LO QUE TE CUENTA LA DAMA

Problemas en el baño

Por: Johana Ochoa jochoa@elvigia.net
lunes, 3 de octubre de 2022 · 00:00

Ya es lunes, inicio de semana, y ya vamos a trabajar.
En esta ocasión escribo sobre un tema que no se toca. Podemos hablar de Only Fans, de legalizar la mariguana, del aborto seguro, pero nadie habla de lo terrible que es vivir con problemas para obrar. Y sigo siendo una dama, pero nosotras también sufrimos. 
Creo que desde que abrí los ojos al mundo he sido estreñida. En mis primeras investigaciones sobre el tema, mi madre me decía que era culpa de la leche Nido. Cuando era adolescente, que me quedaba la taza del baño pintada en la piel, empecé a contar mis días sin obrar. Me di cuenta de que era algo que quería comentar con mis amigas, pero también a ellas les daba pena hablar de eso. Sabía que era algo privado, pero estaba confundida por saber si era "normal".
Tenía 15 años cuando empecé a caminar, a tomar más agua, y ¿qué creen? Ni así me ayudaba. Acudí al médico general con mi mamá, y las respuestas fueron "tienes intestino perezoso", "tránsito intestinal lento". 
Estaba en preparatoria cuando me aventé una semana sin ir al baño, pobre de mí. Y así pasaron los años. 
Ya de adulta noté que cada vez que obraba como Dios manda tapaba el drenaje. ¡Qué horror! Obviamente esto desencadenó problemas familiares, así que como en casa de mis papás había un baño exterior con la taza muy grande, pues sí, ese se convirtió en mi baño privado. 
Imagínate que te dan ganas de "meditar" en plena madrugada, con lluvia... así salía, con miedo de que una araña u otra cosa me picara, porque para acabarla de fregar, el baño exterior no tenía ni luz. Y es que mi familia se enojaba mucho, porque usar el baño de casa era garantía de taparlo, y unas tres veces debieron llamar al plomero, quien después de abrir el drenaje exterior, y con un tubito tipo caña, se daba a la tarea de destapar mi gracia. Mi mamá me dijo que no era justo pagar 600 pesos cada vez que debían destapar el inodoro, así que agarré la onda y me fui al baño de afuera. 
Tenía un mejor amigo que se llamaba Sergio, y una vez lo acompañé a McDonald's a su entrevista de trabajo. Me senté alejada de él mientras lo atendía la supervisora. Entonces, imprudentemente, y tras de varios días de ausencia, llegó un dolor repentino de estómago. Sabía que no me perdonaría ni la hora ni el lugar. Sinceramente fui a los baños, afortunadamente limpios y solos, y estuve tranquila... hasta que le bajé al baño. Lo megatapé, se desbordó, y yo sabía que tenía que salir corriendo de ahí. Cuando salí me di cuenta que a lo lejos venían caminando tres empleados con artículos de limpieza. ¡Ay no, van a conocer la cara de la culpable! En eso volteo y Sergio estaba solo, llenando unos papeles. Llegué corriendo y le dije que nos teníamos que ir ya; él se sacó de onda y se apuró, y literal nos fuimos corriendo. Como a tres cuadras le conté lo sucedido. Entre risa y risa, nunca le llamaron del trabajo, y siempre me echó la culpa.
A mis 30 años quise combatir el estreñimiento con ejercicio, hacía dos horas diarias de spinning, tomaba bastante agua y jugos verdes, y ¿saben qué? Pues tampoco, así que más frustrada estaba. 
Cuando estaba embarazada de mi hijo Néstor me la pasé comiendo verdura y pollo o pescado a la plancha, y sí batallaba, pero no mucho. De Luis fue el terror, porque desde los seis meses de embarazo tuve hemorroides grado 4-5, me fue remal. Incluso probé la famosa nuez de la india, pero me daba una diarrea terrible, parecía que había comido tacos de tres pesos, no podía controlar las ganas, y casi me cagaba trabajando o andando en la calle.
Al tiempo de que nació Luisito, mi mamá me ofreció Simifibra, y a ese producto lo tengo en un altar. Aunque huele refeo y sabe asqueroso, es garantía de obrar a las seis o siete horas. Es económico y a veces un poco rudo, pero vale la pena.
Hasta aquí esta columna tan random, porque sé que más de un@ que me lee anda por la vida como yo, lidiando con sus necesidades primarias.
Les deseo una excelente semana, y por favor cuídense, tápense la boca y amen mucho.

¡Besos con labios rojos!
 

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