BAÚL DE MANÍAS

Antuán ya sabe pronunciar la “ché”

Por Ma. Cristina Álvarez-Astorga
martes, 17 de julio de 2018 · 00:00

Ahora que ya es Campeón del Mundo, el “Principito” Griezmann se puso de a tiro eufórico, folclórico y pluscuamperfecto. En un video saludó a “Calitos la”, y luego lo invitó (varias veces) a importunar a la autora de sus días. Por eso digo que Antuán sabe pronunciar la “che”. Good for him! Yo voy a usar el pretexto de la Francia campeona para sacar del Baúl de manías a un compositor francés realmente chévere y sumamente famoso que se llama Maurice Ravel.

Así como a nuestro José Pablo Moncayo nosotros los mexicanos le decimos “Moncayo, el del huapango”, así los franchutes le dicen a su Ravel, “el del Bolero”, por más que no sea esa la mejor de sus obras...

La pieza se la dedicó a la bailarina Ida Rubinstein, y tuvo un éxito resonante e inmediato. Ello desembocó en su rápida difusión. Fue convertido no solamente en una de las más famosas obras de Ravel, sino también en uno de los exponentes de la música del siglo XX… Malamente, digo yo. O sea. En realidad, yo digo que ni es para tanto (y el mismo Ravel se refería a él como una pieza para demostrar que si algo sabía era orquestar muy bien).

El Bolero se puede describir así: es un Movimiento orquestal inspirado en una danza española. Se caracteriza por un ritmo y un tempo invariables, con una melodía obsesiva -un ostinato- en do mayor, repetida una y otra vez sin ninguna modificación salvo los efectos orquestales, en un crescendo que, in extremis, se acaba con una modulación a mi mayor y una coda bastante estruendosa.

La cosa es que tiene su buen de amigos y enemigos. Entre los segundos destacan aquellos que creen que es expresión de un trastorno que se llama “Amusia adquirida” (“Amusia”= sin música) es el término con el que se denomina a un número de trastornos que inhabilitan para reconocer tonos o ritmos musicales o de reproducirlos. Según esto, Ravel sufrió, en los últimos años de su vida, una enfermedad neurológica que le afectó el córtex prefrontal y los ganglios basales, produciéndole una afasia de Wernicke, con gran dificultad para la lectura y la escritura, aunque conservaba mejor la comprensión del lenguaje. Desde el punto de vista musical, esto se tradujo en un pensamiento musical relativamente bien conservado, pero con gran afectación de la escritura y la lectura de partituras musicales. Hay musicólogos que piensan que el “Bolero”, con su “ostinato” repetitivo, su relativa pobreza melódica y su linealidad, refleja muy requetebién es enfermedad.

Por fortuna me hallé en el tubo la versión de Sergiu Celibidache, que tiene que ser una de las mejores. Ahí está: https://bit.ly/1bSENBi.

Hay artistas que vieron toda su obra eclipsada por una sola pieza. Pienso, por supuesto, en el Huapango de Moncayo, pero también en el Adagio de Albinoni, en el Canon y giga de Pachelbel, en el Aprendiz de Brujo de Dukas, en “Carmen”, de Bizet (¡recontratchulada!).

Ravel comenzó a ver que este Boléro, podría hacerle sufrir ese destino, y por eso precisaba sus intenciones en cuanto al significado de su obra:

“Deseo que no haya ningún malentendido. El Bolero consiste en un entretejido orquestal sin música en un largo crescendo muy progresivo. No hay contraste y no hay prácticamente invención excepto en el modo de ejecución. Los temas son impersonales melodías populares árabe-españolas típicas. La escritura orquestal es simple y directa, sin ningún asomo de virtuosismo”.

Sanseacabó,… Y… ¡Viva la France, les enfants du bébé!!

Abur.

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