LO QUE TE CUENTA LA DAMA

Me llamaban maestra

Por: Johana Ochoa jochoa@elvigia.net
miércoles, 18 de mayo de 2022 · 01:08

Seguimos de festejo este mes, y tocó el Día del Maestro el domingo pasado. Mis redes sociales se llenaron de felicitaciones para ellos en su día, y ¿qué creen? Yo tuve la fortuna de ser maestra hace algunos años, pero primero aclaro que lo correcto es decir que fui docente, de manera popular llamada “maestra” por aquellos que fueron mis alumnos.
En 2014, cerrando ciclo como reportera de esta casa editorial, en pose de señora acomodada, decidía tomarme un descanso semestral del área laboral y dedicarme solo al hogar y al gimnasio; no tenía hijos. Me llamó la atención un diplomado en docencia, y leyendo el programa abarcaba técnicas de evaluación de grupo, rúbricas, planeaciones, etcétera. Pregunté si con ese diplomado podía dar clases, me dijeron que sí, me inscribí, y lo tomé por casi seis meses. 
Entonces un amigo diseñador, quien sabía que no estaba trabajando, me recomendó en una universidad privada para dar clases. Casi me dio el infarto porque apenas tenía tres sesiones en el diplomado, y me llamó la directora de la universidad. 
Acudí con pena porque no sabía nada de docencia. Al llegar me pasaron a dirección y muy amable, la secretaría académica platicó conmigo. Estaba contemplada para la clase de Comunicación Oral y Escrita para primer cuatrimestre de Diseño Gráfico. Recuerdo que dije “es que no sé dar clases, nunca lo he hecho”, a lo que ella me respondió “pero estoy segura que se te va a dar”, y acepté. 
Agradezco infinitamente la confianza y apoyo para tener mi primer grupo formado por 12 alumnos, con clases cuatro horas a la semana. Mi primer día como maestra estaba súper nerviosa, ellos no sabía que me esmeré mucho en hacer la planeación de la clase, elaborar materiales, pero sobre todo no había dormido de los nervios. 
Me presenté ante el grupo, iniciamos clase, y jamás olvidaré cuando una alumna me dijo “profe, aquí esta el ejercicio que pidió”, mi corazón sintió tan bonito, estaba muy feliz. Y así inicié.
Al siguiente semestre tenía conmigo a 120 estudiantes, porque aparte de los tres grupos en esa universidad privada, fui contratada para cinco grupos en una preparatoria federal cercana, el cual goza de mala fama desde que yo era joven, porque se decía que puros “corridos y burros” estudiaban ahí. 
Los primeros dos meses en esa escuela los pasé llorando: los alumnos se portaban súper mal, se peleaban en clases a trancazos, no hacían sus tareas, me ignoraban... y yo no sabía que hacer, quería renunciar. 
Entonces recordé que en el diplomado nos habían enseñado lo que no se debe hacer con los alumnos, y qué era psicopedagógico. Analicé y decidí tomar el método de la vieja escuela. Se les acabó su buena maestra, y empecé a atravesar mi escritorio en las aulas; me alié con el conserje, y al que no llevara su tarea se iba con él a limpiar baños y barrer la escuela.
Empecé a ser la maestra que los castigaba mucho. Sentía sus miradas de molestia porque no sabían si ese día los pondría a correr bajo el Sol, o los iba a reprobar quitada de la pena. Y así me la viví con estos alumnos de prepa. A los de universidad me encantaba dejarles ensayos, lecturas y exposiciones (para que se les quitara, sobretodo, la pena de hablar en público). 
Y de repente, un mes antes del cierre escolar en bachillerato, me avisan que los alumnos iban a evaluar a los docentes; ante mis métodos primitivos pensé que sería su oportunidad de darme en la torre con calificación negativa. Una semana antes del cierre de actividades me dieron los resultados. “Aquí esta su evaluación docente, por cierto felicidades por haber sacado el segundo lugar”, me puse roja y juro que no me lo podía creer. Y sí, los alumnos al final me consideraron buena docente. Por cierto, pregunté quien era el mejor calificado y fue el de Educación Física.
Me gané más grupos para el siguiente ciclo escolar, y dar los cursos de inducción a los nuevos ingresos, pero no pude seguir porque cambié de planes laborales. Seguí en el nivel licenciatura en dos universidades más, pero cuando nació mi hijo suspendí la docencia. 
Espero regresar pronto a las aulas, pues mi mayor satisfacción es compartir el conocimiento con las futuras generaciones, saber que aprenden de ti, y que confían en tus habilidades y conocimiento para su formación. Hasta la fecha, me hace feliz que se acerquen mis exalumnos y con mucho cariño me saluden. 
Cuídense mucho, cuiden a los suyos y a todas las mujeres, hoy por mí, mañana por ti. Amen mucho. 

¡Besos con labios rojos!

...