Vida

El líder de la tropa

Fallecido a los 65 años, Mauro Mendoza luchó contra el desdén y por la reivindicación del teatro para niños, y pugnó por espacios y salarios dignos para sus colegas
jueves, 14 de enero de 2021 · 03:16

AGENCIA REFORMA
Ciudad de México

Cuando Mauro Mendoza (1956-2021) ganó un premio estudiantil de actuación, a sus colegas le pareció un desperdicio que fuera payaso siendo un gran actor. El teatro para niños era visto entonces como un fracaso para un histrión, y qué decir del payaso, un relegado del teatro.

Con La Trouppe, la compañía de repertorio que fundó en 1980 con Sylvia Guevara, su compañera en la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT) del INBA, luchó contra ese desdén.

En el escenario encarnaba a “Trupo”, un payaso elegante, sobrio, de guantes blancos y sombrero de copa. Había tomado por escuela la técnica del clown ruso, al estilo de Oleg Popov, el “Chaplin ruso”.

Fallecido el miércoles pasado a los 65 años, era un hombre alto, robusto, pero ágil. Fuera del escenario era introvertido, dueño de un humor negro, amigo leal, melómano y cinéfilo de privilegiada memoria. Era además el dramaturgo detrás de La Trouppe, con 22 obras.

Como “bichos raros”
La semilla de su trabajo habría que buscarla en Barrionetas, una comedia musical para títeres y actores con música de Chava Flores, destinada a un público adulto pero que divirtió también a los niños, presentada en 1976 como un trabajo estudiantil, al inicio de la carrera.

Ese espectáculo, contaría el propio Mendoza en Paso de Gato, sembró en él y Guevara “la inquietud por dedicarse” al teatro para niños, el arte de los títeres y la técnica actoral de los payasos.

Dos años después fue invitado a crear un espectáculo con una “incipiente Trouppe”, y escenificó su obra debut: Rompecabezas, un montaje para títeres y payasos.

La idea de formar una compañía se afianzó en Mendoza y Guevara al regreso del Festival Latino de Nueva York. El grupo de amigos de la ENAT que ponía dinero de sus bolsillos para hacer teatro se la jugaba dejando sus trabajos para dedicarse de tiempo completo a la compañía, consagrados a tres artes: el arte del payaso, el arte del títere y el teatro para niños. Daban un salto al vacío, pero definitivo.

La Trouppe nació como compañía de repertorio el 8 de diciembre de 1980, un Día del Payaso.

Decidieron bautizarla así por la admiración de Mendoza por la Commedia dell’Arte, forma teatral originada en las calles y en las plazas durante el Renacimiento con compañías itinerantes.

“Esa decisión le dio una vuelta completa a nuestra historia”, cuenta Carmen Luna, “Noni Pelusas”, quien abandonó con 18 años la idea de ser abogada para aprender sobre títeres y payasos con Mendoza, uniéndose a la nueva compañía. Él le propuso: “¿Por qué no le dedicas cinco años a La Trouppe? Estás muy chavita y, si no funciona, te regresas a la escuela”.

“Éramos tratados como bichos raros y como locos; (los compañeros teatreros) nos auguraron un futuro bastante tenebroso. Decían que no duraríamos ni dos semanas”, contó Mendoza.

No montarían los cuentos tradicionales sino que recuperarían “los espacios teatrales para el arte de los títeres y los payasos”, hacer teatro para niños con “seriedad y alta calidad”.

“Era todo un manifiesto”, opina, por su parte, la dramaturga y directora Verónica Maldonado.

Se proponían hacer un teatro distinto, no apostar a obras convencionales, sino montar piezas inteligentes con un humor que divertía a toda la familia.

“Con temáticas que parecían no propias del universo infantil como la radio”, añade Maldonado.

Respeto a las infancias
Hace 40 años los montajes eran “ñoños”, por decirlo de alguna manera, cuenta Luna. “A los niños los trataban no como seres inteligentes y sensibles”.

La Trouppe luchó contra el desdén y por la reivindicación del teatro para niños, que no se dijera que era un género menor. Pugnó también por espacios dignos y por sueldos iguales a los que hacen teatro para adultos.

En Rompecabezas, la primera obra y la más representada de su repertorio, está el espíritu de La Trouppe: el respeto a las infancias y tratarla como seres pensantes.

“Es de las compañías pioneras en echar el salto, en decir: el teatro para niños puede ser profesional y de calidad, y con el mismo rigor y respeto hacia el público que el teatro para adultos”, considera Amaranta Leyva, directora de La Titería de Marionetas de la Esquina.

Y ese es uno de los legados de Mendoza, añade, haber impulsado el teatro para niñas y niños a un nivel profesional y haber mantenido una compañía independiente que durante décadas ha permanecido en el gusto del público.

Su apuesta sucedió en una época donde no había un movimiento de teatro para las infancias como hoy.

Rompecabezas permitió a la compañía difundir su innovadora propuesta, que Mendoza resumió así en Paso de Gato: la “interacción de los payasos con los títeres y la música en un espectáculo sin palabras apto para todo público”.

Habían comenzado como payasos silentes y, mucho después, llegó la voz.

Empezaron a experimentar con el “teatro negro” a partir de Charivari, un espectáculo destinado a los más pequeños y un trabajo pionero a principios de los 80 al combinar los títeres en cámara negra, payasos y la acción escénica.

“Era una gran novedad cuando lo empezaron a usar; en México nada más conocíamos el Teatro Negro por la Linterna Mágica de Praga que vino algunas veces al Cervantino, y lo explotaron de una manera maravillosa y con un sentido del humor muy blanco. Eran asombrosos: era increíble cómo llenaban los teatros”, dice Lourdes Pérez Gay, fundadora de Marionetas de la Esquina, compañía que ha sostenido una relación fraterna con La Trouppe desde sus inicios.

Una amistad que data de cuando Mendoza trabajaba en el Centro de Teatro Infantil del INBA, donde coordinó su primer teatro: El Titiriglobo, un foro titiritero en medio del Bosque de Chapultepec, antes de La Trouppe.

Con ese proyecto no solo rescató los títeres, textos y recursos escenotécnicos de la época, sino que también entrenó a titiriteros, apunta Maldonado. Y con La Trouppe, se encargaría del diseño de los títeres.

Mendoza deja una huella que seguirá viva por largo tiempo, y La Trouppe continuará ofreciendo sus vigorosos espectáculos a las jóvenes audiencias y a sus acompañantes mayores, asegura, por su parte, la dramaturga Berta Hiriart, quien fundó la Compañía de Teatro Infantil de la Universidad Veracruzana.

“Con su estilo único, sellado por la combinación de títeres, payasos, música, y elementos del teatro negro y el cabaret, La Trouppe es ejemplo de resistencia para las jóvenes compañías de teatro para niños de nuestro país”, afirma.

Aún hoy se proponen explorar las nuevas formas de hacer teatro, fiel a ese espíritu de la compañía de permanecer a fuerza de necedad.
 

 

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