DESDE LA BANQUETA

Todo o nada

Por Sergio Garin
jueves, 18 de enero de 2018 · 00:00

Desde la construcción de Teotihuacán, hace dos mil años, en México se hace todo o nada: grandes y maravillosas pirámides y chozas de carrizo a sus pies en la antigüedad, megaproyectos y comercio ambulante en las ciudades de México como herencia. Así ocurre porque nuestras ciudades no han sido el lugar donde viven los ciudadanos, (tengo la firme creencia que muchos ciudadanos no saben que lo son como su nombre lo indica), sino representaciones del poder, explanadas para los monarcas y los sacerdotes como en Monte Albán y en el Zócalo. Sólo como concesión indeseable o mal necesario el poder ha dejado surgir estanquillos de pequeños propietarios, de ciudadanos con estatura humana. Continuamos nuestra tradición furiosamente anti humanista: en un extremo, rehacer el bulevar costero de la entrada a Ensenada, y en el otro llenar de mugre la calle primera tolerando el comercio ambulante a niveles estambulescos. Ni el kiosko ni el pequeño comercio familiar ni el localito limpio. O la Pirámide del Sol o los petates en el suelo. La grandeza absoluta o la humillación total. Nunca una ciudad formada y conservada por sus ciudadanos, sino levantada a golpe de buldóser por el Estado Laico y destrozada como objeto ajeno por el lumpen. Todo o nada.

Las ciudades con mayor turismo en el mundo son las que han conservado vivo y cálido su centro, hecho y sostenido por ciudadanos concretos más que por alcaldes: la catedral y los cafés, los museos y los bares, los teatros y cines, los palacios cuando los hay y , los conciertos y los músicos ambulantes, restoranes de todas las clases y cocinas a lo largo de calles bulliciosas donde los peatones se detienen a leer los menús, negocios pequeños de esquina, sostén de dos familias y un mesero, tenemos una escuela de gastronomía en Ensenada con chefs graduados y es una buena alternativa para ellos; y grandes lugares con shows costosos. El centro de Ensenada es más que la calle primera. ¿Por qué el centro de Ensenada es un cementerio al anochecer?

Es absolutamente imposible para un ciudadano común obtener una licencia para vender café, sándwiches y una copa de brandy en un localito limpio. Es más, la simple solicitud en ventanilla causará risa si alguien la presentara. Lo que deberá ser un trámite normal, con una mirada al uso del suelo en esa calle y ya, es asunto por lo contrario de la más alta autoridad en cada municipio.

Las cadenas de restoranes plásticos, en cambio, no tienen dificultad para obtener sus licencias, y así, donde podría haber 20 barecitos diversos, malos y buenos, atractivos y feos, distribuidos a lo largo de una calle, hay un solo negocio grande de cadena gringa , idéntico a los otros 80. El negocio pequeño incrementa la clase media y crea empleos variados, humaniza, aburguesa, clasemediea, distribuye la riqueza nacional, hace habitable la ciudad, caminable, turisteable. Las cadenas, como los megaproyectos, concentran aún más la riqueza y empobrecen la vida de la ciudad hasta el extremo feo visto en nuestro Centro hoy día en la calle Ruíz y la llamada primera convertido en una gran cantina ruidosa de un solo dueño.

Así, quien desea abrir un café pequeño de seguro quiere vender licores, traficar con drogas y meter putas, según las autoridades. Que no se haga. Es un hamponcete y la autoridad le tiene echado el ojo.

Las autoridades sólo confían en los grandes proyectos, de miles de millones, con bancos, financieras y tiendas de departamentos unidos por aceras. Todo con vidrieras y aire acondicionado. Proyectos ajenos a los vendedores ambulantes que podrán rentar locales pequeños, a los inversionistas medianos que darán calidez a las calles desiertas. Ajenos, también, a la ciudad actual, la que vivimos, la que queremos y la que deseamos rescatar de una burocracia que prohíbe en México lo que le parece divertido en Madrid, Barcelona o Roma. La colonia Condesa o la colonia Roma y por supuesto el nuevo y arreglado centro en ciudad de México.

Debe uno alentar a las autoridades actuales a la restauración de muchas fachadas, no sólo las de edificios famosos, sino de casas con carácter, pues ninguna ciudad está hecha sólo de grandes obras de arte, sino de calles armoniosas y avenidas con estilo propio. La restauración sería más veloz y tendría además una meta económica, ya no sólo estética, si la población fuera invitada a restaurar y a ocupar lo restaurado con teatros, bares, restoranes y negocios de todo tipo. Para ello se requerirá un padrón público de locales y una regulación sensata de los permisos y horarios correspondientes. La publicación de todos los locales y casas desocupados, más la simplificación de trámites en todas las licencias nos llevaría a recuperar un patrimonio del centro histórico que se pierde más por el descuido o el mal uso, como las casas por el rumbo que vivo habilitadas como consultorios médicos con las excepciones de tres restoranes muy concurridos, entonces sé de lo que hablo con pruebas en mano.

Pero entregar el Centro a los ciudadanos publicando todo lo que allí se puede hacer, implica aceptar que éstos existen y que tienen derechos, no solamente concesiones del poder y gracia de los amigos funcionarios.

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