CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

Renata, la renacida

Por Rael Salvador
viernes, 21 de septiembre de 2018 · 00:00

Poemario de Eduardo Hurtado

La visión poética de Eduardo Hurtado (Ciudad de México, 1950) resguarda la dulzura y la luminosidad avenida en “Sueño de un mediodía de verano” de Yannis Ritsos, a la vez que aboga por un discurso donde la celebración de la infancia renace a partir de las palabras trenzadas en versos, los cuales se hacen acompañar por las ilustraciones de Carlos Pellicer López, que son un bálsamo para el ojo del espíritu.

“Renata” (Fondo Editorial Universidad Autónoma de Querétaro, 2016), resulta ser de una factura que enfatiza la excepción del libro y que traduce la impecabilidad de su armonía en una edición feliz: cofre de alientos y colores despiertos que, en una ascendente escala de admiraciones, revelan el entusiasmo sincero de un poeta mayor y el brote de vida que es su nieta…

Al pasar las páginas, como se acarician la cuentas de un rosario -otra, tras la pausa meditada de una-, encuentro en la atmósfera de su sueño poético el tejido de una intensa sensibilidad humana, donde la claridad y la esperanza confluyen para ofrendarnos con estampas de un lenguaje que accede al misterio de la afabilidad y la ternura: “Si no fueras de marzo/ serías de siempre./ Y llegas,/ renacida/ a sembrar una luz/ en los jardines/ del tiempo”.

Todavía la belleza me hace pensar en César Vallejo, cuando su honestidad de hombre y artista refiere que no puede consentir que la “Sinfonía pastoral” valga más que su pequeño sobrino de cinco años, “llamado Heli”, que no puede tolerar que los “Hermanos Karamazov” valgan más que el portero de su casa, “viejo, pobre y bruto”.

“Yo no puedo tolerar que los arlequines de Picasso -insiste el peruano- valgan más que el dedo meñique del más malvado de los criminales de la Tierra. Antes que el arte, la vida”.

Quizá la reprobación del autor de “Los heraldos negros” surja de observar a esos lacayos del lenguaje: poetas aburguesados, promotores del preciosismo inútil, haciendo alarde de la técnica y los malabares cortesanos, quienes con sus ilusiones -siempre deslumbrantes-, paralizan el aprecio a los auténticos versos libertarios -pienso en Miguel Hernández, Otto René Castillo o el mismo Vallejo- que tienen sus raíces en suelos carcomidos por la desesperanza, más sujetos a la vida por lo bienamado.

En la caso de “Renata”, nos encontramos ante un poemario que, en su luminosidad abisal, encarna en la intuición nuclear de la existencia misma, con secuencias evidentemente sutiles, bogantes -las imágenes fluyen como burbujas iridiscentes en un sueño maternal: “Antes de ti,/ ya estaban tus lugares:/ el vientre en que te hiciste,/ el espacio, la luz”-, que logran rehacer el sentido de la unidad íntima, radial, de ese enigmático lugar de donde parece ser que todos hemos surgido.

Cuando Hurtado toma con levedad la pluma y se aproxima a la incandescencia de la palabra, la punta de ésta -electrizada por la imantación celeste del poeta- de nuevo inaugura el Universo: “En tu cuarto hay un cosmos:/ vestidos, conchas, listones,/ muñecos, cuentos, lápices./ ¡Atiende! Las cosas/ se dicen cosas,/ tejen alianzas,/ combaten:/ vestidos y dulces,/ zapatos y cuentos,/ crayones y conchas/ salen del fondo del cajón./ Las nombras y se animan,/ ponen música y danzan,/ de pronto se rebelan./ Ama las cosas, niña:/ dibújalas, revuélvelas,/ escúchalas,/ ponles casa y lenguaje,/ despiértalas,/ despiértalas”. Es el ruego de fondo que acomoda su talento en el poema número 28.

Por la desesperación de que algo me acerque al nacimiento es que repaso los versos de “Renata”, pongo el libro con delicadeza frente a mí -las flores son los vívidos contrastes de Pellicer- y, entonces, como si la magia fuera asunto de lo ordinario, contemplo en todos los niños a la nieta del poeta y escribo que la belleza del mundo es también para ti, querido lector.

raelart@hotmail.com

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