como una realidad mágica, híbrida”. Y la edición de libros como una serie de procesos lentos, colectiva, que involucra no solo a quien escribe y lee, sino a quien diseña, traduce e imprime, entre muchas otras personas.

De esta concepción partieron Astrid López, Marina Azahua, César Tejeda, Jazmina Barrera e Isabel Zapata para fundar hace cinco años la editorial Antílope, que en este lustro de trabajo “a contracorriente de la exigencia constante de velocidad” ha publicado 15 títulos, 3 por año, en géneros como narrativa, ensayo, poesía y crónica.

“Ahí vamos. Siempre estamos al borde de la quiebra. En este tiempo nunca nos hemos sentido estables. Es un sector muy precario, con recortes presupuestales, en crisis. Pero no nos arrepentimos de nada; como somos pequeños, podemos hibernar”, afirma sin dudar Isabel Zapata.

Evoca que, en un principio, querían que la editorial se llamara Lebrílope -un animal mítico del folclor estadunidense, descrito como una liebre con cuernos de antílope-. “Nos gustaba porque es híbrido. Pero no tenía buena recepción en los lectores, no se acordaban de la palabra. Por eso le dejamos Antílope”, agrega.

La politóloga aclara que hacen los libros que les gustaría leer. “Pensamos que, en el mejor de los casos, la lectura involucra todos los sentidos y conjuga contenidos estimulantes con una experiencia estética y visual. En Antílope hay espacio para voces nuevas, antiguas, arriesgadas, traducidas y rescatadas”, detalla.

Dice que son, en palabras de Salinger, “amantes de lo improbable, protectores de lo infecundo, defensores de los extravagantes sin remedio”.

La también maestra en Filosofía añade que, para ellos, la edición es una labor creativa que germina en colectividad. “Si la escritura ocurre en solitario, la edición es el acto de compañerismo que se opone al aislamiento, un sitio donde es posible gestar amistades mientras se trabaja un libro a varias manos. Por trabajo, nos referimos a un aspecto poco desarrollado en la tradición editorial mexicana: la participación activa de todos los involucrados en la creación de un libro”.

UN RITMO PROPIO
Isabel Zapata admite que la producción de Antílope no es muy grande, “porque aún somos artesanales, todo lo hacemos entre nosotros, no tenemos empleados y vamos al ritmo que podemos”.

Indica que la idea es trabajar en comunidad y muy de cerca con los autores, diseñadores y todo el equipo, para que no sea una labor desarticulada. “Buscamos hacer un trabajo integral, en el que se toma en cuenta a todas las partes involucradas en el libro y se establece un diálogo”.

Destaca que “no publicamos nada que no nos entusiasme a las cinco editoras, porque nuestra capacidad es limitada, no tenemos recursos económicos y humanos de sobra; entonces, discutimos muchísimo cada proyecto. Generalmente, el criterio de selección es la obra, aunque, cuando hay autores como Mariana Enríquez o Alejandro Zambra, es un factor a considerar”, confiesa.

Señala que la apuesta es por dar a conocer el trabajo de autores nuevos. “Todas nuestras novelas son primeras obras. Estamos abiertas a recibir textos de jóvenes que no han podido entrar en otras editoriales, no por falta de calidad, sino porque los sellos buscan el éxito comercial. Es importante que haya más autores jóvenes”, dice.

En cuando a los géneros, indica que tratan de conservar un equilibrio. “Tenemos cinco títulos de poesía, que se mueven bien; cinco de novela, la que más éxito ha tenido es Las mutaciones, de Jorge Comensal, que se ha traducido ya al chino, al árabe, al italiano, al francés y al alemán; y de ensayo son varios. No hemos publicado cuento, no por veto, sino porque no se ha dado”, aclara.

Tras observar las propuestas de las nuevas generaciones de autores, Zapata considera que varios “están abordando temas como la familia, la memoria, lo que llaman auto ficción. Es una escritura híbrida en la que conviven rasgos de prosa poética, de ensayo, de narrativa; fragmentaria, muy potente, que no se preocupa mucho por el género”, añade.

Quienes pusieron como regla no auto publicar su obra en Antílope, también ofrecen talleres y cursos, ahora virtuales, para “crear espacios de diálogo, de reflexión, hacer comunidad, algo que vaya más allá de la venta de libros”.

Los viernes de agosto imparten el curso virtual “Por amor al arte. Cómo editar libros sin morir en el intento”.
 

 

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