Vida

Reseña Serendipias de Gustavo Estrada

viernes, 3 de septiembre de 2021 · 00:00

Por  Leopoldo Orozco


El cuento, como dijo alguna vez el mexicalense Daniel Sada en un muy incisivo artículo publicado en el diario Reforma, es posiblemente el género literario que menos se ha renovado con el paso de los siglos. Basta con observar las directrices de las diversas convocatorias para publicación y galardones en este rubro para darnos cuenta de que las guías editoriales impuestas al género se han vuelto más bien un apretado corsé que no da señales de estar cerca de un digno botonazo. A veces, el oficio de cuentista exaspera por su mecanicidad, por esta falta de apertura en una disciplina en la que parece que todo se ha probado ya, y que lograr un cuento perfecto parece estar al alcance de un par de técnicas bien ejecutadas.

Digo parece porque esto último resulta, por no decirlo de otra forma, engañoso. Un buen cuento es más que la suma de sus partes. Escribir un cuento no es lo mismo que armar un cubo de Rubik o llenar los laberintos paralelos del sudoku. Si así lo fuera, el IPN no habría tardado en abrir la Ingeniería en Escritura del Cuento. Un cuento puede tener un giro de trama minuciosamente planeado, las matrices actanciales de su par de personajes perfectamente definidas, una prosa inmaculada y sin zozobras, y aún así no ser un buen cuento.

Las piezas narrativas que nos ofrece Gustavo Estrada (Ensenada, 1996) en este, su primer libro, además de tener una factura impecable, rezuman aquello que no podría contener un cuento escrito con simples fórmulas: carácter, personalidad.

Algunos de los personajes que pueblan este libro se han convertido para mí en gente real que recuerdo de vez en cuando en conversación o en situaciones específicas. A Paco el andaluz, que por alguna razón en mi mente siempre ha tenido el rostro y el porte de Juan José Arreola, lo recuerdo siempre que veo que alguien aplaude con ahínco y sin presunciones, y cada vez que paso al lado del teatro de mi ciudad que, honorablemente, también vio nacer a Gustavo. A Augusto, protagonista de El Síndrome, más que recordarlo lo habito cuando siento que la nueva y anormal felicidad que ha llegado a mi vida solo puede explicarse con un diagnóstico médico. Martí Chetes y su infinitesimal diagrama vuelven a mí cuando me encuentro desesperado por matar las horas, que pasan más lento que de costumbre, cuando el encierro me pesa más de lo habitual y mi mente sería capaz de abstraerse en el zumbido de una mosca para buscar la explicación del mundo.

El talento de Gustavo Estrada para crear personajes entrañables y cercanos no lo compra ningún taller literario. Es el resultado de un desarrollo magistral de la empatía que roza el estudio de personaje del mejor periodismo: la voz con la que el autor nos cuenta las cosas es tan abierta y sincera que uno está dispuesto a creerle todo, ya sea la historia de un hombre que sirve de hábitat para innumerables insectos o la de un ser multiforme y cambiante cuya única cualidad inmutable es su capacidad de ternura. El tipo de cuento que nos ofrece Gustavo ha vuelto a sus orígenes, antes de los manuales rígidos y los maestros de la técnica: la calidez de su voz se acerca a la de la fogata, a la cordial narración de un cuento favorito en voz de un abuelo cuando niño. Tal vez por eso, leer los cuentos de Serendipia siempre me colma de nostalgia y de satisfacción. Espero genuinamente que evoque en ustedes lo mismo.

Serendipias. Gustavo Estrada. Libros del fresno, Ciudad de México, 2021. 59 páginas.

Descarga gratuita en:
https://librosdelfresno.files.wordpress.com/2021/03/serendipias-gustavo-estrada.pdf 



 

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