Miradas

Miembros fantasmas que cuentan historias

sábado, 4 de septiembre de 2021 · 00:00

AGENCIA REFORMA
Ciudad de México

En un lugar llamado Hukuméiji, el pueblo inventado por Vanessa Londoño en El Asedio animal, su más reciente novela, la violencia y la mutilación son parte del pan de cada día.
Este lugar ficticio basado en Colombia -o cualquier otro país de América Latina-, azotado por la violencia, es el hilo conductor de esta novela y de las varias historias que teje: la idea de la mutilación para entender la pérdida y la desolación, pero también, la forma en la que las historias de violencia se corrompen y cómo la literatura, en el mejor de los casos puede restituir las voces de sus protagonistas.
“Pensé en la idea de Faulkner de las tragedias que son de segunda mano, mucha de la narrativa en colombia está pensada así: hay gente que no sufre una violencia pero la compra en el mercado de lo usado, de segunda mano y se apropia de ellas para contarlas, desde ahí opera la novela”, explicó la autora.

Distintas perspectivas
En la novela, el lector no ve directamente varias de las escenas más duras de sus personajes, alguien las cuenta como algo que pasó en el pasado, a veces desde una perspectiva sesgada como un comentario a las coberturas noticiosas, por ejemplo, que cuentan tragedias alrededor del mundo desde una perspectiva distinta a la de las personas que sí las vivieron.
Todos han perdido un miembro de su cuerpo a manos de la violencia en su pueblo y, de alguna manera, estos miembros representan las historias que les fueron arrebatadas.
Es solo cuando sus protagonistas para contar sus experiencias con su propia voz cuando la verdad se le revela al lector. Como si los miembros fantasmas tuvieran todavía potestad en cómo se cuentan las cosas.
Para la autora, que trabajó como periodista en varios medios de comunicación estadounidense, este es un comentario sobre el valor que tiene el relato del hombre blanco sobre lo que pasa en el mundo.
“Se apropia de una tragedia que no le pertenece para contarla y darle el valor que él cree que tiene y cómo, después de que se apodera del relato, parece que no hay que cuestionarlo. El relato se convierte no solamente en un valor periodístico sino en un valor político.
“En Colombia muchas de las personas que se opusieron a los acuerdos de paz (entre el gobierno y las FARCS) recompraron una tragedia que no les pertenecía y rechazaron el proceso de paz con argumentos de violencias que no les habían ocurrido, eran gente en la ciudad que está rodeada de comunidades y se aprovecharon de violencias ajenas para rechazar un acuerdo que le iba a simplificar la vida a la gente realmente vulnerable que han vivido el horror en primera persona”, dijo.
Para Londoño una herramienta importante para recuperar las narraciones de las comunidades vulnerables y arrebatarlas de los espacios que las utilizan para sus beneficios, es justamente la literatura, la posibilidad, dijo, de restituir de alguna forma simbólica esos cuerpos, las partes que les faltan y lo que constituían antes, pero sobre todo sus historias.
“Cuestionar lo que se está diciendo y cuestionar lo que se está contando, cuestionar la narrativa de los medios de comunicación, del status quo que ha tergiversado lo que pasó con el estallido social, por ejemplo, es una forma de regresar el habla, y por eso creo que el libro habla de restituir las historias y pensar qué dirían esos miembros fantasmas que persisten en contar sus historias”.

 
 

...

Comentarios