ATERRIZAJES

Las bibliotecas públicas municipales

Por Adán Echeverría
martes, 19 de septiembre de 2017 · 00:00

Imaginar lo que se perdería si permitimos, como sociedad, que las personas que asisten a las bibliotecas públicas municipales tuvieran que callar su pensamiento. Es inaudito que las filiaciones políticas, religiosas, sociales, de los cuenta cuentos, talleristas, lectores, tuviera que estar medido de acuerdo a si se llevan o no con personajes del partido oficial en el poder.

En un país democrático, donde nadie tiene por qué saber por quién votas durante una elección, no puede tener cabida la sola idea de pensar que quien escribe o habla con alguien sobre lo que le parece la gestión del alcalde en turno, deba ser privado de poder leer y consultar en una biblioteca pública, cuyo mantenimiento es con el dinero de nuestros impuestos.

Aun no les ha quedado claro a los servidores públicos que cuando se llega a gobierno no se trabaja para el partido al que perteneces sino trabajas para todo el pueblo. El partido político que te llevó a determinado puesto de elección, o a ocupar un puesto en el gobierno, sobre todo en el área de cultura y educación (cuando menos), sólo ha sido un instrumento, un medio para llegar. Pero cuando se llega se deben de quitar el logotipo del partido de la nalga y comenzar a pensar en favor de toda la sociedad. Y si se es inteligente, buscar el acercamiento al gobierno de todos aquellos que tienen una filiación política diferente, o que ni siquiera tienen una filiación política. Como en mi caso.

Lo diré una vez más: Soy apartidista, considero que los partidos políticos mexicanos son un freno para el avance de la sociedad mexicana, y con el fanatismo que muchos “servidores públicos” evidencian, queda una vez demostrado que para muchos, trabajar en el gobierno es solamente trabajar para el jefe que me puso, en espera de que me siga beneficiando en puestos de mayor sueldo más Adelante. Una pena el asunto.

Las bibliotecas son el sitio ideal para conservar el conocimiento de la humanidad, que se ha vertido durante muchas épocas. Limitar a los asistentes, querer censurar sus pensamientos políticos, querer censurar sus reuniones, habla de lo poco político que son algunos personajes, con una probadita de poder en el gobierno.

El día que como ciudadanos permitamos que en las bibliotecas sólo se canten loas al alcalde, que los escritores sólo escriban himnos para laurear las bondades del alcalde, del director de Cultura, de la directora de la Casa de la Cultura, ese día será evidente que habremos fallado como sociedad.

Las autoridades de cultura de algunos gobiernos siguen sin darse cuenta de que existen porque existen los artistas. Que son los artistas los que permiten la erogación de un presupuesto para que tengan sus sueldos de directores y coordinadores, que su trabajo implica ser puente entre artistas y sociedad, y no al revés. Los artistas y los maestros de la Casa de la Cultura no son mendigos, no son pepenadores, son ciudadanos libres de pensamiento, y con una cultura vasta para poder discutir y discernir sobre cualquier aspecto de la sociedad, incluido si les parece o no les parece la actuación de un alcalde.

Los alcaldes pasan y nadie los recuerda, menos a sus colaboradores; los artistas y sus obras atraviesan el tiempo.
 

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