LO QUE TE CUENTA LA DAMA
Iniciando el 2022
Por Johana Ochoa jochoa@elvigia.net¿Pensaron que me había olvidado de ustedes? Pues no, esta fue la primera vez en mi vida que me tomé como descanso las fiestas decembrinas. Estuve con mi familia encerrada, comiendo y viendo tele. Cómo no, me merecía tiempo en familia, y a decir verdad es el mes en el cuál ya sea por tradición, mercadotecnia o espíritu, queremos estar cerca de los nuestros, además de tener buenos propósitos por cumplir entrando el año. Aunque en mi humilde opinión, estos deben ser todo el año e iniciar en cualquier momento.
Gracias a las redes sociales podemos tener un panorama más amplio de cómo transitaron las festividades, me dio gusto leer en grupos de redes, personas que compartían cenas navideñas y juguetes para aquellos que no la estaban pasando bien. Así como la participación de escuelas y empresas en donación de cobijas, por supuesto El Vigía estuvo con el Cobijiton 2021, abrigando a los más necesitados. De corazón deseo que todos hayan pasado una tranquila Navidad y un año nuevo lleno de fe y esperanza.
Justamente tengo una historia que compartir acerca de los deseos en Navidad y año nuevo.
Era diciembre de 2017 y yo había pedido el divorcio dos meses antes, por lo que debí buscar casa en renta. Un amigo me prestó la suya en Los Encinos, y de hacer 10 minutos en carro a mi trabajo, ahora hacía 50 minutos en transporte público.
En aquel entonces no tenía apoyo familiar ni económico, y muchas personas no entienderon que mi hijo de un año y 4 meses se quedara con su papá y abuelos mientras yo buscaba una mejor ubicación. Donde yo vivía se iba la luz en casa y no había en la calle, había agua solo en las madrugadas, no había casi señal de internet: parecía que había ido a dar a Silent Hill por las noches (estaba muy macabra la calle). No iba a arriesgar a mi bebé a las incomodidades. Además por mi trabajo de tiempo completo tenía que quedarse al cuidado de sus abuelos, que estaban en la casa que yo por la razón mencionada tuve que abandonar.
Recuerdo mi tristeza de aquellos días, y fue cuando un compañero de trabajo -cuya mujer había corrido de su casa por infiel- que sabía de mi situación, se me acercó y me dijo que me fuera a vivir al departamento que él había rentado. Me quede sorprendida, y en su voz escuché las ganas de ayudarme al decirme “Pagué depósito, ya me perdonó mi mujer, pero no me lo darán de regreso, así que te me vas al departamento al menos 6 meses. Le dije a la casera que eras mi prima”. Sentí un respiro en el corazón, a los dos días ya estaba viviendo a 10 minutos a pie de mi trabajo, en zona transitada. Eso sí, solo con mi cama, refrigerador (fue lo único material que le peleé a mi ex), mis pericos y mi ropita.
Era justamente 22 de diciembre, corrí a contratar internet, para mi solvencia pagaría 200 pesos mensuales; fui tan afortunada que esa misma tarde me lo instalaron. Como era reciente todo, no tenia ni un adorno en ese departamento de 4 por 6 metros, apenitas cabía, solo con cocineta y mi refri, mi espacio con cama, clóset y boiler adentro... ah, y baño, juro que nunca había estado en algo tan chico.
Bueno, llegó Nochebuena, fui a ver a mi hijo a casa de sus abuelos. Su papá, como estaba molesto por el divorcio, cuando escuchó que llegaba la familia y era momento de irme, me pidió salir por la puerta de atrás. Después sus papás lo regañaron y me pidió disculpas porque no tenia que sacarme como si fuera una desconocida o estuviera mal que visitara a mi hijo. Llegué deprimida a mi departamento (menciono que de mi familia, mi mamá estaba molesta por mi separación), y no tenía nada que cenar. Salí a caminar, eran las 8 de la noche y alcancé a comprarme los últimos dos tamales en el puesto de un señor en la calle Alisos. Cené y me dormí. Al otro día vi un rato a mi hijo. Seguí trabajando esa semana, llegó Noche Vieja y se repite la visita. Llegue más triste a mi departamento, esta vez sin cena, en mi cabeza hacía eco el estar lejos de mi hijo, de cómo era mi vida un año antes. Y entonces fue la primera vez que estuve con la soledad. Recuerdo que puse una serie en mi lap top que estaba a un lado de mi cama, me quedé dormida. El sonido de los cohetes anunciando la llegada del 2018 me despertaron. Recuerdo que me levanté y me dirigí al refri: había una media de cerveza Sol, me la tomé y dije “Feliz año nuevo para mí, y mi mayor deseo es nunca volver a estar sola”. Fue el 3 de enero que mi mundo se sacudió, y sin esperarlo me enteré de mi embarazo. Fue la manera en la que sentí que el universo volteó a verme y me cumplió en cierta forma lo que pedí con el corazón. Hoy ese deseo tiene 3 años y 4 meses.
Nunca dejen de pedir cosas desde lo más profundo de su ser, a veces no entendemos lo que nos manda la vida misma o lo tomamos como un reto, pero siempre apreciamos con el corazón lo anhelado.
¡Besos con labios rojos!
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