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POR SI LAS MOSCAS: Hablando de malas elecciones…

viernes, 22 de mayo de 2015 · 00:00
Por: Laura Monzón
 
 
La corrupción y el cinismo político que, hoy día, se observan en México no son nuevos. Nuestro país alberga una cantidad de historias dignas de Franz Kafka por surrealistas. En México los errores tienden a repetirse una y otra vez, y parece que seguimos sin aprender de ellos.
El primer lugar del absurdo mexicano lo merece el sexenio de José López Portillo, que estuvo marcado por el capricho, el nepotismo y los excesos irracionales. Cegado por el repentino hallazgo de yacimientos petroleros y creyendo que el país saldría adelante con la exportación del crudo, el otrora presidente, que en paz descanse, pidió préstamos a la banca extranjera para invertir en exploración e infraestructura y aprovechar dichas reservas. 
En este periodo exclamó una de sus frases más histriónicas: "Tendremos que aprender a administrar la abundancia”. México fue considerado una potencia exportadora de petróleo y se supuso que llegaba la era de la riqueza ilimitada. Pero no se calculó que en 1980 el precio del barril se desplomaría a causa de la sobreoferta de los países productores y la poca demanda de los países consumidores.
La devaluación era inminente. López Portillo se vio en la necesidad de nacionalizar la banca al final de su sexenio, dejando una inflación del 400%, el dólar a 70 pesos y tuvo que declarar al país en crisis después de que banqueros y empresarios vaciaran sus cuentas, llevándose todo su capital al extranjero. En un mes, 9 mil millones de dólares desaparecieron del país.
Corrupción, especulaciones, malas estrategias y una cadena de pésimas decisiones relacionadas con el capricho de mantener al país a flote sólo por medio de la exportación petrolera, llevaron al México de López Portillo al borde del colapso financiero. La historia puede repetirse en el sexenio de Peña Nieto, a causa de la corrupción y tácticas absurdas de las reformas en el ámbito energético y financiero. 
Después de 33 años, seguimos sin entender que México no va a salir de su estado de economía emergente mientras sigamos creyendo que el petróleo es la única fuente de recursos. Nuestro país tiene un gran potencial: tierras ricas, mares vastos, profesionistas destacados y gente con grandes ideas de negocios. 
Las pymes están buscando la oportunidad de salir adelante, de mostrarle al mundo la capacidad comercial que tienen; pero si antes se les dificultaba mantenerse a flote, ahora, con la reforma fiscal, la homologación del IVA al 16% en la franja fronteriza y el alza excesiva en los combustibles, la situación se ha puesto color de hormiga. 
No necesitamos gobernantes que prioricen la explotación de materias primas y hagan a un lado otros productos y servicios negociables; mucho menos reformas fiscales mal planteadas que le den preponderancia a una recaudación tributaria que empuja a personas físicas y morales al extremo, obviando la activación económica, la inversión y la generación de empleos.
El Doctor Pierre Salama, profesor emérito del Centro de Economía París-Nord, dice que México necesita una revolución fiscal. Mientras el país pretenda subsistir sólo de la exportación de petróleo, no tendrá forma de competir con otras economías. Más bien, debe aprender de China, sin imitarla, que logró insertarse en el mercado gracias a la maquila de productos. Hoy día, todo es made in China.
En el año 2000 China registró un crecimiento económico del 32% y se ha mantenido en un 10%, mientras que México apenas araña un 3% anual. Esto quiere decir que en China una persona que nace pobre tiene posibilidades de superarse, cuando en México el pobre tiene más probabilidades de quedarse pobre. 
Pierre Salama explica que esta situación no tiene que ver con la producción laboral, sino con la tasa de crecimiento y la movilidad social. Si México quiere progresar en materia económica, deberá establecer las reformas necesarias para mejorar la tasa de crecimiento, disminuir la desigualdad social y destinar un buen porcentaje del PIB para mejorar su infraestructura.
Aún hay mucho camino por recorrer; pero si no se asientan de una vez por todas las bases para edificar una economía competitiva y se sigue improvisando según el capricho del presidente y los legisladores en turno, moriremos esperando el añorado milagro mexicano.

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